Carlos Santamaría y su obra escrita

 

El desprestigio de la técnica

 

El Diario Vasco, 1982-04-18

 

      En sólo un siglo la Técnica ha realizado progresos muy superiores a los que antes había logrado en más de dos mil años de Historia. Para ilustrar esta afirmación podemos citar dos ejemplos aportados por el biólogo Sir Eric Ashby.

      Hace notar Ashby que ni Gladstone ni ninguno de los hombres de Estado de su tiempo, pudo jamás dirigirse a un auditorio más numeroso que los que habían escuchado a Demóstenes o a Pericles. En cambio ahora, de ochenta y cuatro años de la muerte del político inglés, cualquier líder medianamente importante puede hacerse ver y oir de millones de personas.

      Segundo ejemplo. Cuando el ejército de Bonaparte franqueó los Alpes antes de la batalla de Marengo empleó en esta travesía poco más o menos el tiempo que el que habían necesitado para ello Aníbal y sus tropas, dos siglos antes de Cristo. Sin embargo, ahora, sólo ciento ochenta años después de la campaña napoleónica en Italia, un ejército aéreo diez mil veces más poderosos que la «Grande Armée» puede ser puesto en acción a través de mares y montañas en unas cuantas horas.

      La locomotora de vapor empieza a funcionar en 1804; el telégrafo en 1844; el automóvil en 1885. Después, a partir de esta época, empiezan a dispararse nuevas y nuevas invenciones con increíble poder y velocidad.

      Como resultado de este enorme progreso el restigio de la Técnica no cesa de crecer a lo largo del siglo XX. La gente deposita en ella una confianza casi ilimitada. Los grandes descubrimientos de la post-guerra sobre todo los que se realizan en el dominio del Ãtomo, en la Biología y en la Cibernética electrónica refuerzan estas esperanzas. Parece como si fuera a iniciarse una Era de felicidad, sin precedentes en la historia de la Humanidad. Millones de personas esperan que las nuevas técnicas podrán redimirles de la miseria, del sufrimiento, de la enfermedad, del envejecimiento e incluso de la muerte, o —por lo menos— de la muerte consciente y dolorosa. Se tiene fe en el desarrollo ilimitado, en la transformación del mundo, en la liberación del hombre y de la mujer, etc., etc.

      Ahora bien a partir, poco más o menos, de los años setenta, todas estas esperanzas e ilusiones empiezan a cuartearse. Aunque muchas personas siguen todavía creyendo en ellas, la gente enterada se da cuenta de lo que está pasando: la Técnica no sólo no ha podido satisfacer casi ninguna de las esperanzas que se ponían en ella, sino que ella misma ha producido nuevos males, superiores quizás a los que antes existían. La Técnica empieza pues a desprestigiarse.

      Una de las causas de este desprestigio se halla sin duda en los problemas que suscita la cuestión nuclear en sus dos aspectos: armamento atómico y utilización industrial de la energía nuclear. Pero esta no es la única causa, ni siquiera la más importante, del fenómeno sociológico a que aludimos.

      En efecto, la puesta en marcha de otros muchos inventos trae también consigo numerosos daños y peligros. No solamente se degrada cada vez más el medio natural, sino que la misma organización de la vida empieza a hacerse insufrible para una gran parte del género humano. Así, el empleo desaforado de medicamentos; el abuso de los métodos psiquiátricos; la culturalización industrializada; la educación pseudo-científica; la llamada ingeniería genética; la comercialización del saber y de la investigación; la robotización creciente de la vida urbana y otros muchos hechos análogos, colocan al género humano ante una situación de posible auto-destrucción.

      Â¿Qué hacer pues con la Técnica? ¿Cómo dominaría ahora? ¿Cómo dirigirla al bien del hombre?

      Cuestiones son estas de la mayor importancia y que no pueden ser tratadas marginalmente.

      Volveremos pues sobre ellas y hablaremos de las posibilidades de un nuevo «Humanismo tecnológico» que esté «junto a», pero también «por encima de» las técnicas.

 

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