Karlos Santamaria eta haren idazlanak
Sobre el personalismo
El Diario Vasco, 1982-10-24
Uno de los lÃderes centristas que actualmente toman parte en la pelea electoral declaró hace dos o tres semanas que la ideologÃa de su partido era el personalismo, o, más concretamente, el personalismo comunitario.
Qué cosa sea el personalismo no es cuestión que pueda debatirse a fondo, aquà y ahora, en medio de la «bagarre» electorera en la que está metido el paÃs en este momento. Tiempo habrá después para aclarar ideas: si personalismo se opone o no a socialismo, etc.
Conviene hacer notar, sin embargo, que, contra lo que suele decirse habitualmente, Emmanuel Mounier no fue el inventor del personalismo comunitario. Jacques Maritain habÃa ya expuesto y desarrollado esta idea en su famosa conferencia de Santander en agosto de 1934, en plena segunda república española, como puede verse en su obra «Humanisme intégral» (Aubier 1947 pág. 140).
Ahora bien, pese a la declaración del lÃder centrista citado, adoptando como ideologÃa de su grupo el personalismo, se da la circunstancia paradójica de que, según uno de los principales maestros de esta doctrina —Jean Lacroix— el personalismo no sólo no es una ideologÃa, sino que constituye la anti-ideologÃa por excelencia. Esta idea no es quizás importante desde un punto de vista polÃtico; pero sà lo es en la perspectiva teórica en la que suele situarse generalmente nuestra columna.
El personalismo —viene a decir Lacroix— no es una ideologÃa, ni tampoco una filosofÃa, sino una inspiración, es decir una intencionalidad, que prima sobre todo lo demás, versus la libertad de la persona humana.
Es personalista el hombre que en toda cuestión social; polÃtica, religiosa, educativa, económica, jurÃdica, etc. pone por delante esta consideración.
Lo que esencialmente le importa en todas esas actividades no es la cosa material, ni el aparato colectivo, ni la grandeza del Estado, ni el engranaje ideológico, sino saber si todo ello entra de modo efectivo en la órbita de la persona. Cualquier régimen o sistema que cumpla esta condición puede ser calificado, con toda razón, de personalista.
Se puede ser liberal sin ser personalista, cuando se defiende por ejemplo la libertad de empresa de un modo que contradice u oprime los derechos básicos del obrero o del consumidor. Por el contrario, se puede ser socialista o comunista y al mismo tiempo personalista, si el sistema que se propugna respeta efectivamente la libertad esencial de las personas.
Definido pues el personalismo como inspiración en favor de la persona, se comprende la incompatibilidad que existe entre él y las ideologÃas.
Las ideologÃas son a menudo mundos cerrados, dentro de los cuales los hombres no pueden pensar ni actuar con espontaneidad y libertad.
Ciertamente, las ideologÃas son necesarias bajo muchos puntos de vista, porque el hombre no es un ser aislado, sino —en gran parte— un producto del medio social y humano en que nace y vive.
Pero cuando las ideologÃas se convierten en sistemas independientes de las voluntades y de las inteligencias de los individuos, como pasa muchas veces en polÃtica, entran en flagrante contradicción con la inspiración personalista.
El personalismo se opone a aquella captación, sea cual sea el contenido de la ideologÃa que se imponga. Ni siquiera la mayores verdades deben ser impuestas a los hombres por medio de la coacción ideológica.
Resulta asà la afirmación de Jean Lacroix de que el personalismo es, en su ausencia, una anti-ideologÃa.
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