Carlos Santamaría y su obra escrita
Cristianos y «cristianistas»
El Diario Vasco, 1983-06-05
Los incidentes polÃtico-eclesiásticos de la procesión del Corpus en Toledo traen en cierto modo a la actualidad un artÃculo mÃo publicado en esta misma sección de «Aspectos», en julio de 1957, bajo el tÃtulo: «Cristianistas».
Claro está que los tiempos han cambiado enormemente; pero el problema de fondo al que yo aludÃa en el citado artÃculo —de modo criptográfico como era de necesidad en aquel entonces— es decir, la utilización de la religión como arma polÃtica, subsiste bajo múltiples aspectos en el momento actual. Ahà están para probarlo los gestos, un tanto ridÃculos por ambas partes, de Toledo.
Don Marcelo no me dejará mentir si afirmo que en este momento se está desarrollando una ofensiva de tipo «cristianista» de la derecha española, combinada —todo hay que decirlo— con un renacer del anticlericalismo, hábilmente manejado por la izquierda.
La religión es fundamentalmente vida interior. Todo acto pretendidamente religiosos que no parta de esa interioridad es pura alienación, es decir, pura «exterioridad» en la que el alma se engaña y se pierde a sà misma.
Siendo ella —la religión— la cosa más preciosa que existe para la vida humana —esto lo entiende enseguida cualquier persona genuinamente religiosa— resulta ser al mismo tiempo una de las más peligrosas a causa de las múltiples deformaciones a las que la misma se presta. Es aquello tan viejo del: «corruptio optimi pessima» —la corrupción de lo mejor, lo peor.
Puede haber una deformación interior de tipo religioso; un vivir religioso alienado y alienante que deshumanice al hombre. Pero, tal como veo yo las cosas, la falsificación del hecho religioso se manifiesta sobre todo en la vida social, vida de relación del hombre con los demás hombres y con la sociedad en su conjunto.
Una de estas deformaciones, fácilmente constatable en la historia contemporánea es la de la «ideologización» de la religión, o sea la transformación del cristianismo-religión en cristianismo-ideologÃa.
Para los que yo llamaba —y llamo— cristianistas la religión se convierte de hecho en una ideologÃa, que funciona del mismo modo impersonal que cualquier otra, pero con el agravante de que utiliza en amplia, e inaceptable medida, el nombre de Dios.
Para algunas de esas personas que se declaran terriblemente cristianas, la religión deja de ser —a lo que parece— vida personal y fuente de plenitud, para convertirse en sistema de ideas sociales, cobertura de un determinado tipo de sociedad conservadora.
Un buen ejemplo de este género de planteamientos nos lo proporciona el manifiesto del «Instituto para la Religión y la Democracia», potentÃsima organización recientemente fundada en EE.UU. y, destinada a vertebrar la opinión cristiana neo-conservadora en un sentido marcadamente «reaganista». Ciertamente, un número muy grande de millones de votos con el que Reagan espera contar en las elecciones presidenciales del 84.
El programa de ideas que va a mantener el recién estrenado IRD es resumido por el seminario católico «National Catholic Reporter» en los puntos que enunciamos a continuación.
En la actual guerra frÃa los cristianos tienen la obligación de apoyar la polÃtica occidental contra la URSS, asà como la polÃtica militar de Reagan en Latinoamérica. Deben combatir el socialismo y creer con firmeza, en la superioridad de la economÃa liberal sobre cualquier género de economÃa colectivista. Deben asimismo reforzar la idea de que, en los designios de Dios, Norteamérica está llamada hoy a salvar la civilización, mundialmente amenazada.
Todo lo cual tiene en realidad muy poco que ver con la genuina religión de Cristo.
Ciertamente, no todos los cristianos somos cristianistas. Pero es de temer, a la inversa, que muchos cristianistas no sean cristianos.
Es obvia, en efecto, la afirmación de que se puede ser cristianista sin ser cristiano.
De la misma o análoga manera que se puede ser humanista sin ser humano.
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