Un apasionante comienzo
Pedro Ibarra Güell
Catedrático Ciencia Política jubilado
Ahí llegué en 1981. Justo en el arranque de la Facultad propia, de la licenciatura de periodismo post-catalana. Muchos que llegamos en esos tiempos, sobre todo a las áreas políticas, económicas, historia, etc. es decir no las de comunicación, éramos novatos en esto de la enseñanza académica. Nos habíamos dedicado a otros oficios antes de llegar. Yo en concreto de abogado. Había en la Facultad un ambiente de cuadrilla politizado en la movida antifranquista que se expresaba en las propuestas, debates y orientaciones académicas, en la práctica habitual de reuniones y debates dirigidos a cómo cambiar las cosas - ¡todas las cosas!- en la relación con los alumnos, etc… Y por supuesto, en la clara tendencia a utilizar las aulas para dar adecuada doctrina avanzada y en la participación permanente en manifestaciones y paros frecuentes en aquellos tiempos.
La verdad es que en esos primeros 80 había muy buen ambiente y creo que la inmensa mayoría de los que estábamos ahí teníamos la sensación de estar participando en un proyecto colectivo en el que debíamos volcar nuestras ideas, experiencias y conocimientos. Luego la cosa se lió un poco más (hubo momentos de … bastante más) y aparecieron peleas internas.
Volcar nuestros conocimientos. En mi caso he de reconocer que muy limitados. La única razón de ser contratado para dar clases de pensamiento político era el escasísimo número de demandantes de plaza capacitados, con currículos presentables. La verdad no creo que la causa de mi contratación fuese que yo alegase ser partidario de leer a ancianos filósofos políticos.
Eso supuso, y creo que hubo varios colegas en la misma situación, que dedicamos también tiempo durante estos primeros años a formarnos en las materias en las que debíamos impartir clases. Dediqué también esos años a acabar de redactar la tesis doctoral que, sospecho, fue aprobada no por su calidad, sino por su tamaño insoportable; más de 1300 folios sobre el movimiento obrero vizcaíno.
También en sus primeros años fueron momentos de gran actividad en contenidos y en organización académica. En el fondo estaba casi todo por hacer. Programas, contenidos de exámenes, procesos de revisión, contratación de profesores, admisión de alumnos etc. etc. El decano Celestino Arenal me nombró secretario de la facultad. Sin duda, fue un error. Si mis conocimientos de contenidos de la asignatura eran muy justos, mis conocimientos de gestión académica eran nulos. Sin embargo, allá estuvimos currando los dos durante unos años para organizar lo mejor posible a esa -de momento todavía- comunidad académica. Y la verdad, creo que lo hicimos bien.