Karlos Santamaria eta haren idazlanak
Theory of Queues
El Diario Vasco, 1959-10-11
El enamorado que espera a su amada «au clair de la lune» no da, quizás, demasiada importancia al tiempo perdido en tan dulce como incómoda ocupación. El marido, que no encuentra la comida a punto a la hora convenida, resultara, por lo general, menos complaciente a este respecto.
Nada digamos del ciudadano contribuyente que hace cola ante la taquilla donde se recoge el recibo coloreado; puede asegurarse que este honroso sacrificio cÃvico no le causará el menor bienestar ni el menor deseo de sonreÃr.
Esperar o hacer esperar a otros es, desde el punto de vista del interés general, una operación antieconómica y contraria al bien común.
Los americanos han inventado una rama nueva de las matemáticas que se llama la «Theory of Queues». Han descubierto, en efecto, que las «colas» —que se producen por todas partes y en la forma más diversa— son causa de enormes perjuicios económicos. Se han puesto a analizar la formación de las «colas», su mecánica interna, sus leyes de crecimiento, sus graves y malignas consecuencias y el modo de evitarlas.
Un conductor que medita ante la señal roja o junto al puesto de gasolina premiosamente atendido por una anciana inválida. Un fabricante que tiene que detener el funcionamiento de tal o cual sección de su fábrica en espera de que un proveedor le sirva determinada materia prima. El capitán de un barco que atiende turno para la descarga. El usuario del teléfono que «tiene la bondad de esperar a que haya lÃnea». El piloto que hace tiempo hasta que el control le autorice a tomar tierra en uno de esos inmensos aeropuertos de cincuenta al minuto. Toda esa gente y otra muchÃsima más —la lista de casos se harÃa interminable— pierde tiempo, es decir, pierde jornales, gasolina, trabajo, dinero y luego, como consecuencia de ello, se lo hace perder a los demás. Los demás somos todos, somos nosotros mismos: tú, lector, yo, todos.
La «teorÃa de colas» va a permitir ahorrar muchos de estos gastos inútiles. Los análisis que se publican en las revistas especializadas son de lo más útil y curioso.
SerÃa bueno, sin embargo, que cada uno comenzase ya a aplicar sus propias ideas sobre este asunto dentro del lÃmite de sus propias actividades.
El primero de todos y con evidente razón el más importante de estos supresores de colas, deberÃa ser el Estado. ¿Cabe llegar a una organización racional de la administración, del rodaje burocrático y de los servicios públicos, de suerte que puedan ser evitados para el ciudadano o para los propios servicios privados y públicos; muchas de las esperas inútiles? Pensemos, por ejemplo, en las colas judiciales de años. ¿Qué dice de esto la «theory of queues»? ¿No cabe reducirlas?
La respuesta a todas estas preguntas será probablemente afirmativa, pero para llevarla a la práctica habrá que empezar por ver claro y luego superar la rutina y a veces, incluso, los pequeños intereses creados.
¿Quién no ha oÃdo hablar de paradas fantásticas, en pequeñas estaciones de tren, exclusivamente destinadas a proteger los intereses de una favorecida cantinera? Probablemente no hay ninguna verdad en esta historia; yo no la he creÃdo nunca; pero tiene para mà un valor metafórico.
Una cola es un remanso sin gracia ni poesÃa, donde el ritmo de la gente queda detenido por un gollete fatal, visible o invisible.
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