Karlos Santamaria eta haren idazlanak

 

La gran polémica ruso-americana sobre la «guerra de las galaxias»

 

El Diario Vasco, 1985-12-03

 

      En un artículo anterior traté de explicar las principales diferencias entre las armas antimisiles actualmente existentes —de efectividad más que problemática, por cierto— y la proyectada IDS —«Iniciativa de defensa estratégica»— que el presidente Reagan se ha propuesto sacar adelante a toda costa.

      Sin embargo, más importante aun que los detalles técnicos sobre las futuras armas es el análisis del conjunto de problemas políticos y estratégicos que la aparición de las mismas suscitará el día que lleguen a convertirse en realidad —si es que llegan—, y sobre todo, los que están ya planteando, antes de que esto ocurra.

      Los partidarios de la IDS —no todos los políticos usamericanos los son— aducen como primera razón en favor de la misma el hecho de que la supuesta defensa suprimirá el peligro de la sorpresa y de un «primer golpe» tumbativo por parte de un país agresor, que en este caso no podría ser otro —evidentemente— que la Unión Soviética.

      Con ello —añaden— se elevarán las posibilidades de negociación. La «defensa estratégica» no va a instalarse de la noche a la mañana. Se está sólo en una fase de investigación que ha de durar necesariamente varias décadas. Se abrirá pues un —período de transición, durante el cual podrán tomarse, en cooperación con la URSS, todas las medidas necesarias para dar paso a la nueva situación de paz mucho más sólida que la actual disuasión al mismo tiempo que irán desapareciendo, poco a poco, las actuales armas convencionales de alta tecnología y las armas nucleares, de ambas superpotencias.

      En suma, la IDS habrá servido para abrir una gran etapa de paz, allá en las primeras décadas del siglo XXI. En esta nueva fase la amenaza de guerra nuclear habrá quedado completamente excluida y no podrá ya hablarse de la «guerra de las galaxias», sino como dice Reagan, de la «paz de las galaxias».

      Sin embargo, del lado soviético las cosas se ven de un modo muy distinto. Si América llega a hacerse invulnerable estará en condiciones de asestar el primer golpe a la URSS, en el momento que le parezca conveniente, sin el menor riesgo por su parte. La situación volverá en cierto modo a ser la del año 50, cuando los EE.UU. poseían el monopolio de la bomba atómica y hubieran podido aplastar a Rusia si lo hubiesen deseado.

      Eso significaría un retroceso de gravísimas consecuencias dado el desarrollo armamentístico que existe en la actualidad y que es inmensamente superior al de los años 50. La URSS podría sentirse obligada a atacar nuclearmente a los EE.UU. antes de que éstos montaran su nueva defensa. El proyecto IDS resultaría pues altamente desestabilizante. Sería como poner el dedo en el gatillo de la guerra nuclear.

      Los soviéticos aseguran que antes de que los americanos hagan avanzar su proyecto ellos responderán con nuevos inventos y adoptarán los medios necesarios para anular el sistema defensivo de los EE.UU. Como quiera que éste no puede llegar a ser absolutamente perfecto, siempre será posible «colar» un pequeño porcentaje de misiles a través del mismo. La estrategia rusa consistirá pues en utilizar el método de «saturación», multiplicando enormemente el número de los misiles lanzados contra la USA y procediendo además de modo que la destrucción producida por cada misil sean lo más grande posible. Se volvería con ello a las «bombas gigantes» de los primeros tiempos con objeto de aprovechar al máximo los tiros.

      Â¿Se decidirá la URSS a montar una defensa estratégica paralela o simétrica de la que ahora proyectan los USA? ¿Estaría Rusia en condiciones de soportar el enorme peso económico que esto le supondría?

      Esta es una de las principales interrogantes que subyace a todo este asunto. Quizás la política americana consiste en el fondo en querer hundir económicamente a los soviéticos, impidiéndoles la reconstrucción interior que ahora se han propuesto, según el reciente programa del Partido Comunista de la Unión Soviética.

      De cualquier manera es muy probable que la IDS conduzca a una nueva carrera de armamentos. Antes fue la de las armas nucleares ofensivas. Ahora sería la de las armas defensivas, no menos onerosas que las anteriores.

      Para Europa, posible teatro de una III Guerra Mundial que equivaldría a su destrucción, todas estas discusiones son desconcertantes. En la IDS nuestro continente no tiene probablemente nada que ganar, pero sí puede ver comprometida su seguridad en mucho mayor grado que ahora. ¿De qué serviría, por ejemplo, la «force de frappe» francesa en el caso de que los dos colosos se hubieran convertido en fortalezas inexpugnables?

      Verdaderamente el lío estratégico es «morrocotudo» y no se comprende cómo en estas condiciones se nos quiere hacer votar un referéndum que sobrepasa a ojos vista la capacidad de decisión del simple ciudadano.

 

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