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INVESTIGADOR PRINCIPAL DEL CENTRO INTERNACIONAL DE MEJORAMIENTO DE MAÍZ Y TRIGO (CIMMYT)

Ivan Ortiz: «Sin fertilizantes químicos no habría suficiente proteína para el 48 % de la población»

  • Entrevista

Fecha de primera publicación: 07/04/2022

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Iván Ortiz Monasterio. Foto: Nuria Dehesa. UPV/EHU.

El doctor e ingeniero agrónomo Iván Ortiz-Monasterio es el científico principal del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT, México) y profesor adjunto en la Universidad Estatal de Oklahoma. La investigación de este experto en el cultivo de trigo e intensificación sostenible se centra en la nutrición de las plantas y la fertilidad del suelo, con el objetivo de aumentar la productividad, la calidad nutricional y la rentabilidad, reduciendo al mismo tiempo el impacto medioambiental.

Ortiz-Monasterio cuenta con numerosas publicaciones en revistas científicas internacionales, entre las que destacan Science, PNAS y Nature. Precisamente, la revista PNAS otorgará el Premio Cozzarelli a un artículo de Ortiz-Monasterio, en el que también ha participado la catedrática de Fisiología Vegetal de la UPV/EHU Carmen González Murua, destacándolo de entre los 3.500 artículos publicados en la prestigiosa revista. Ortiz-Monasterio ha visitado recientemente la UPV/EHU, donde ha impartido la conferencia titulada ‘Estrategias del CIMMYT para la Adaptación y Mitigación al Cambio Climático en la Agricultura’.

Desde su amplia experiencia como consultor en agricultura internacional, ¿cuál es la situación actual de los cultivos a nivel mundial?

Con el trigo tenemos un problema que surge a raíz de la guerra entre Rusia y Ucrania, porque más o menos una tercera parte de las exportaciones de trigo, de cebada y una quinta parte de maíz se produce ahí. Y si lo sumas todo, eso representa más o menos el 11 % de las calorías a nivel mundial. Es muy importante. Por el lado de Ucrania, el trigo ya se sembró, pero no sabemos si lo van a poder cosechar o sacar. Por el lado de Rusia, no sabemos si va a poder comercializarlo, porque ha habido algunos bloqueos para negociar con ellos. De ahí parte importante de la incertidumbre que actualmente existe con el trigo. Hay países que son muy dependientes del trigo que se exporta de esa zona. Por ejemplo, Líbano, donde el 80 % del trigo llega de Ucrania.

Y además en China tuvieron al momento de la siembra unas lluvias totalmente inusuales, que causaron que una parte importante del área de trigo se sembrará más tarde, así que pronostican la peor cosecha de trigo en su historia. Entonces, cuando sumamos esas dos situaciones, se ve un problema serio que ya se ha reflejado en un incremento en los precios de trigo. En febrero estaban en 310 dólares por tonelada, y ahora ya están por encima de 450.

Sin fertilizantes nitrogenados no puede haber una agricultura a gran escala, pero estos fertilizantes son muy contaminantes. ¿Tenemos un problema con el uso de los fertilizantes nitrogenados?

Una estimación realizada en el 2015 decía que el 48 % de la población mundial depende de los fertilizantes nitrogenados para poder obtener proteína. O sea que, si hoy dijéramos que no vamos a usar más fertilizantes químicos o inorgánicos como fuente de nitrógeno, no habría suficiente proteína para el 48 % de la población. Hay una dependencia muy importante. Y como va a continuar creciendo la población, va a seguir incrementándose la demanda.

Tenemos que aprender a vivir con fertilizante nitrogenado para producir la proteína que necesitamos, pero debemos minimizar el impacto ambiental. O sea, necesitamos desarrollar tecnologías que nos ayuden a utilizar los fertilizantes de una forma más eficiente.

«Ucrania y Rusia producen el 11 % de las calorías que se exportan a nivel mundial»

Los cereales son los que consumen la mayor parte del fertilizante nitrogenado. El trigo, maíz y arroz consumen más de la mitad de todo el fertilizante que se aplica a nivel mundial y más o menos la eficiencia de esos cereales se estima alrededor de un 33-35 %. Sí, es una eficiencia muy baja. Y también, en general, en los cereales el costo de la fertilización es el principal costo de producción.

Por tanto, si incrementamos la eficiencia, podemos reducir los costos de producción de forma importante, incrementar la rentabilidad y minimizar el impacto ambiental. Ahí está el incentivo importante de poder desarrollar tecnologías que nos permiten usar el nitrógeno de una forma más eficiente. Por ejemplo, las tecnologías del BNI (inhibición biológica de la nitrificación) con las que estamos colaborando con la doctora Carmen González de la UPV/EHU.

En el artículo premiado por la revista PNAS, ustedes proponen dotar genéticamente al trigo, con tecnologías convencionales no transgénicas, de la capacidad de inhibir biológicamente la nitrificación (BNI) para reducir el consumo de fertilizantes, mejorar la producción, y reducir así las emisiones de gases de efecto invernadero y la contaminación de las aguas continentales. ¿Han dado con la solución ideal para solventar el problema de este tipo de fertilizantes?

El problema es tan grande que esa es una herramienta de varias que necesitamos usar. Cuál es la más apropiada también va a depender de las condiciones de producción de las diferentes regiones. Pero definitivamente es una de las importantes para ayudar a reducir la pérdida de nitrógeno.

En el manejo de los cultivos, generalmente nos enfocamos en cuatro estrategias para minimizar el uso de fertilizantes. Primero es identificar cuál es la dosis óptima. Segundo es tratar de que coincida la demanda con la oferta de fertilizantes en el cultivo. De esa forma reducimos la pérdida. Y precisamente esta tecnología de BNI entra en esa estrategia número dos: cómo poder hacer que haya una mejor coincidencia entre la oferta del suelo y la demanda del cultivo. La tercera es la forma del fertilizante que utilizamos. Y la cuarta es la forma o lugar de aplicación.

¿Un uso generalizado de trigo mejorado mediante BNI podría llevar a una reducción de las variedades locales?

No necesariamente, porque, por ejemplo, las variedades que siembran aquí han tomado décadas de mejoramiento genético para que se adapten a las condiciones de suelo, de clima, que tengan la calidad que ustedes necesitan. Se han necesitado muchos años para poder llegar a donde están. Sustituirlo por solamente variedades que tengan BNI pero que no tengan todo lo demás no sería una buena opción. Y existe, entonces, la posibilidad de transferir esa característica de BNI a las variedades que actualmente ustedes están utilizando. Entonces no habría que desplazarlas, sino mejorarlas, no más.

¿Hay una estrategia ideal para la adaptación al cambio climático y su mitigación en la agricultura?

En CIMMYT nos enfocamos a trabajar con pequeños agricultores en países en vías de desarrollo y pensamos que la principal estrategia para adaptarse al cambio climático en la agricultura es la adopción de lo que llamamos agricultura de conservación. La agricultura de conservación consiste en minimizar el movimiento del suelo; dejar residuos de cultivo sobre la superficie y tener una rotación de cultivos. Y eso hemos visto que ayuda, sobre todo cuando el cultivo solamente se alimenta de la lluvia. En los años secos, los agricultores que adoptan esa tecnología tienen mucha más humedad en el suelo y obtienen rendimientos más altos que los que utilizan labranza convencional. Por otro lado, en los años muy lluviosos, tener ese sistema de producción también evita que se pierda el suelo por erosión, porque tiene una capa protectora de residuos. Esa es la tecnología que estamos tratando de transferir a pequeños productores en Asia, África y Latinoamérica, para que puedan adaptarse mejor a las condiciones del cambio climático, porque resulta no sólo en rendimientos más altos, sino también más estables a través del tiempo, a pesar de esos cambios en el clima.

«En los cereales la fertilización es el principal costo de producción»

En la parte de mitigación nos enfocamos precisamente a un manejo más eficiente del nitrógeno, porque la fertilización en la agricultura es una de las principales fuentes de óxido nitroso, que es uno de los tres gases de efecto invernadero. Y es donde podemos incidir de una forma más directa para reducir esas emisiones de óxido nitroso. Y una de las características que está asociada con una mayor emisión de óxido nitroso es cuando aplicamos dosis de fertilización por encima del óptimo. Cuando aplicamos en exceso es cuando esas emisiones empiezan a incrementarse, ya no de forma lineal, sino exponencial. Entonces, por eso una de las importantes características es poder identificar las dosis óptimas, pero también, por ejemplo, el uso del BNI.

Cuando el nitrógeno lo tenemos en forma amoniacal, no se puede perder como óxido nitroso; la pérdida ocurre cuando se nitrifica o desnitrifica. Esto ya se ha demostrado muy claramente con los inhibidores de la nitrificación sintéticos, donde se han visto reducciones del 50 o 80 % en las emisiones de óxido nitroso. En otras palabras, vemos un manejo más eficiente del nitrógeno como la principal estrategia para mitigar el efecto del cambio climático que puede tener la agricultura.

Desde su punto de vista, ¿qué nos depara el futuro?

Bueno, como en muchas cosas, el futuro está en nuestras manos. Muchos de los ambientalistas dicen que tenemos esta década para poder reducir esas emisiones de gases de efecto invernadero de forma importante. Si dejamos pasar esta década, va a llegar a niveles que va a ser muy difícil echar marcha atrás. Lograr esos cambios va a depender de nosotros, de nuestra capacidad de organizarnos, por un lado, y, por otro, tenemos la ciencia, que es precisamente lo que estamos tratando de hacer, ser más innovadores, con nuevas ideas que nos ayuden a minimizar las emisiones de gases de efecto invernadero.

Los problemas que estamos enfrentando ahora son tan complejos, que es muy importante poder colaborar entre diferentes instituciones, diferentes investigadores, donde podamos complementarnos de forma importante, ser más eficientes. Yo creo que eso va a ser un elemento muy importante para poder solucionar los problemas que tenemos que enfrentar. Más y mejores colaboraciones.