Karlos Santamaria eta haren idazlanak
Xavier Zubiri
El Diario Vasco, 1983-09-25
La muerte de Xabier Zubiri no es un hecho que pueda pasar inadvertido en este rincón del periódico que suelen ser nuestros «Aspectos». Pienso que aquà le debemos a Zubiri —por varios motivos— un homenaje Ãntimo: la dedicación de un recuerdo que ha de ser forzosamente más afectivo y sensitivo que intelectual.
Zubiri era un donostiarra nato: no sólo habÃa nacido en San Sebastián, como todo el mundo saber, sino que muchos rasgos de su carácter sencillo y afable denotaban el modo de ser del genuino donostiarra del primer tercio del siglo. Esto es lo que yo llamarÃa la «donostiarridad» de Zubiri que poco o nada tiene que ver, por cierto, con lo que hoy en dÃa se suele entender por «donostiarrismo».
Don Juan Zaragüeta, aquel inolvidable y perfecto amigo —que lo era entrañable de Xavier Zubiri— solÃa ser nuestro anfitrión una vez al año. Nos reunÃa todos los veranos a comer en algún lugar campestre, casi siempre cabe al Urumea, por la parte de Epeleko. Fue en aquellos largos y «dulcÃsimos ágapes» —como hubiera dicho San AgustÃn— donde yo aprendà a conocer y a entender a Zubiri.
Nuestras sobremesas duraban horas. A Zubiri le gustaba introducir en la conversación palabras y expresiones completamente jatorras, ante las cuales Zaragüeta —hombre de buen apetito— solÃa sonreÃr paternalmente, entre bocado y bocado.
Cuántas veces le oà a Zubiri lanzar un «ortziokpa» —«¡or ziok ba!»: ¡«ahà está pues!»—, o un «auskalo», o un «¡emen dek!».
«¡Emen dek!». ¡Ya está aquÃ!. Añoranza donostiarrÃsima de los viejos tiempos del «sokamuturra» de Angelito Minondo y los suyos, que nuestras madres nos contaran tantas veces y con tanta emoción.
Recuerdo que cuando Zubiri publicó «Sobre la esencia» tuve la peregrina idea de escribir un artÃculo en euskara —un «Dizdirak» de los que yo solÃa publicar por aquel entonces en el semanario «Zeruko Argia»— dedicado a comentar tan importante obra filosófica.
Explicaba yo en el mismo lo que a mi juicio era la clave del pensamiento de Zubiri expuesto en el libro, es decir, que para éste el primer objeto de la FilosofÃa no era el ser, ni siquiera el existir, sino el conocimiento de lo real como real. Separar lo real de lo irreal era pues para Zubiri el primero y más elemental quehacer de la FilosofÃa esencial.
En su libro, Zubiri definÃa la realidad como lo que es «de suyo», o «de por sû. Profundizaba enormemente este «ser de suyo» y lo adoptaba como punto de partida de su FilosofÃa.
Para decir todo esto en euskara —cosa ciertamente nada fácil— utilizaba yo las palabras «berez» y «berezko», que sin forcejeo lingüÃstico alguno pueden significar precisamente eso mismo: «el ser de suyo».
— «Zer da errealitatea? Errealitatea da berez dena» (¿Qué es realidad? Realidad es lo que es de por sÃ, lo que es de suyo, lo que es «berezko») Asà escribÃa yo con toda frescura en el «Zeruko Argia».
Naturalmente envié a Zubiri mi articulito. Poco después nos vimos y me dijo que éste le habÃa divertido mucho. Sobre todo la palabra «errealitatea» le habÃa hecho reir un rato largo (pero ¡qué le vamos a hacer!: asà eran y son las cosas del euskara. No hubiera sido posible cambiarla por otra cualquiera, introduciendo un neologismo más o menos «garbizale» que lo hubiese estropeado todo).
Zubiri me confesó además que para entender mi artÃculo habÃa tenido que leerlo en voz alta. (Misteriosos caminos de la palabra y de la idea que en este caso habÃa ido de los ojos al cerebro, del cerebro a la boca, de la boca al sonido, del sonido al oÃdo y del oÃdo otra vez al cerebro del filósofo).
Y es que Zubiri el euskara lo llevaba dentro; no lo habÃa perdido del todo. Quizás aquél «de suyo» era la reminiscencia de un «berez» de sus años de infancia y adolescencia donostiarras.
Pero la filosofÃa de Zubiri ¿es actual? Y sobre todo, ¿es actuante? ¿Vale para algo? —preguntará algún maligno lector.
Sobre estos puntos trataré de explicarme en otra ocasión.
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