Karlos Santamaria eta haren idazlanak

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El poscristianismo

 

El Diario Vasco, 1982-08-15

 

      Se habla actualmente del poscristianismo como de un fenómeno conexo con el de la «muerte de Dios». La idea de Dios —se dice— ha perdido toda vigencia en el ámbito de la modernidad. En tales condiciones el cristianismo no sirve ya para afrontar los problemas de la civilización. Los cristianos deben decidirse a hacer una «lectura atea» del evangelio, de la cual surgirá —se afirma— una interpretación del cristianismo enteramente distintas de lo que hasta ahora se había tenido por tal.

      Â¿Un cristianismo ateo? En el reino de la anfibología toda contradicción parece posible.

      Notemos que la prefijación en «pos» —o en «post»— se ha generalizado estos últimos años dando origen a una serie de neologismos absolutamente ambiguos. No sólo se habla de poscristianismo, sino también de posfilosofía, de posmarxismo, de poscapitalismo, de posliberalismo, de sociedad postindustrial, etc... Incluso hemos leído recientemente en una prestigiosa revista francesa una referencia a cierta presunta postsocialdemocracia que vendría a situarse entre el posmarxismo y el posliberalismo. ¡Demasiado retruécano en todo esto!

      El prefijo en cuestión evoca de modo casi inevitable la idea de un acabamiento, un derrumbamiento o una catástrofe previa. Y uno se pregunta: en medio de esta gran liquidación por derribo, ¿hay algo que exista por sí mismo? ¿Algo que no sea post?

      En España dos pensadores importantes —entre otros— han aludido últimamente en sendos artículos de «El País» al tema del postcristiano: José L. Aranguren y el jesuita José Gómez Caffarena.

      Aranguren establece una distinción entre los cristianos críticos por una parte, y los postcristianos, por otra. Los primeros —dice— aunque disconformes con muchas cosas del cristianismo actual, se consideran a sí mismos como cristianos y siguen esperando de la Iglesia «la iglesia eclesial, no la Iglesia eclesiástica», precisa Aranguren —una contribución decisiva a la liberación social del hombre. Los postcristianos, en cambio, aparte de no tener muy clara su identidad cristiana —ya que ni siquiera saben ellos mismos si son o no cristianos— no creen ya en modo alguno en la función «política» de la Iglesia. Para ellos pasó ya definitivamente la época del «cristianismo social». Sin embargo —añade Araguren— estos mismos postcristianos siguen sintiéndose de alguna manera «concernidos por el Evangelio y la referencia a Cristo».

      Para Gómez Caffarena el postcristianismo viene a negar algo que hasta hace poco existía, pero ya no existe, al menos de la misma manera o en la misma medida que antes. Es evidente —razona Caffarena— que todo lo que se afirme sobre una situación postcristiana dependerá de lo que se entienda por cristiano. Este entendimiento lo ve él bajo tres aspectos. En primer término el cristianismo originario, la religión de Jesús y de sus primeros seguidores. En segundo lugar, la tradición de las Iglesias, con su fuerte carga cultural y dogmática. Y —finalmente— lo que se suele llamar la Cristiandad, es decir, la construcción social y política de unas sociedades cristianas fuertemente marcadas por el cristianismo, sociedades que existieron en el pasado pero que ya tienen viabilidad. Pues bien, los postcristianos niegan total o parcialmente estos elementos básicos de «lo cristiano».

      Pero para Gómez Caffarena esta negación no se produce desde fuera del cristianismo: «el occidental que niega lo cristiano lo hace desde algo cristiano, que ha heredado, (aunque quizá ya muy emancipado o sincrético)». Por otra parte, la negación que va implícita en el prefijo «post», no es categórica, sino dialéctica: es decir no es simple destrucción sino conservación, negación y superación, las tres cosas a la vez, como lo requiere la correcta lógica hegeliana.

      Debo decir sin embargo que a mí, personalmente, esa denominación «post» no me parece adecuada cuando se trata de aplicarla al cristianismo. En realidad una especie de cristianismo «extra-cristiano», es decir actuante en la civilización fuera del campo religioso propiamente dicho, ha existido siempre desde los primeros siglos del cristianismo y pienso además que este fenómeno histórico no ha sido todavía bien analizado.

      Pero en todo caso yo no le llamaría postcristianismo, sino paracristianismo. (De esto mismo hablaremos en otra ocasión).

 

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