Por un gobierno cuadripartito

El Diario Vasco, 1986-12-17

      En un agudo comentario publicado en este periódico, José Joaquín Azurza se muestra decidido partidario de un gobierno vasco «a cuatro bandas», PSE, PNV, EA, EE.

      Entendiendo que la expresión de opiniones personales en torno a la situación puede ser útil para clarificar un poco las ideas, quiero sumarme aquí a la postura del amigo Pertinax, y lo hago con tanta mayor satisfacción cuanto que yo mismo había ya manifestado antes de las elecciones mis propias preferencias por la fórmula cuadripartita.

      Necesitamos —decía yo entonces— un gobierno de unión democrática apoyado por todos los partidos que aceptan el estatuto como vía de libertad para Euskadi. Cualquier gobierno que se forme de espaldas a esta idea fracasaría probablemente a corto plazo.

      No se pueden esperar muchas luces del actual período de consultas entre los partidos. El país se encuentra en una situación harto confusa en la cual se mezclan las grandes cuestiones con la pequeña politiquería.

      Existe el peligro de que las pugnas entre los partidos, activadas en el curso de la campaña electoral, se exacerben ahora a consecuencia de las discusiones para la formación del nuevo Ejecutivo.

      En cualquier caso, el pacto de Gobierno al que se llegue al término de estas discusiones sólo podrá ser algo pragmático, quedando fuera las diferencias ideológicas: un simple acuerdo a corto plazo para afrontar problemas inmediatos, como pueden serlo por ejemplo la supresión de la Ley Antiterrorista, el despliegue de la Policía Autónoma y la realización de las principales trasferencias pendientes.

      La pretensión de construir desde ya un programa coherente y sustancial que sirva de base a una acción de gobierno a lo largo de toda la legislatura parece excesivamente ambiciosa y en este sentido podría resultar perjudicial.

      No es este el momento para abordar las grandes cuestiones de fondo. Sin que esto signifique que renunciemos a ellas o que tratemos de demorarlas indefinidamente, debemos reconocer que las mismas necesitan una lenta maduración y que su auténtico planteamiento sólo vendrá tras un período de praxis y de experiencia colectiva.

      No se hable pues a troche y moche de autodeterminación y cosas por el estilo. En mi opinión está en lo cierto Jordi Solé Turá cuando afirma —en su artículo «Autonomías y autodeterminación» —que el problema de la autodeterminación es demasiado serio para que se pueda jugar con él ni siquiera por razones tácticas.

      Hay una cosa que me parece evidente y es que en una situación como la nuestra, los ciudadanos vascos tenemos derecho a exigir a nuestros partidos que abandonen sus propios protagonismos y que sitúen el bien común de Euskadi por encima de los intereses políticos de cada formación.

      Vistas así las cosas, lo más adecuado en este momento sería, a mi modesto juicio, un Gobierno de base muy amplia, con proyectos no excesivamente ambicioso, pero si bien definidos y perfectamente realizables en lo concreto inmediato.

      Constituir ahora un ejecutivo tricolor, colocando en la oposición a uno de los dos partidos nacionalistas moderados, como algunos pretenden, sería el mejor medio de ahondar las diferencias y de multiplicar las querellas en unas circunstancias en las que la unión de los nacionalistas demócratas es más necesaria que nunca. Los ocultos maniobreros del «divide y vencerás» no dejarían de aprovechar la ocasión para enfrentar y destruir a esas fuerzas abertzales tan necesarias hoy, para el equilibrio del país.

      Esperemos que al final de la discusión se imponga a todos los demócratas el buen sentido, el sentido de la realidad, que tanta falta nos hace en este país.