Karlos Santamaria eta haren idazlanak
Evocación de Jacques Maritain
El Diario Vasco, 1982-11-28
Quiero dedicar este «ASPECTOS» a evocar la figura, la noble figura, del filósofo cristiano Jacques Maritain.
Ahora se cumplen cabalmente los cien años desde su nacimiento y esta efemérides no ha pasado del todo inadvertida entre nosotros, como hubiera sido de temer dado el estado de insensibilidad espiritual en que vive nuestra sociedad.
Recientemente, en estas mismas columnas de D.V., el escritor Néstor Luján dedicaba a Maritain un jugoso artÃculo que habrá merecido sin duda la atención del avisado lector.
La filosofÃa de Maritain se inscribe en la lÃnea del realismo. Esto significa que en ella se afirma la posibilidad de conocer de algún modo lo real. Para el realismo el resultado de este conocimiento no es un puro fantasma, ni una mera apariencia, ni un simple «noúmeno», o cosa pensada, que en definitiva nada nos revela sobre la cosa en sÃ. Para el realismo el conocimiento es una información certera a cerca de la realidad que está fuera de nosotros mismos y sobre la cual podemos actuar y actuamos, dentro siempre de nuestra radical limitación.
El idealismo habÃa debilitado y casi anulado esta fe en el valor del conocimiento. HabÃa condenado a nuestros espÃritus a devorarse a sà mismos; a vivir en soledad en medio de un mundo de sombras.
Claro está que el realismo de Maritain, como el de Santo Tomás, no puede ser confundido con el realismo ingenuo de la vida corriente. Es, ante todo, un realismo crÃtico, sometido a permanente revisión y a severas reglas lógicas, tanto o más que el propio realismo cientÃfico.
Ahora bien, Maritain no fue sólo un filósofo puro, dedicado por entero a la especulación metafÃsica, como puede serlo, por ejemplo, un Zubiri. Dedicó una gran parte de su esfuerzo intelectual a la construcción de un pensamiento polÃtico y social, de inspiración cristiana, pero de modernidad indiscutible, en el que el hombre y su libertad ocupan de modo evidente el lugar central.
Estas mismas ideas le obligaron en los años treinta-cuarenta a librar grandes batallas ideológicas contra el totalitarismo imperante, que se habÃa adueñado de muchas mentes, e incluso de un gran número de mentes cristianas. Decir que, en aquel momento, en que Maritain defiende la libertad y la democracia frente al fascismo y al nacional-socialismo, muchos cristianos europeos deseaban ardientemente el triunfo de Hitler y que una buena parte de la jerarquÃa católica estaba más o menos ganada a esta idea, no tiene hoy nada de extraño ni de revelador.
De aquà el tremendo choque que opuso a Maritain con el régimen español de la época y con los teólogos reaccionarios que exigÃan su condenación como «modernista».
En el periódico «El PaÃs» Gregorio Peces Barba acaba de hacer un comentario sentido y profundamente respetuoso sobre la personalidad y la obra de Maritain. Como se sabe, el nuevo presidente del Parlamento español defendió en 1970 una tesis largamente trabajada acerca de la filosofÃa polÃtica de Maritain y —algo más tarde— publicaba una obra titulada: «Persona. Sociedad. Estado», en la que se recogÃa lo esencial de dicha tesis.
Peces Barba me envió entonces un ejemplar dedicado de su libro. Ahora he vuelto a repasarlo, no sin cierta emoción al recordar otros tiempos en los que, en el Estado español, ser amigo de Maritain o de sus ideas equivalÃa a una especie de absurda y arriesgada aventura polÃtico-religiosa.
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