Annick Laruelle
Elecciones francesas y papeletas electorales
Profesora de investigación Ikerbasque. Departamento de Análisis Económico
- Cathedra
Lehenengo argitaratze data: 2022/05/05
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Dos principios permiten clasificar los sistemas electorales: la proporcionalidad y la mayoría. Los sistemas proporcionales intentan que la composición parlamentaria refleje la distribución de los votos entre los partidos. El grado de proporcionalidad conseguido depende del número de representantes, del número de circunscripciones y del tamaño de estas últimas. Los sistemas mayoritarios se basan en el principio de que la decisión de la mayoría se impone sobre la minoría.
Francia es uno de los pocos países europeos con un sistema electoral mayoritario. Se elige un diputado por circunscripción electoral (con 577 circunscripciones). Si un candidato obtiene la mayoría absoluta de los votos a candidatura en la primera vuelta es elegido diputado. Si no, se procede a una segunda vuelta. Todos los candidatos que hayan obtenido un porcentaje superior al 12,5 % del número de inscritos en la lista electoral pueden presentarse. En la segunda vuelta se utiliza la mayoría simple: es elegido diputado el candidato que obtiene más votos. La elección presidencial francesa es similar, con una circunscripción única y dos candidatos en la segunda vuelta (los dos candidatos con más votos en la primera).
En la segunda vuelta de la elección presidencial de 2022, Emmanuel Macron ganó con un 58.5 % de los votos a candidatura. Esta amplia mayoría esconde otros datos. De los 48,8 millones de personas inscritas en las listas electorales, 18,8 millones votaron a favor de Macron; 13,7 millones se abstuvieron, 13,3 millones votaron a favor de Marine Le Pen; 2,2 millones votaron en blanco; y hubo 0,8 millón de votos nulos.
La interpretación de estos datos, en términos de mayorías, no es obvia. Primero, conviene recordar que en Francia es necesario inscribirse para poder votar. Según el instituto de estadística francés (INSEE), el 95 % de los franceses en edad de votar aparece en las listas electorales de 2022. Significa que unos 2,6 millones de franceses de más de 18 años no están contabilizados en los resultados oficiales. La falta de interés político no explica una tasa de abstención tan elevada (28 % de los inscritos, la más alta después de la elección de 1969). Seguramente los 3 millones de electores que se desplazaron para emitir un voto blanco o nulo lo hicieron en buena medida para protestar contra las dos candidaturas. De la misma forma, en los votos que recibió Macron no se distinguen los votos que corresponden a la adhesión a su proyecto de los que exprimen un rechazo a la candidatura de Le Pen.
Es difícil interpretar estos datos porque la información solicitada a los votantes es muy pobre. La forma tradicional de expresar sus preferencias en la elección presidencial es: “se escoge en la primera vuelta, se elimina en la segunda”. Según esta lógica, la primera vuelta permite que todas las tendencias políticas estén presentes. El objetivo de algunas candidaturas no es de pasar a la segunda vuelta sino representar una disidencia ideológica (por ejemplo, el trotskismo) o una temática política (por ejemplo, la ecología). El número de votos obtenidos mide la importancia de la disidencia o temática en la sociedad. En la segunda vuelta los electores escogen entre dos grandes bloques, generalmente la izquierda y la derecha. La elección de 2002 demostró el límite de esta lógica, cuando todos los candidatos de izquierda fueron eliminados en la primera vuelta (como ya había ocurrido en 1969). Desde esa elección, muchos electores dudan entre el tradicional voto de adhesión de la primera vuelta y el voto útil. El objetivo del voto útil es garantizar que un candidato de su bloque esté presente en la segunda vuelta.
Las papeletas electorales son muy restrictivas. ¿Por qué tener que escoger a una candidatura única? ¿Y por qué no se podría apoyar a más de una? Un elector puede valorar de manera positiva más de una temática. El voto útil plantea otra cuestión: si el objetivo del voto útil es evitar que un candidato sea elegido, ¿por qué no directamente permitir un voto en contra de las candidaturas?
Investigadores de varias universidades experimentaron con papeletas más informativas en las cuatro últimas elecciones presidenciales (2002, 2007, 2012 y 2017). Todas proponían evaluar a cada candidato de manera independiente. Algunas requerían que los participantes atribuyeran a cada candidato una nota numérica. Con otras, los participantes daban a cada candidato un voto, sea “a favor”, “neutro” o “en contra”. Estas papeletas alternativas fueron valoradas de manera muy positiva por los participantes. Además, permiten una interpretación clara de los resultados.
Es interesante notar que papeletas más informativas se utilizaron en elecciones legislativas francesas. Hace más de un siglo, en las elecciones legislativas de 1919, los electores tenían la posibilidad de votar a varios candidatos, tachar algunos y añadir otros. En la actualidad, la posibilidad de tachar candidatos se mantiene únicamente en los ayuntamientos de menos de 1.000 habitantes, para las elecciones municipales. ¿Un ejemplo que muestra que los electores pueden perder capacidad de expresión?