Carlos Santamaría y su obra escrita
Más sobre el libro de Hawking
El Diario Vasco, 1989-10-30
Hace unas semanas publiqué en estas mismas columnas un breve comentario a la obra de Stephen W. Hawking: «Historia del tiempo», comentario que en EL DIARIO VASCO del pasado dÃa 11 ha sido objeto de una ponderada réplica por parte del profesor de FilosofÃa de la Ciencia de la UPV, Alfonso MartÃnez de Lizarduy.
En estos tiempos en que abundan las revistas cientÃficas, el periódico no es ciertamente el lugar más adecuado para tratar este género de cuestiones. Sin embargo no siempre ha sido asÃ: creo que vale la pena de recordar aquÃ, al menos como cosa curiosa, que Nicolás Lobachevski, primer inventor de la geometrÃa no euclÃdea —una de las teorÃas que más profundamente ha revolucionado la ciencia fÃsico-matemática y en la que se apoyan hoy todas las actuales investigaciones sobre la forma del Universo— dio a conocer en 1826 sus primeros trabajos sobre esta materia, precisamente en un periódico: «El Heraldo de Kazán», ciudad en la que vivÃa y era profesor de la Universidad.
En este momento, la singular figura personal e intelectual de este genial cientÃfico que es Hawking y lo espectacular de las tesis que defiende acerca del principio y la historia del Universo, atraen sobre él la atención de la Prensa mundial.
Ahora bien, uno tiene derecho a preguntarse: ¿qué valor tienen esas cosmologÃas y cosmogonÃas modernas que intentan descubrir algo tan inaccesible para el hombre como lo es el origen del Universo? ¿Son verdadera ciencia o pura especulación?
Tras haber leÃdo al profesor MartÃnez de Lizarduy y, en cierto modo, como respuesta al mismo, este es un punto sobre el que quisiera explicarme un poco más.
Si alguien espera de la Ciencia certezas categóricas y definitivas sobre la realidad y el futuro del mundo, no parece que vaya por buen camino. El gran Henri Poincaré afirmaba en su libro «El valor de la ciencia»: el cientÃfico nunca debe decir: «si tales condiciones se cumplen, es probable que tal fenómeno se produzca aproximadamente». Este carácter probabilÃstico y aproximativo del conocimiento cientÃfico es algo que se debe tener muy presente en el asunto que comentamos.
Miradas las cosas desde esta perspectiva, alguna de las actuales cosmogonÃas no carecen ciertamente de valor cientÃfico, pero tampoco hay que considerarlas como realidades incuestionables que deban ser tomadas al pie de la letra.
La verdadera importancia de las mismas radica justamente en el papel de hipótesis que desempeñan en el ámbito cientÃfico, hipótesis que el futuro deberá confirmar o desmentir, pero que «desde ya» orientan y sirven de base a un trabajo de exploración del Universo de extraordinaria trascendencia. El propio Poincaré, al que acabamos de aludir, destaca en otra obra suya la utilÃsima función que las hipótesis correctamente establecidas ejercen en el progreso de la Ciencia.
De la expansión del Universo se viene hablando desde hace más de setenta años. Fue el astrónomo holandés Willem de Sitter, Ãntimo amigo de Einstein, quien, a partir de sus propias observaciones de las galaxias, lanzó en 1917 esta hipótesis gigantesca.
«De Sitter no aseguró nada definitivo, pero sugirió que debemos considerar este alejamiento como un fenómeno probable». El sabio Eddington, de quien son las anteriores palabras, publicó en 1933 un libro muy esclarecedor sobre este asunto, titulado: «La expansión del Universo», en el que manifestó que, aunque existen otras posibles explicaciones de los hechos constatados, «no hay excusa alguna para dudar de las velocidades observadas, dejando a salvo en todo caso, la incertidumbre que rodea todos nuestros intentos para penetrar en los secretos de la Naturaleza».
Eddington acepta pues como válida la hipótesis de que el Universo se expande a gran velocidad y califica este hecho con el bonito nombre de: «estallido de la burbuja-universo».
Pero, una vez admitida esta hipótesis, todo el trabajo queda por hacer. Se trata en efecto de saber cómo se produce ese estallido, cuando comenzó, en qué consiste y cuál ha de ser su final, si es que en realidad ha de tenerlo alguna vez.
Este es el terreno en que se mueven las actuales investigaciones de Hawking, a base de intentar unificar la teorÃa general de la relatividad de Einstein y la teorÃa de los «quanta» unificación que, por cierto, parece problemática y poco esperable dada la diferencia de naturaleza entre ambas teorÃas.
Pero el optimismo de Hawking sobre la «posibilidad de entender fácilmente el Universo» —como acaba de decirlo en Oviedo— no es compartido, ni mucho menos, por otros hombres de ciencia.
Mi amigo el profesor Pedro Echenique, destacado fÃsico de ámbito internacional, acaba de comunicarme un artÃculo publicado en la muy prestigiosa revista inglesa «Nature» con la firma de su director, John Maddox, artÃculo que yo no conocÃa y que, de alguna manera, me confirma en mi postura más bien escéptica sobre las tesis de Stephen Hawking.
El juicio que en en dicho artÃculo se expone acerca de las ideas de éste, es severo y puede ser sintetizado en la siguiente frase, que figura en el encabezamiento del mismo: «Aparte de ser filosóficamente inaceptable, el 'big bang' es un punto de vista excesivamente simple sobre cómo comenzó el Universo y que resulta poco probable sobreviva a la próxima década».
El supuesto de que el Universo empezó por ser un espacio de dimensión cero en un momento bien definido, es «profundamente insatisfactorio» —dice Maddox— ya que en él se admite que hubo realmente un instante en el que el tiempo comenzó de hecho a existir y, por tanto, por extensión, un instante anterior en el cual no habÃa tiempo. Ocurre asà —añade el director de «Nature»— que aun en el caso de que el origen del Universo pudiera ser interpretado con éxito desde el punto de vista «big bang», el origen del propio «big bang» no serÃa susceptible de discusión cientÃfica, quedando de esta suerte fuera del campo de la Ciencia y entregado, por asà decirlo, al juego de la fantasÃa. Será una sorpresa —termina el artÃculo de Maddox—, que la próxima puesta a punto del telescopio espacial de Hubble, que ya no puede hacerse esperar mucho tiempo, deje en pie la hipótesis del «big bang».
Con lo dicho hasta aquà creo haber justificado mi escepticismo ante cosmogonÃas como la de Hawking, que el profesor MartÃnez de Lizarduy parece ver en su respuesta de modo más favorable que el mÃo.
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