Carlos Santamaría y su obra escrita

 

De ingeniería genética

 

El Diario Vasco, 1982-06-27

 

      El pensador americano Hans Jonas pronunció un inquietante discurso en la sesión inaugural de un Congreso Internacional de Ciencias religiosas celebrado en Los Ãngeles.

      Jonas vino a decir que hasta ahora las técnicas humanas no habían sido nunca suficientemente poderosas para poner en peligro la inalterabilidad de la Naturaleza. Esta se cuidaba a sí misma, no necesitaba que los hombres la cuidasen y por muchos disparates que estos hicieran el bio-sistema cósmico volvía siempre a la normalidad. Pero ahora las cosas empiezan a cambiar. La especie humana dispondrá pronto de medios capaces de cambiar la Naturaleza contra su propio equilibrio e incluso podrá cambiarse a sí misma como especie. De todo esto van a surgir tremendos problemas. La ciencia fundamental del comportamiento humano, la ética, se va a encontrar ante situaciones absolutamente inéditas. Pero los eticólogos actuales no están preparados para un futuro así.

      Creo haber resumido con suficiente fidelidad las ideas de Hans Jonas expuestas en el discurso aludido. Añadiré que la postura de Jonas no me parece exagerada; no se trata de puras fantasías o de ciencia-ficción. Puede haber mucho de realidad en todo ello. En cualquier caso parece cierto que el «hombre moral» de hoy se encuentra perplejo y sin medios para abordar una problemática que literalmente se le echa ya encima.

      Las dos tecnologías más amenazadoras para la inalterabilidad del hombre y de la Naturaleza son quizás la ciencia nuclear y eso que se suele llamar —con nombre poco afortunado por cierto— la ingeniería genética, es decir el conjunto de técnicas biológicas que van a permitir a los científicos intervenir en el campo de los genes y de la herencia cromosómica, modificando las especies animales y llegando incluso a producir nuevas especies de hombres o «humanoides».

      Cornelius Castoriadis, un profesor francés de origen griego, presenta a este respecto un ejemplo muy elemental e inmediato pero bastante ilustrativo: el empleo de los medios anticonceptivos. Castoriadis no es un moralista sino un científico de las ciencias humanas. El sabe perfectamente, como sabemos todos, que a pesar de las condenaciones de los moralistas más exigentes, docenas de millones de mujeres de todo el mundo seguirán utilizando la píldora. El verdadero problema científico no consiste en saber si por causa de ese tratamiento las mujeres engordarán excesivamente o se verán afectadas por enfermedades de tipo canceroso. Para Castoriadis, y desde el punto de vista de la pervivencia de la especie, una cuestión pertinente podría ser, por ejemplo, ésta: ¿Qué le ocurrirá a la especie humana si un gran número de personas sigue utilizando anticonceptivos durante dos, tres, diez o cincuenta generaciones? «That is the question».

      La ética podrá declarar que todo acto que tienda a modificar el cuadro natural en que ha existido hasta el presente el género humano deberá ser considerado como inmoral. La validez de semejante declaración podría ser discutida desde diferentes puntos de vista pero en todo caso, como ya hemos apuntado antes, las prohibiciones éticas no servirán para detener a los audaces innovadores. nadie detiene a Prometeo. Si el experimento de las nuevas especies humanoides es efectivamente realizable el hombre del futuro no dejará de realizarlo. Y, con ello, el cuadro terriblemente problemático al que se refería Hans Jonas sobre el porvenir de la ética, se convertirá en una realidad.

      Pero tranquilícese el lector escrupuloso. El moralista de hoy no tiene en modo alguno el deber de someter a crítica los comportamientos del hombre del futuro. Esto sería una pretensión absolutamente vana e inútil. Los problemas del futuro tendrán que ser vistos y resueltos desde el futuro mismo.

 

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