CATEDRÁTICA DE ESTUDIOS SOBRE LA INFANCIA DE UCLan
Cath Larkins: «Si empezamos a escuchar a las niñas y los niños, crearemos personas que demandarán ser escuchadas»
La investigadora ha participado en el I Congreso Internacional de Infancia, Adolescencia y Juventud
- Interview
First publication date: 26/01/2023
La catedrática Cath Larkins (University of Central Lancashire, Reino Unido) es pionera en la investigación participativa con niñas, niños y jóvenes, y está centrada en la lucha contra la discriminación y el apoyo a los derechos de la infancia. Reconocida internacionalmente en el campo de las teorías y prácticas de la ciudadanía y la participación infantil, Larkins ha sido invitada al I Congreso Internacional de Infancia, Adolescencia y Juventud, que se celebró el 19 y 20 de enero, en Bilbao. Compartiendo el aprendizaje de los niños y las estrategias de los profesionales que permiten a los niños y jóvenes desfavorecidos participar en la toma de decisiones públicas, su trabajo ha logrado influir en la política y la práctica internacionales. Esta investigadora es codirectora del Centro para la Participación de Niños y Jóvenes de la UCLan, un centro de investigación, enseñanza y creación de redes dedicado a la participación, la inclusión y el empoderamiento de niños y jóvenes, centrado en lograr los cambios que ellos desean creando vínculos entre niños y jóvenes, académicos, responsables políticos y profesionales. Entre los numerosos trabajos publicados por Larkins, cabe destacar el Manual del Consejo de Europa sobre la participación de la infancia y una reciente contribución al libro "Children's Experience, Participation, and Rights During COVID-19".
En su trayectoria profesional ha dejado claro que hay que dar más voz a las y los menores. ¿Por qué no se les escucha?
En la sociedad sigue existiendo la idea de que no son iguales que las personas adultas. No se les reconoce el mismo valor moral, pero ambos, menores y adultos, tienen el mismo valor. Las personas adultas tienen que renunciar a parte de su poder y de su tiempo. Tienen que estar dispuestos no sólo a escuchar, sino a escuchar y a tomarse las cosas en serio y a compartir su acceso al poder para que los niños también puedan tenerlo. Hablamos de relaciones generacionales al igual que existen relaciones de clase y relaciones de género. Existe esa misma desigualdad sistemática en nuestros sistemas en los que los adultos dirigen lo que los niños hacen casi cada segundo de su vida.
«Las personas adultas deben renunciar a parte de su poder, Estar dispuestas a escuchar, (…) y a compartir su acceso al poder para que los menores también puedan tenerlo»
Si empezamos a escuchar a menores y jóvenes ahora, crearemos personas adultas que también esperarán que se les escuche. Y hay muchos adultos a quienes tampoco se les escucha. Debemos dar poder también a la sociedad adulta en general. No es sólo una cuestión generacional, es una cuestión de relaciones de poder en toda la sociedad. Y la gente no siempre reconoce que es un derecho. Poco a poco la sociedad está interiorizando que está bien escuchar.
En este congreso se debate sobre la inclusión, la participación, la autonomía, el buen trato y el bienestar infantil y juvenil en el escenario post-pandémico. ¿Qué ha cambiado a raíz de la pandemia?
Las investigaciones que he realizado han demostrado que, en toda Europa y probablemente también fuera de Europa, las desigualdades que ya existían entre los distintos grupos de niños se han acentuado: quienes tenían una situación económica difícil en casa lo tienen más difícil. En algunas comunidades, la discriminación que ya existía se ha acentuado durante la pandemia, ya que algunas personas han sido condenadas al ostracismo. Una de las cosas más importantes que hemos aprendido es que los niños están preocupados por sus familias y por la prosperidad económica para el futuro y para sus comunidades, y que hay un aumento de los problemas de salud mental debido a que parte de la socialización que se produjo entre los niños y esas relaciones no se construyeron cara a cara, en particular para los más pequeños.
¿A qué nivel deben participar menores y jóvenes en las decisiones sociales?
A todos los niveles. Casi todos los países del mundo han asumido la idea de que deben participar. Y a nivel local, incluso aquí en el País Vasco, los gobiernos municipales están suscritos a esa idea. En las familias, en las escuelas, en los hospitales, en los servicios sociales, en la toma de decisiones municipales, nacionales, europeas... Y también tienen cosas que decir cuando hablamos del futuro del planeta. Tienen mejores ideas que yo y viven en este mundo ahora, deberían influir en lo que ocurre ahora. No tienen voto, se les ha excluido de las formas establecidas para que la ciudadanía exprese su opinión sobre las decisiones públicas, así que también deberían incluirse en la toma de decisiones.
«Una de las grandes críticas es que, si se da poder a los menores, creerán que pueden decidirlo todo, cuando no quieren eso: quieren igualdad»
¿Cómo sería el mundo si se les permitiera incidir en él?
Creo que los menores, sobre todo los más pequeños, tienen una visión prosocial del mundo. La idea de que son egoístas, de que viven aislados, es errónea. Los niños aprenden a encajar en la sociedad a medida que pasan por el sistema educativo, y quién sabe cuáles son sus instintos naturales. Son generosos, dan que pensar, saben lo que es vivir realidades que, como adultos, no conocemos. Sus consejos pueden ayudarnos a crear un mundo más comprensivo, más solidario y, con suerte, en el que todavía exista un planeta.
¿Y cómo se integra esta participación en el funcionamiento de todo un sistema?
El sistema tiene que cambiar. Una forma de cambiarlo podría ser rebajar la edad de voto y algunos niños lo piden. En algunos países, ya pueden votar a partir de los 16 años. Algunos menores con los que he trabajado dicen que la edad para poder votar debería bajar hasta los once años, que es cuando empiezan a demostrar que tienen interés por ello y son competentes. Pero, más que eso, las personas que tienen el poder deben estar dispuestas a escuchar, tanto si las opiniones de los niños se expresan mediante el voto como si es a través de otros mecanismos. Así pues, el sistema tiene que cambiar las actitudes de los adultos y la creación de mecanismos mediante los que los niños puedan aportar sus ideas, y a través de los cuales gobiernos, organismos públicos, corporaciones y servicios puedan informar a los niños de la toma de decisiones. Una de las grandes críticas suele ser que, si se da poder a los niños, creerán que pueden decidirlo todo. Ellos no quieren eso; quieren igualdad.
Los niños entienden muy bien si les dices: “Hemos hecho este cambio, porque tú nos diste esta idea; pero no podemos llevarlo a cabo porque no tenemos dinero, o lo pondremos en marcha dentro de dos años”. Para mí, el mayor cambio será que niños y adultos estén juntos en espacios de diálogo y cooperación, donde tomen decisiones juntos, donde sus ideas tengan el mismo peso. Y eso repercute en cómo se gastan los recursos y en cómo se cuida a los demás.
¿Qué experiencias están desarrollando en el Reino Unido que consideraría como buenas prácticas? ¿O conoce algunas otras que pueda ser interesante transferir a otros contextos?
Hay diferentes iniciativas; por ejemplo, hay jóvenes que están creando redes para establecer relaciones nacionales e internacionales con otros jóvenes que se preocupan por los mismos temas. Todo lo que podamos hacer como adultos para apoyar esa conversación directa entre niños de distintos lugares preocupados por el mismo tema les ayuda a construir movimientos sociales. Y a través de los movimientos sociales podemos lograr cambios a un nivel realmente grande.
En otro de los proyectos de Inglaterra, las niñas y niños que reciben cuidados alternativos se escuchan unos a otros. Y el Gobierno o las agencias gubernamentales escuchan sus propuestas y crean directrices para los profesionales. En las Naciones Unidas también han creado un día internacional de diálogo sobre el tema. Se trata de crear ese vínculo entre los niños que viven su vida cotidiana y los gobiernos que realmente escuchan y actúan.
Existe otro proyecto en las organizaciones romaníes y gitanas que establecen esas relaciones con los niños en sus comunidades, donde tienen a alguien con quien se sienten seguros para hablar, alguien con quien tienen una relación a largo plazo. Y en esas relaciones pueden acceder a nuevas experiencias y reflexionar sobre qué es lo que les falta en materia de salud o educación y cómo pueden producir cambios.
«El mayor cambio será que niños y adultos estén juntos en espacios de diálogo y cooperación, tomen decisiones juntos y sus ideas tengan el mismo peso»
¿Cree que este congreso puede contribuir a lograr una sociedad más justa?
Sí, pero conseguir una sociedad más justa es un largo camino. Este congreso está ayudando a crear vínculos entre personas de diferentes lugares y un entendimiento compartido para que no repitamos los mismos errores, sino las mismas buenas prácticas; para que nos basemos en lo que los niños nos han dicho que es importante. Porque una sociedad más justa tiene que lograrse mirando hacia fuera y hacia dentro, hacia tu hogar, familia, comunidad, y tiene que ser construida por quienes son movimiento social. Y esto, creo, pasa por construir esas conexiones en torno a los movimientos sociales por los derechos de los menores y por una sociedad en la que el bienestar y el buen trato a los niños sea una prioridad.
Es un verdadero placer estar aquí. Esta es una gran iniciativa que pone el foco en la participación, la autonomía, el buen trato y el bienestar en este momento. Es uno de esos momentos cruciales de la historia. Hay compromisos internacionales en este sentido, y llegan fondos para ayudar a promover algo llamado la Garantía Infantil. Desde la Unión Europea se espera que haya más igualdad. Para nosotras y nosotros es un reto responder a esas oportunidades en colaboración con los niños, , tanto a nivel nacional como local.