Karlos Santamaria eta haren idazlanak
Mitterrand, el literato
El Diario Vasco, 1981-08-16
Además del Mitterrand polÃtico hay un Mitterrand literato que algunos consideran como uno de los más brillantes escritores contemporáneos de la lengua francesa. No menos de diez tÃtulos actuales en librerÃa, sacados a la luz por los mejores editores de Francia, dicen algo en favor de esta idea.
Pienso que entre las dos personalidades de este hombre, el literato y el polÃtico, hay una especie de correlación esencial; es decir, que la actividad literaria de Mitterrand no es una cosa accidental o accesoria frente a su actividad polÃtica. Mitterrand no es uno de esos hombres públicos que —a ratos perdidos y para escapar de las pesadas cargas sociales de su oficio— se dedican a componer poemas o a escribir novelas, como parece que hacÃa algunas veces don Emilio Castelar.
Mitterrand escribe siempre, o casi siempre, de polÃtica; y ésta es precisamente su forma habitual de hacer literatura, la polÃtica —como la historia— es, al fin y al cabo, un excelente material para la inspiración literaria. Cuál de esas dos cosas, la polÃtica o la literatura, es esencial y cuál accesoria en esas páginas —cuál la paja y cuál el grano— no es cosa que pueda decidirse fácilmente y asà lo confiesa el propio Mitterrand al comentar el tÃtulo de uno de sus mejores libros: «La paille et le grain».
Este polÃtico-literato nos sorprende a menudo con sus apuntes marginales. Podrá tratarse del asunto más endiabladamente polÃtico: nuestro autor sabrá siempre suavizarlo, poner comprensión y sentimiento allà donde sólo parecÃa haber lucha e intolerancia. El comentario sabroso, la cita oportuna y bien elegida, la reflexión profunda, el juicio condescendiente... moderan y sazonan toda la obra escrita de François Mitterrand.
Yo suelo pensar que el éxito polÃtico logrado por Mitterrand y el apoyo que éste ha recibido de una buena mayorÃa de ciudadanos franceses, no ha sido debido tanto a sus ideas socialistas como a su modo personal de exponer, sentir y vivir estas mismas ideas.
Leyendo sus libros uno se imagina a Mitterrand como un sectario hombre de partido. No todos los hombres de partido suelen ser sectarios, pero sà muchos de ellos. Mitterrand ha dicho alguna vez que «el sectarismo es el bacilo de Koch de los partidos polÃticos». No veo a Mitterrand como un hombre encasillado en una disciplina, ni, menos aún, en una doctrina polÃtica concreta.
«No teman —escribe más de una vez— cuando entremos en contacto con el poder no vendremos con un diccionario marxista debajo del brazo».
Creo que el profesor Tierno Galván ha interpretado la cosa perfectamente cuando ha dicho, después de su reciente entrevista de treinta y cinco minutos con el presidente galo —en la que hablaron también «de libros» —que ha encontrado a Mitterrand «bastante desligado de los condicionamientos de los partidos polÃticos, incluso del suyo y en camino de convertirse en un auténtico jefe de Estado».
Mitterrand literato es un hombre que ama la quietud campesina, los rÃos, la luz equinoccial, las bandadas de grullas, los capullos de la camelia blanca —«celle fleur sans complaisance»— el debate hasta el fin sobre la libertad y el silencio.
«A chacun sa drogue. La mienne est le silence. Comme il se doit, je l'aime et je le crains».
«Sin el silencio —añade— pierdo este sentido sutil que permite comunicarse con el alma de las cosas. Las sensaciones se gastan pronto. Tres meses metido en ParÃs y los olores de la selva me turban. Es la señal de alerta. Cuando ya no reconozco el ser de la naturaleza es que estoy a punto de olvidar el de los hombres».
Este socialista, de un socialismo de rostro humano, reconoce haber sido educado en una escuela confesional, de la cual ha guardado sus «attaches» y el recuerdo de sus maestros «bienveillants et paisibles».
«Nul ne m'a lavé le cerveau. J'en suis sorti assez libre pour user de ma liberté».
«La Biblia ha alimentado mi infancia... Después de tal aprendizaje ¿cómo no comprender que un socialista tiene derecho a creer en Dios?».
Mitterrand el hombre, Mitterrand el literato, el humanista, puede ser quizás la mejor explicación del éxito polÃtico de Mitterrand.
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