Karlos Santamaria eta haren idazlanak
Espacios fronterizos
El Diario Vasco, 1982-05-09
En una reunión de dirigentes centristas vascos se ha propuesto hace unos dÃas la creación de lo que llaman un «espacio policial pirenaico», cuya finalidad serÃa la de hacer posible la «persecución en caliente» de determinados delitos.
No teniendo el menor conocimiento en cuestiones de técnica policial, no pretendo, ciertamente, analizar aquà las posibilidades reales que la propuesta podrÃa ofrecer en el campo de las «persecuciones en caliente», etcétera.
Pero la idea me parece, en cambio, interesante desde un punto de vista mucho más general: a mi modo de ver las cosas, la creación de un «espacio fronterizo» con caracterÃsticas propias es una auténtica necesidad para el futuro de la comunidad vasca.
En Europa hace bastantes años que se viene hablando del establecimiento de regiones fronterizas, las cuales, no sólo contribuirÃan a restablecer el equilibrio de ciertos pueblos atravesados por fronteras polÃticas entre estados, sino que servirÃan también para suavizar y racionalizar las relaciones entre los propios estados continentales.
Es un tema que a mi me ha preocupado mucho desde hace tiempo y sobre el cual se han dicho y escrito bastantes cosas interesantes en los medios federalistas europeos, pero, por desgracia, debemos afirmar que, en ese terreno, todo está aún por hacer.
Basta mirar el mapa polÃtico de Europa para darse cuenta de que son muchos los pueblos y regiones de nuestro continente que se hallan afectados por situaciones fronterizas.
Refiriéndome concretamente al caso vasco pienso que ciertas necesidades de nuestro pueblo —es decir, de Vasconia en su totalidad septiforme— jamás podrán ser satisfechas mientras las instituciones oficiales vascas de ambos lados de la frontera no puedan trabajar en continuada y estrecha colaboración en numerosos dominios esenciales de la vida pública.
Que, de un modo o de otro, se venga a reconocer que en un paÃs como el nuestro ciertos problemas no pueden ser planteados de un modo unilateral, en rÃgida oposición de soberanÃas, me parece pues un hecho interesante.
El concepto de soberanÃa, introducido por el francés Bodin en el siglo dieciséis, ha sido denunciado muchas veces por internacionalistas modernos como el máximo enemigo de la paz. Pero ahà sigue en pie, sin que se haya encontrado todavÃa ningún otro que pueda sustituirlo. Véase, por ejemplo, el absurdo conflicto de soberanÃas de las Malvinas. ¿No habrÃa otro modo más humano de plantearlo?
A nosotros los vascos la doctrina de las soberanÃas nos «parte por el eje» porque para la mayorÃa de los polÃticos centralistas, tanto españoles como franceses, en el Bidasoa termina una nación soberana y empieza otra igualmente soberana y totalmente distinta de la anterior.
Puestos a buscar ideas que puedan moderar o desplazar el invivible sistema de las soberanÃas, el concepto de «région frontalière» puede jugar hoy un útil papel y asà lo admiten actualmente bastantes tratadistas.
En el pueblo vasco somos, por ejemplo, muchos los que sentimos la necesidad de un «espacio cultural pirenaico» común a las dos laderas. ¿Cómo tratar los problemas del euskera y de la cultura vasca si las dos mitades estatales de este pueblo estuviesen condenadas a ignorarse mutuamente y a vivir indefinidamente separadas por un insalvable muro polÃtico?
Análogamente creo que nos hacen falta un «espacio económico» y un «espacio turÃstico» fronterizos, ya que bajo estos aspectos la complementariedad de las dos partes de la comunidad vasca —la peninsular y la continental— es un hecho normal y admitido por todos los expertos.
Y siguiendo la misma lÃnea, pienso que habrÃa que hablar también de un «espacio deportivo fronterizo», de un «espacio eclesiástico fronterizo», etcétera.
Yo me atreverÃa pues a pedirle al inventor de la fórmula del «espacio policial pirenaico» que hiciese un esfuerzo mental para tratar de generalizar y extender su concepto a otros campos más sustanciales y sustancioso para la vida del pueblo vasco.
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