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Marta Arroyo Izaga

Buenos propósitos para el nuevo año

Profesora e investigadora de la UPV/EHU y miembro del Clúster MICROFLUIDICs & BIOMICs

  • Cathedra

First publication date: 12/01/2023

Marta Arroyo Izaga
Marta Arroyo Izaga | Photo: Nuria González. UPV/EHU.

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Comer saludablemente, hacer dieta y perder peso son algunos de los propósitos más comunes del Año Nuevo, objetivos personales que nos marcamos al terminar el mes de diciembre y que, por lo general, no cumplimos. ¿Por qué nos resulta tan fácil tomar la decisión inicial, pero tan difícil mantenerla?

Pocas veces cambiamos por iniciativa propia, generalmente necesitamos que surja una razón de peso para iniciar la transición. Lo primero que hace falta para cambiar un hábito es ser conscientes de él y reemplazarlo por otro, según afirman expertos y expertas en hábitos. Otro aspecto también importante es la motivación para querer eliminar o incorporar un comportamiento. Así pues, si lo que nos proponemos es mejorar nuestra alimentación, un importante motivo puede ser el cuidado de la salud propia.

Lo que comemos a diario repercute en nuestra salud. Y es que, tal y como señala la Organización Mundial de la Salud, una alimentación adecuada no sólo evita la desnutrición, sino que es decisiva para prevenir enfermedades como la obesidad y ciertos tipos de cáncer. Un importante porcentaje de tumores podrían evitarse mejorando los estilos de vida, es decir, cuidando la alimentación y practicando ejercicio físico con regularidad. ¿Qué sucede entonces si se tienen antecedentes familiares, por ejemplo, de cáncer colorrectal? ¿Significa eso que no puede hacerse nada para evitar padecer la enfermedad? No necesariamente. El cáncer colorrectal tiene un importante componente hereditario. Sin embargo, también puede evitarse con determinados estilos de vida, como la alimentación. Y no me refiero a alimentos ‘milagrosos’, sino al hecho de llevar una alimentación saludable y de mantener un peso adecuado. Y precisamente en esa línea, investigadores e investigadoras del Grupo BIOMICs, junto con clínicos de Osakidetza, el Biobanco Vasco y el Banco de ADN de la UPV/EHU, estamos estudiando alteraciones en la regulación epigenética de genes específicos, que afectan a las interacciones entre los nutrientes y el genoma, y que están relacionadas con el riesgo de sufrir ese tipo de cáncer. El fin de esa investigación es entender mejor los mecanismos de desarrollo de esa patología e identificar personas que puedan beneficiarse de estrategias de intervención dietética.

Otra razón para mejorar nuestros hábitos dietéticos puede ser la conservación del medioambiente. La población mundial crece a pasos agigantados: el pasado noviembre alcanzó los 8.000 millones de personas. Ese crecimiento aumenta la demanda de alimentos, lo que puede afectar negativamente al medio ambiente y ocasionar una mayor pérdida de biodiversidad. Además, la alimentación es un sector que supone en torno al 25 % de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero, según un estudio de Poore y Nemecek, publicado en 2018 en la revista Science. Conocer la huella ambiental de los alimentos, es decir, la emisión de gases, el consumo de energía y el uso de recursos hídricos, así como de tierra, durante todo el proceso de la cadena alimentaria, puede ayudarnos a elegir lo que comemos de una forma más responsable y, del mismo modo, también a ser conscientes del despilfarro que hacemos de los alimentos y a adoptar medidas para evitarlo o reducirlo. En cualquier caso, la responsabilidad ambiental no recae únicamente sobre quien consume. Es necesaria una transformación global de todo el sistema alimentario, esto es, el desarrollo de sistemas alimentarios sostenibles.

La sostenibilidad, el hambre y la seguridad alimentaria están inevitablemente relacionadas. La Agenda 2030 incluye el Objetivo de Desarrollo Sostenible Número 2: ‘Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible’. En lo que respecta a la inseguridad alimentaria, en España, el número de hogares que experimenta dicha inseguridad ha aumentado de un 11,9 % a un 13,3 % a raíz de la COVID-19. De hecho, en un estudio realizado durante la pandemia en estudiantes de la Universidad del País Vasco, constatamos que cerca de uno o una de cada cuatro estudiantes de nuestra universidad presenta algún nivel de inseguridad alimentaria. Esa investigación forma parte de un proyecto europeo sobre inseguridad alimentaria en el estudiantado universitario durante la pandemia por COVID-19 (FINESCOP), en el que participamos un equipo multidisciplinar de investigadoras de la UPV/EHU.

Cabe recordar que la (in)seguridad alimentaria se basa en cuatro pilares: la disponibilidad, el acceso, la utilización y la estabilidad de los alimentos. Dicha inseguridad puede ser causa de desnutrición, pero también puede contribuir al sobrepeso y la obesidad, en gran medida, porque los alimentos más disponibles y accesibles son a menudo los de menor calidad nutricional. No obstante, conviene recordar que la salud y el bienestar no son solo responsabilidad nuestra, como individuos. Nuestra salud y bienestar dependen sustancialmente de los entornos en los que vivimos. De ahí la importancia de la organización de entornos alimentarios que promuevan una alimentación sostenible.

Mejorar los sistemas y entornos alimentarios que compartimos llevará tiempo. Mientras tanto es fundamental que sigamos marcándonos metas y propósitos personales que nos ayuden a alcanzar una mejor alimentación. Algunas buenas herramientas para lograrlo son: identificar objetivos realistas, dividirlos en pasos pequeños, utilizar recompensas ‘saludables’ que favorezcan el alcance de los objetivos, y repetir las acciones necesarias hasta conseguir crear nuevos hábitos que se conviertan en rutina. Ahora bien, si los cambios en nuestra alimentación son difíciles de realizar, lo mejor será recurrir a especialistas, dietistas-nutricionistas.

¡Logremos que los cambios positivos que hagamos en nuestra alimentación con el nuevo año sean duraderos!