Karlos Santamaria eta haren idazlanak

 

Construir solidaridades

 

El Diario Vasco, 1982-01-03

 

      Los precursores del socialismo no pensaron en romper la sociedad, sino en unirla bajo el signo de una justicia social aceptada por todos los ciudadanos y todas las clases. Quizás esto fuese un mito o una utopía, no lo sé. Pero tal era lo que pretendían aquellos «hombres sociales», a los que —naturalmente— me libraré muy bien de llamar socialistas. Sin duda, fue Marx el que introdujo el antagonismo y la lucha de clases y, con ello, la ruptura de la Humanidad entera y de cada una de las sociedades que la forman en dos bloques antitéticos: dominantes y dominados; explotadores y explotados.

      Se ha dicho alguna vez que la pretensión última de la filosofía de Hegel fue la de transformar los antagonismos en armonías. En cambio, pienso que la actitud de Marx fue exactamente la inversa. Es decir, que, aunque Marx buscase también, «en última instancia», una armonía —la sociedad sin clases, etc.— su dialéctica materialista le llevó en lo inmediato a buscar las contradicciones y a tratar de convertir las armonías en antagonismos, postura de la que, según parece, han aprendido mucho nuestros actuales «gauchistas» o izquierdosos.

      A Marx le fastidiaban todas las posiciones concordistas o armonizadoras que en su tiempo trataban de buscar la paz social y de suavizar los males de la sociedad capitalista. Para convencerse de ello, basta leer, entre otros muchos textos, los párrafos que dedica en el «Manifiesto Comunista» a los que él llamaba «socialistas burgueses»: «estas gentes que quieren paliar las lacras sociales a fin de mejor defender así a la sociedad burguesa». Y Marx da a continuación una lista que parece exhaustiva de este tipo de personas: «economistas, filántropos, humanitarios, mejoradores de la situación de la clase obrera, organizadores de obras benéficas, protectores de animales, fundadores de sociedades de templanza, falsos reformadores de todo pelaje».

      Está claro que todas estas personas le molestan a Marx, y esto por la simple razón de que son gentes que quieren paliar, armonizar, o allanar las contradicciones de la sociedad, en lugar de afrontarlas de modo real a nivel de lucha de clases.

      Las anteriores consideraciones vienen a cuenta de unas declaraciones formuladas por el sindicalista francés Edmond Maire.

      Dice así el secretario general de la CFDT: «Construir nuevas solidaridades es esencial en este momento para que una sociedad, cuyos lazos están a punto de romperse del todo, pueda remontar al pendiente».

      Â¡Solidaridad! ¡Construir solidaridades! He aquí un concepto que pertenece de lleno al repertorio de los «hombres sociales» del pre-marxismo a los que antes hemos aludido: solidaridad, comunitarismo, mutualismo, cooperativismo, reciprocidad, federalismo, armonía de las fuerzas sociales para el progreso, la paz, la ley, el orden y el bienestar colectivo fueron —en efecto— los principales tópicos manejados por aquellos «socialistas burgueses» que se llamaron Saint-Simon, Fourier o Proudhon.

      Podrá decirse que estas ideas están ya trasnochadas y que en su mayor parte, son puro romanticismo. Pero es evidente que todo depende del modo de interpretación y aplicación que se dé a las mismas.

      Crear solidaridades puede ser algo sumamente necesario en una sociedad como la nuestra —la sociedad vasca de hoy— que sufre de profundas rupturas.

      Pero, de la misma manera que el movimiento no se hace hablando sino andando, las verdaderas solidaridades no se podrán construir predicando, sino construyendo. Es la tarea común lo único que realmente puede crear la auténtica solidaridad de un pueblo. Por el contrario, cuando una gran tarea es acometida por uno solo —un hombre, un partido, un grupo ideológico, una clase, una iglesia, etc.— con exclusión de todos los demás, la misma, no sólo no creará solidaridad, sino que hará que las gentes se desolidaricen cada vez más entre sí.

      Así el individualismo, el mono-partidismo, la conciencia rupturista de clase y cierta forma muy actual de clericalismo, se oponen a la creación de nuevas solidaridades. Este es un punto importante para el futuro y habría que estudiarlo con minuciosidad.

 

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