Carlos Santamaría y su obra escrita
La Educación ante las elecciones
El Diario Vasco, 1982-09-05
Para los hombres y los partidos polÃticos ha llegado la hora de la verdad: la hora de pasar el examen ante el tribunal del pueblo soberano, que, como es sabido constituye el principio y la fuente de todo poder polÃtico en el Estado constitucional español.
Claro está que esto de la soberanÃa popular nadie se lo puede tomar del todo en serio. Y, menos aún, lo de la llamada verdad electoral que no es más que una simplificación escasamente significativa del estado real de opinión de una sociedad polÃtica en un momento determinado.
Ahora bien, ante la enorme complejidad de una sociedad moderna los sistemas polÃticos sólo pueden operar mediante aproximadamente más o menos imperfectas de la realidad. El método de aproximación electoral es uno de ellos y seguramente no el peor de los conocidos.
Sea de todo esto lo que quiera el hecho es que estamos ya de manera un tanto vertiginosa ante una nueva consulta electoral.
Es evidente que la situación actual —del mundo, de la civilización, del paÃs o de lo que ustedes quieran— no va a permitir que en este momento se produzcan grandes enfrentamientos ideológicos. Para los que vivÃamos con conciencia polÃtica en la época de la segunda República, la actual oposición entre la derecha y la izquierda es «tortas y pan pintados» en comparación con la que en aquellos tiempos conocimos.
Esto no significa, sin embargo, que en la próxima campaña electoral no vayan a agitarse cuestiones ideológicas de la mayor importancia para la conciencia pública.
Es de temer que una de ellas pueda ser la cuestión de la educación, es decir, el tema polémico de la enseñanza neutra o laica y del derecho de los padres creyentes a que el Estado financie la educación de inspiración religiosa que ellos desean y necesitan para sus hijos.
La enorme prisa con que se va a llevar todo en estas «elecciones-sorpresa» va a impedir que se hagan posicionamientos suficientemente matizados sobre esta delicada cuestión. Mucho me temo que algunos recurran a los slogans antirreligiosos como el que tantas veces hemos oÃdo estos últimos años: «Libertad de enseñanza, sÃ. Pero que se la paguen ellos». Claro está que asà no se va a ninguna parte sino a una nueva guerra escolar.
¿El cambio que anuncian los socialistas afectará también a este asunto? ¿La educación religiosa se verá metida en la «melée» como ocurrió en la época de la República? O, por el contrario ¿el poder socialista, si llega a existir, imitará la prudencia de su homólogo francés sobre este espinoso tema?
Quince meses de Gobierno socialista han transcurrido ya en Francia sin que Mitterrand se haya decidido a alterar el «statu quo» de la organización educativa. Ahora que se van aproximando las elecciones municipales su prudencia al respecto es mayor que nunca. Ni el Gobierno, ni los partidos que lo apoyan, ni los sindicatos de enseñantes oficiales, ni las asociaciones de pensamiento laico manifiestan el propósito de apretar financieramente a las escuelas, de tipo religioso. Al contrario, todos desean y buscan un acuerdo a fondo.
Puede afirmarse que en este terreno se ha avanzado mucho y asà acaba de anunciarlo el ministro Savary como resultado de las conversaciones que se iniciaron en enero y que acaban de terminar.
Entre los cuatro puntos de este acuerdo de principio uno de ellos es precisamente el de la «carta escolar» que habrá de permitir, según parece, la libre elección de escuela por parte de los padres. Otro punto muy importante de los convenidos es el del llamado «proyecto educativo», establecido por cada escuela y que permitirá a los actuales centros confesionales conservar su carácter propio dentro de un unificado «Servicio público de Educación».
Pero todo esto no se ha hecho a la ligera ni de modo unilateral. Ni menos aún como un medio de burlar la Ley como tal vez hubiesen pretendido algunos sectores de la enseñanza privada.
Toda esta forma de proceder en el problema educativo es la que nos gustarÃa ver imitada por los socialistas del PSOE si es que efectivamente alcanzan el Poder después de las elecciones.
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