Karlos Santamaria eta haren idazlanak
Pensador desconcertante
El Diario Vasco, 1959-07-26
Se ha intentado muchas veces fijar la posición del pensamiento unamuniano respecto del problema filosófico. ¿Fue Unamuno un filósofo? Y en tal caso, ¿en que consiste su filosofÃa?
Las opiniones de los crÃticos sobre este punto son muy distintas, pero no tanto como pudiera creerse a primera vista.
Entre Julián MarÃas, que piensa que Unamuno fue, con Ortega, Zubiri y GarcÃa Morente, «lo más granado que la filosofÃa haya producido en el curso de las tres últimas centurias», y Ledesma Ramos, que considera a Unamuno como un «demoledor de filosofÃas», no hay tanta distancia como parece. Al fin y al cabo, desde Aristóteles sabemos que demoler filosofÃas es una manera como otra cualquiera de filosofar. «Se moquer de la philosophie, c'est vraiment philosopher», que decÃa Pascal.
Es evidente que la literatura de Unamuno no reúne las condiciones técnicas de una construcción filosófica en el sentido riguroso o estricto y en esto estamos todos o casi todos de acuerdo. Pero hay algo más en lo que sin duda alguna existe también general coincidencia, y es que las «cosas» de Unamuno «se relacionan» con la filosofÃa, que tiene algo que ver con ella.
«¿Y en qué consiste este tener que ver?» —se dirá alguno—. He aquà una cuestión que nos gustarÃa ver clarificada alguna vez.
Algo análogo puede decirse sobre la relación del pensamiento de Unamuno con la actitud religiosa. Porque tampoco puede negarse que las «cosas» de Unamuno se relacionan con la religión tanto o más que con la filosofÃa. A Unamuno no se le puede entender sin fijar previamente esta idea de que su pensamiento filosófico está realmente al margen y más allá de la filosofÃa y de que su actitud religiosa o pseudorreligiosa está realmente al margen y más acá de la genuina actitud religiosa.
Lo que se ha llamado «filosofÃa existencial» acaso no es más que esto. Una filosofÃa que ya no es filosofÃa y una religión que todavÃa no es religión. Ya no es filosofÃa, sino grito de angustia del hombre «natural» al descubrir su propia limitación y su radical incompletitud. Aun no es religión sino ansia instintiva y apetito informe de Dios, que busca lo que no sabe y carece de medios para encontrar lo que busca.
Una fe voluntarista que no conoce aun la verdadera Fe, sino solo su deseo confuso, como el niño recién nacido conoce ya, en cierto modo, los pechos de la madre oscuramente presentidos por la necesidad que dicta el instinto; una actitud pre-religiosa que todavÃa no es religión pero que exige como realidad ulterior, como consecuencia ineludible, el hecho religioso en toda su plenitud y autenticidad. Y una filosofÃa que ya no es filosofÃa, pero que presupone como realidad histórica previa toda la historia de la filosofÃa.
Unamuno está precisamente ahÃ, en ese punto de condenados inciertos, donde el esfuerzo del hombre viejo se agota y viene a atollar el acantilado del fracaso total, pero donde la aventura del hombre nuevo puede acaso renacer a partir de las cenizas del hombre viejo.
Asà la obra de Unamuno, que no es filosofÃa ni religión se relaciona tanto y tiene tanto que ver con ambas cosas a la vez.
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