Carlos Santamaría y su obra escrita
La derecha negativa
El Diario Vasco, 1982-09-19
No quisiera que algún lector atribuyese el presente artÃculo a cualquier tipo de intencionalidad polÃtica. Pero el caso es que el planteamiento que se ha hecho recientemente de la nueva coalición de derecha en el PaÃs Vasco, definiéndola como «no socialista» y «no nacionalista», me ha llamado notablemente la atención, al menos desde el punto de vista de la lógica. Debo decir que me ha chocado, en efecto, esa especie de definición en «no... no...» o en «ni... ni....», estrictamente compuesta por dos negaciones.
Un principio lógico elemental establece que una verdadera definición no puede estar compuesta exclusivamente de negaciones. De alguna manera tiene que intervenir en ella algún elemento positivo al que agarrarse para determinar la cosa, porque la pura negación nada define ni nada determina.
Leibnitz dijo alguna vez —o por lo menos eso se le atribuye— que las filosofÃas son verdaderas en lo que afirman y falsas en lo que niegan. Muchas veces he podido comprobar la gran sabidurÃa que encierran estas palabras referidas incluso a la polÃtica y a los modos elementales de pensar y de sentir.
Mucho me temo que la derecha española actual sólo esté en condiciones de funcionar por medio de viejas negaciones, y no por nuevas afirmaciones para un mundo nuevo, de las cuales no parece disponer por ahora.
Claro está que definirse uno a sà mismo por la negación de los contrarios tiene la ventaja —al menos en apariencia— de extender enormemente el campo propio. Decir que «todo el que no está con mi enemigo está conmigo» me proporciona una amplia clientela de posibles aliados. pero en esto hay mucho de ilusorio.
En esa coalición vasca que se anuncia tiene que haber algo más que la negación del nacionalismo y la negación del socialismo. Tiene que haber una concepción positiva que aúne efectivamente a los que se coaligan. ¿La ha habido en realidad, o el asunto se ha quedado en el terreno de las negaciones?
Debe reconocerse que el arreglo en cuestión ha tenido que realizarse con gran premura de tiempo y que, por tanto, la definición propuesta debe ser interpretada como provisoria. Los nuevos coaligados no tardarán seguramente en perfeccionar su trabajo. Pero esto no va a ser tan fácil como parece. Al menos asà lo ha declarado —según noticia publicada en este mismo periódico— uno de los factores de la coalición, el liberal José Luis Barandiarán.
«A nadie se le oculta —dijo el señor Barandiarán— las dificultades que entraña llegar a un pacto entre unas fuerzas polÃticas que han estado en desacuerdo en puntos muy concretos en relación en el PaÃs Vasco».
(Con un mÃnimo de honradez, creo que habrÃa que decir también que, no sólo «han estado» en desacuerdo, sino que todavÃa están).
En resumen, aunque esto no lo haya afirmado Leibnitz, parece que es más fácil, aunque menos verdadero, estar de acuerdo en las negaciones que en las afirmaciones.
Fuera del PaÃs Vasco, los centristas han sido más lógicos que aquÃ. No se les ha pasado por la cabeza hacer una unión entre todas las fuerzas «no socialistas ni comunistas». ¿Cómo hubieran podido hacerlo si unos están contra el divorcio y otros a favor; unos en favor de la abolición de la pena de muerte y otros en contra; unos por un sistema fiscal riguroso y otros por todo lo contrario; unos deseosos de la reforma de la Constitución y otros absolutamente opuestos a esta idea, etc., etc.
En polÃtica parece que es más efectivo que los partidos se unan en el sà que en el no. Pero desgraciadamente la primera forma de coaligarse es mucho más difÃcil y menos frecuente que la segunda.
Añadamos de paso que las actitudes en «ni... ni...» no permiten tampoco llegar a definir un verdadero centro. El centro no puede ser concebido como la simple negación de los extremos. Para que pueda existir un verdadero centro hará falta que el mismo tenga un contenido positivo, sustancial, importante y... nuevo. Y esto es lo que, por ahora parece que está faltando en España.
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