Karlos Santamaria eta haren idazlanak
La dialéctica
El Diario Vasco, 1981-07-19
Exceptuados los filósofos profesionales, los tratadistas de la cultura y algún que otro teólogo, nadie o casi nadie se acordarÃa hoy de Hegel si no fuera por Marx.
Es cierto que los actuales regÃmenes marxistas nada tiene que ver ya ni con Marx ni con Hegel y que la famosa Diamant es hoy poco más que un artÃculo de museo en la polÃtica y en la práctica social de esos regÃmenes.
Hay incluso quien ha llegado a preguntarse si toda aquella grandiosa construcción de Jorge Guillermo Federico Hegel no fue algo asà como el sueño de una noche de verano en la mente de un poeta genial.
Pero los hechos históricos, las revoluciones marxistas y todo lo que sobre éstas se construyó, están ahà para probarnos que —de alguna manera— la dialéctica hegeliana se hizo historia real e incluso historia material o tangible.
Ramón Valls —bien conocido en los medios intelectuales donostiarras todavÃa hace poco, asumió la difÃcil tarea pues fue él quien todavÃa hace poco asumió la difÃcil tarea de poner en marcha los estudios filosóficos de la Universidad del PaÃs Vasco en nuestra ciudad acaba de publicar un pequeño libro titulado: «La Dialéctica: un debate histórico».
No sólo es un libro pequeño —gran virtud— sino también un libro amable y divertido, que ayuda al inquieto lector a abrirse paso frente a un tema ciertamente profundo y difÃcil. En efecto, en este libro el autor se pasea con gran agilidad por veinticinco siglos de historia de la filosofÃa, desde Anaximandro y Heráclito hasta el post-marxismo, a la busca de toda huella o traza de Dialéctica que pueda encontrarse en ella.
Por supuesto, la exposición de Valls no se refiere tanto a la Dialéctica subjetiva —manera de argumentar destinada sobre todo a desconcertar al adversario— como a la Dialéctica objetiva, es decir aquella concepción filosófica que parte del descubrimiento de que el ser de las cosas lleva dentro de sus propias entrañas la negación de sà mismo.
Valls no nos da una definición de la Dialéctica; esto serÃa evidentemente imposible. Pero sà nos da una primera aproximación del concepto.
«Calificamos de dialéctico —escribe— todo aquello que se mueve en virtud de alguna negación».
Movimiento y negación son, en efecto, los elementos esenciales de toda concepción dialéctica. Pero no ambos por separado sino constituyendo, por asà decirlo, una sola y misma realidad. La realidad es móvil, pero es móvil, porque es contradictoria. Donde la filosofÃa del ser ve armonÃa, quietud, perfección, la dialéctica ve pues, oposición, movilidad, no-acabamiento.
Ahora bien, parece que Valls ha hecho un descubrimiento al que, de modo por completo discreto, hace referencia en su libro. Y es que pese a las apariencias tanto la filosofÃa de Hegel como la teorÃa revolucionaria de Marx buscan no la negación sino la reconciliación. Ambas son teorÃas mesiánicas que prometen un final feliz a la aventura humana.
Para Hegel será la Conciencia que vuelve de su larga procesión por el mundo exterior reconciliado ya en la Ciencia o el Saber total. Para Marx será la sociedad sin clases que se construye ya en la lucha revolucionaria.
¿La Dialéctica deja de ser asà una filosofÃa «in-quietante» para convertirse en una filosofÃa «quietante»?
Puede que sea asÃ. En cualquier caso el mundo de hoy parece ir más que por lo segundo que por lo primero.
La civilización está cansada. Busca la quietud en medio de la inquietud. La antidialéctica vuelve a estar de moda.
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