Carlos Santamaría y su obra escrita
La escuela
El Diario Vasco, 1980-09-21
PolÃticamente hablando la escuela es hoy un tema enormemente conflictivo porque en ella se juega, de alguna manera, el futuro de las ideologÃas.
Lo que en el fondo se discute es el modelo de educación que haya de darse a las nuevas generaciones. Ningún «creyente», es decir, ninguna persona que sea portadora de una «fe» religiosa, filosófica, social o polÃtica puede permanecer al margen de esta cuestión.
Althusser afirma que el Estado y la sociedad capitalista tienen en sus manos numerosos aparatos para asegurar la reproducción de su sistema ideológico; pero que el más poderoso de todos esos aparatos es la escuela. Mediante la escuela —escribe Althusser— las clases dominantes imponen a los jóvenes la continuidad de su ideologÃa. De aquà la necesidad —añade— de que la lucha de clases penetre en la escuela, a través de los maestros, verdaderos «héroes» que actualmente luchan «en condiciones espantosas».
Si esta importancia se atribuye a la escuela desde el punto de vista marxista ¿qué no decir del punto de vista cristiano? Basta leer las numerosas pastorales sobre este tema: para los padres religiosos la transmisión generacional de la fe debe ser un asunto de la máxima importancia, un asunto vital. Asà muchos padres cristianos consideran que la enseñanza religiosa fuera de la escuela, o en zonas marginales de ésta, no es suficiente para la formación de sus hijos y exigen la permanencia de centros confesionales en los que aquellos pueden educarse, en una atmósfera enteramente cristiana.
La segunda república española subestimó la importancia del hecho religioso. Cometió un gran error polÃtico al tratar de suprimir drásticamente la enseñanza confesional. La prohibición de ejercer la enseñanza a los miembros de las congregaciones religiosas, la expulsión de los jesuitas, la laicización brusca y absolutamente improvisada de la enseñanza pública, etc. levantaron una reacción terrible entre los católicos. En mi opinión, fue esta una de las causas —y no la menos importante— de la perdición de la república.
Hoy ya nadie, o casi nadie, piensa en suprimir las escuelas confesionales. Pero estamos todavÃa muy lejos de una auténtica paz escolar.
¿Cómo debe entenderse la libertad de enseñanza? ¿Cuáles han de ser en la práctica los derechos de la enseñanza privada y las relaciones de esta con la enseñanza pública?
HarÃa falta que las autoridades educativas hicieran un verdadero derroche de imaginación en este terreno. SerÃa preciso que se realizaran nuevos planteamientos, sÃntesis de toda la dialéctica histórica anterior. Pero, desgraciadamente, no vemos todavÃa nada de esto.
Hay una cosa que a mi juicio, está perfectamente clara y es que la enseñanza pública debe ser revalorizada, eficazmente dotada, y renovada. Debe devolvérsele el optimismo y la confianza en sà misma, por tantas causas destruidas.
Los centros públicos deben gozar de una amplia autonomÃa: la dictadura de la Administración debe ser desterrada.
Pero hay también otro objetivo importante: conviene asimismo que la enseñanza confesional sea ayudada porque es la voluntad de muchos padres.
Estos dos objetivos no son, ni incompatibles, ni contradictorios, entre sÃ. Convengamos, sin embargo, en que el asunto está lleno de dificultades teóricas, prácticas y coyunturales. Tratemos, al menos de evitar, cuando el sistema educativo vasco sea puesto en pie, por la aplicación del Estatuto, que la guerra escolar se reproduzca entre nosotros.
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