Karlos Santamaria eta haren idazlanak
Ante la OTAN
El Diario Vasco, 1986-01-11
Los secretariados sociales de las diócesis vasco-navarras han publicado un documento ante el referéndum en el que abogan por la postura de neutralidad activa, como la más adecuada para el Estado español. Independientemente de la polvareda que dicho documento ha originado en determinados medios polÃticos, pienso que la propuesta en cuestión merece un análisis cuidadoso.
Notemos por de pronto que tan Europa son Polonia o HungrÃa como puedan serlo España o Portugal y que todo proyecto auténtico de unificación europea tiene que partir de esta realidad de base. Pero esta Europa no podrá hacerse mientras subsista sobre nuestro continente el enfrentamiento de los bloques y sigan éstos repartiéndose nuestro territorio como glacis de sus respectivas fortalezas.
Ahora bien, ¿hasta cuándo podrá Europa seguir en esta absurda situación, creada por la tristemente famosa división de Yalta, desde hace ya cuarenta años?
Los belicistas de ambos bandos esperan que la solución se logre por medio de la victoria de uno de los bloques sobre el otro.
Un buen dÃa —dicen los ultras del bloque capitalista— los USA, ayudados por nosotros, hundirán a la URSS y devolverán la libertad a los paÃses del Este europeo, incluida la propia Rusia. Entonces sà que podrá ser reconstituida Europa, la Europa de siempre, la vieja Europa de las tradiciones cristianas.
Los comunistas belicistas, por su parte, parecen mantener una actitud perfectamente simétrica respecto a la anterior. Sólo cuando el capitalismo sea definitivamente vencido por el socialismo internacional podrá recomponerse la unidad europea y lo hará con la participación y la ayuda de la URSS, bajo el signo de la reconciliación proletaria.
Ninguna persona sensata puede creer, sin embargo, que la bipolarización —o división del mundo en dos bloques— puede terminar por la victoria de uno de ellos sobre el bloque adversario, ya que esto habrÃa supuesto previamente una guerra nuclear y la consiguiente destrucción del mundo, asà que ya no habrÃa mundo ni Europa que unificar.
Cabe una tercera hipótesis, más alentadora. Las dos superpotencias tendrán que llegar tarde o temprano a un «modus vivendi», a una coexistencia efectiva y Europa será muy probablemente la zona del mundo en la que esta convivencia se manifestará más claramente.
La primera condición para la convivencia de soviéticos y americanos consistirÃa en reconocer a Europa una situación de libertad que le permitiera curar sus heridas y reconstituirse a sà misma según su propio genio histórico. Ninguna de las dos parte verÃa ya en ella un competidor. Al contrario, la solución de la «paz europea» serÃa beneficiosa para ambas superpotencias al encontrar en ella un terreno apropiado para la comunicación y la colaboración.
Mucho tendrán que cambiar las cosas —dirá alguno— para que se pueda llegar a estos resultados. Pero, ¿qué otro camino nos queda a los que seguimos creyendo en la paz? A los lemas del: «Antes rojo que muerto» —expresión del entreguismo prosoviético— y del: «Antes muerto que rojo» —caracterÃstico del belicismo de cruzada— nosotros oponemos un categórico: «Ni muertos ni rojos, sino todo lo contrario», signo de una Europa genuina y auténticamente libre.
¿Que los belicistas de ambos pelajes nos dicen que estamos locos al pretender esto? Más locos están ellos que —en todo caso— nos proponen una vÃa que conduce directamente al apocalÃpsis.
De cualquier manera el «neutralismo activo» es una doctrina muy difÃcil de llevar a la práctica y que exigirÃa una reflexión minuciosa y un realismo muy agudo, a fin de distinguir entre lo que en cada momento es simple sueño y lo que, por el contrario, serÃa posible llevara cabo de modo efectivo.
Una de las tentaciones que rondan al pacifismo es la del testimonialismo. Los pacifistas debemos rendir testimonio —¡qué duda cabe!— en favor de la paz: debemos presentar la idea pacifista de un modo vivo y comprometido, que la haga profundamente sensible a la opinión pública.
Pero, el testimonialismo no basta. Hace falta también un realismo polÃtico de fondo, que yo suelo comparar con el realismo cientÃfico.
Para ser completamente claro: yo entiendo, por ejemplo, que, para un paÃs como España, existen dos tipos posibles de neutralidad activa. La que el Estado español podrÃa realizar desde fuera de la Alianza Atlántica y la que estarÃa su alcance llevar a cabo desde dentro de la misma.
Claro está que bajo una perspectiva meramente testimonialista la primera posición serÃa mucho más aconsejable que la segunda. Si de lo que se trata es de dar una campanada, no cabe duda de que ésta serÃa fenomenal en el caso de que el pueblo español rechazase desde las urnas la participación en la OTAN.
¿Pero qué ocurrirÃa si España, una vez confirmada su adhesión a la Alianza, se pusiera a hacer el «enfant terrible», como lo están haciendo ya otros estados del continente, negándose a aceptar ciertas imposiciones americanas y abogando por unas posturas más europeas dentro de Europa? ¿No favorecerÃa esto la desbloquearización del continente y del mundo?
No seré yo quien me atreva a dar una respuesta pronta y clara a esta pregunta. Simplemente la brindo a mis amigos partidarios del neutralismo activo, ya que esta segunda manera de neutralidad a la que acabo de aludir no debe ser desdeñada demasiado a la ligera en aras de un testimonialismo de vÃa estrecha.
Las experiencias de estos dos o tres últimos años prueban que es perfectamente posible una actitud de rebeldÃa de los aliados europeos respecto al «hermano mayor» americano para exigir una mayor y más real independencia de acción frente a las dos superpotencias.
Últimamente las reacciones producidas en Europa por la pretensión americana de imponer sanciones económicas a Libia son un ejemplo más de esta posibilidad. Tal serÃa la sustancia del neutralismo activo, tanto si se realizase desde el ámbito mismo de la OTAN como desde fuera de él.
Pero pienso que quizás fuese más fácil, y más efectivo, atenerse a la primera hipótesis que a la segunda.
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