Karlos Santamaria eta haren idazlanak
El hambre, problema supranacional
El Diario Vasco, 1986-10-06
En contraste con la guerra, que es uno de los fenómenos humanos mejor estudiados en todos sus aspectos, el hambre y la subalimentación colectivas apenas han sido objeto de investigaciones serias. Al parecer sociólogos y cientÃficos se han visto poco concernidos por estos temas y faltan casi por completo obras fundamentales al respecto.
El hecho es que, a pesar de los grandes progresos tecnológicos que ha conseguido nuestra generación en otros campos de la sanidad pública, la plaga del hambre no ha sido dominada y sigue causando enormes estragos en la humanidad actual.
Millones de personas mueren en el mundo por falta de alimentación y más de una tercera parte del género humano está netamente subalimentada, sin que este hecho parezca causar preocupación alguna a los ciudadanos de los paÃses ricos y bien alimentados.
Algunos teóricos llegaron incluso a la tremenda conclusión de que el hambre es un fenómeno natural, necesario para corregir el desarrollo de la especie, y que lo mejor que podrÃan hacer los pueblos hambrientos serÃa reducir drásticamente su población, solución bárbara que además no soluciona nada.
Sin embargo, hay que reconocer que de unos años a esta parte la opinión mundial se ha sensibilizado extraordinariamente en relación con este asunto. Gracias sobre todo a los medios de comunicación, la gente está hoy mejor informada y más concienciada acerca de este tremendo problema.
Cada vez que —a consecuencia de alguna nueva adversidad climática— la crisis se recrudece en éste o aquel «pueblo del hambre», la noticia circula por la Prensa mundial, con toda su truculencia.
Últimamente nos hemos enterado, por ejemplo, de que EtiopÃa y en el interior del Brasil han muerto de inanición cientos de miles de personas y que la mayorÃa de las vÃctimas de este holocausto han sido niños.
La Televisión nos presenta a menudo escenas sobrecogedoras de criaturas esqueléticas muriendo por desnutrición en los brazos de sus madres. Este estremecedor espectáculo no puede dejarnos indiferentes. Nuestra reacción es indudable y estamos inmediatamente dispuestos a prestar nuestra contribución para que se acuda en ayuda de esos desdichados.
Todo esto está muy bien, es muy generoso, muy caritativo, por nuestra parte, pero apenas sirve de nada para combatir la auténtica plaga.
En efecto, se ha comprobado que las campañas de urgencia dan muy escasos resultados prácticos. No basta con enviar miles de toneladas de alimentos a un paÃs. Es preciso que estos envÃos lleguen efectivamente a sus destinos y sean aplicados de modo eficaz a fin de remediar la necesidad. Pero para eso hacen falta determinadas estructuras en el propio paÃs que recibe la ayuda: se necesitan medios de transporte, organización sanitaria suficiente, sistemas de distribución adecuados, etc.
Por desgracia en la mayorÃa de los casos estas bases no existen y la contribución generosamente prestada se pierde en el vacÃo.
Expertos del tema reunidos en Roma en febrero pasado por iniciativa del Movimiento FDI («Food and Desarmament International», «Alimentación y Desarme Internacional») han llegado, entre otras, a las dos siguientes conclusiones.
Las campañas de urgencia son necesarias —no se podrÃa abandonar a poblaciones enteras en trance de muerte— pero en el futuro esas campañas deberán ser montadas y desarrolladas de modo muy minucioso, de acuerdo con planes previamente estudiados.
Por otra parte las mismas no serÃan suficientes para hacer frente al problema real. Sin esperar a que se produzcan las catástrofes se hace preciso iniciar, ya desde ahora, un gran trabajo internacional, en el que participen todos los Estados a través de la ONU y sobre la base de una serie de planes coordinados aplicables zona por zona, en consonancia con las particularidades de cada caso.
Las situaciones de hambre son, en efecto, completamente distintas unas de otras y deben ser tratadas de maneras diferentes.
Los especialistas reunidos en Roma estaban todos de acuerdo en que hay que terminar con las generalidades y empezar a poner en práctica, una por una, acciones concretas, algunas de las cuales están ya perfectamente planificadas.
Ahora bien, todo esto va a exigir gastos inmensos, aunque incomparablemente más pequeños, ciertamente, que los que actualmente se realizan en armamentos.
El 24 de octubre de 1970, la Asamblea de la ONU votó una resolución por la que se exigÃa a los Estados miembros que dedicaran el siete por mil de su PNB a la asistencia a los pueblos hambrientos.
No siendo vinculante, esta decisión no fue llevada a la práctica por casi ningún Estado. Sólo los paÃses escandinavos y ahora, últimamente Bélgica e Italia, lo hicieron.
Uno de los más importantes objetivos de «Alimentación y Desarme» en este momento es precisamente el de exigir a los Estados que cumplan la decisión de la ONU anteriormente citada.
Ahora bien, los partidos polÃticos tienen un ámbito puramente estatal. Son los intereses denominados nacionales los que ellos están destinados a administrar y defender.
En estas condiciones ¿quién se ocupará de los intereses y las necesidades supranacionales? ¿Los propios Gobiernos? He aquà algo que no se lo cree casi nadie.
Hacen falta, pues, una especie de «metapartidos» —como intentan serlo por ejemplo los ecologistas— o bien uniones muy amplias de partidos en torno a problemas acuciantes para la humanidad, como el que estamos comentando aquÃ.
Un modelo de esto que decimos es PARIFA (Comité de Parlamentarios Italianos para Iniciativas Contra el Hambre). De este Comité forman parte parlamentarios importantes de casi todos los partidos polÃticos italianos y la acción del mismo ha resultado muy eficaz hasta ahora.
Un primer efecto positivo del Comité ha sido el voto de la consignación presupuestaria equivalente al siete por mil del PNB al que hemos aludido anteriormente. Gracias a esto Italia está ya en la lÃnea de combate contra el hambre.
¿Ocurrirá algo de esto en nuestro paÃs?
La sección de «Alimentación y Desarme» recién creada en Euskadi puede prestar una excelente contribución en este sentido. Manos a la obra.
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