Carlos Santamaría y su obra escrita
AG 246
El Diario Vasco, 1966-06-19
AG 246 no es la sigla de un agente secreto ni el sÃmbolo de una partÃcula nuclear, sino la denominación de un nuevo analgésico, «el analgésico absoluto». La quÃmica del dolor ha hecho grandes progresos. Ya no se va a atacar al dolor en la periferia ni en los centros nerviosos, sino en el cerebro inferior, que es precisamente el sitio donde se cuecen los avisos dolorosos.
La explicación es simple. El dolor es una «información» en el sentido técnico y matemático de la palabra. Todo el mundo del instinto y de la inteligencia está organizado a base de un sistema de informaciones. El «cálculo informacional» —asà se llama esta nueva ciencia matemática— sirve lo mismo para los cerebros humanos que para las máquinas tragaperras. Todo es «información» en este miserable mundo.
Ahora bien, una información debe llegar a tiempo y una vez recibida no necesita repetirse. Pero el dolor se repite, machaconamente sigue avisando, al parecer, sin necesidad. Y ahà está lo molesto.
La explicación de esta insistencia estúpida del dolor consiste, según parece, en que determinadas moléculas (histamina, serotinina, bradykina) continúan actuando en la memoria inferior o arcaica, lugar donde, por lo visto, se guardan toda clase de informaciones residuales inútiles. Si, una vez transmitido el mensaje desde el cerebro inferior al superior, esas moléculas fuesen destruidas, todo irÃa perfectamente. El dolor se reducirÃa a un simple timbrazo para poner al cerebro superior al corriente. Se supone que el cerebro superior actuarÃa inmediatamente. Y el dolor no tendrÃa que seguir llamando.
El analgésico AG 246 reducirá la llamada del dolor a lo indispensable y tendrá un especial poder seleccionador.
Destruirá las moléculas agitadoras en el cerebro arcaico. De este modo suprimirá todo dolor inútil.
Permitirá, en cambio, los dolores nobles y elegantes, los dolores románticos y penosamente agradables. El cerebro superior podrá vivir tranquilo. Podrá elegir sus dolores. Podrá colgar el teléfono siempre que le venga en gana. El cerebro superior estará en condiciones de escoger sus problemas. El cerebro superior se sentirá incluso feliz.
¡Ah!... pero hemos supuesto que el cerebro superior actuarÃa inmediatamente en caso de llamada urgente. Que un solo timbrazo bastarÃa. Y eso equivale a desconocer la enorme pereza, la terrible alergia que le tiene al trabajo el cerebro superior.
Un solo timbrazo es insuficiente. Hace falta un timbreteo constante para que el cerebro superior no se duerma en sus placeres.
El AG 246, si es que llega a funcionar, va a ser un poderoso instrumento de auto-destrucción de la especie y de la sociedad humanas.
El dÃa en que al cerebro superior le dejen en paz la histamina, la serotinina y la bradykina, esas tres encantadoras hermanitas incordionas, todo el resto del organismo se encontrará en inminente peligro de muerte.
Y lo mismo puede decirse en el dominio social y polÃtico, moraleja importante de este relato. A ningún gobierno se le debe dejar en paz. Del paleo-cerebro social deben subir incesantemente los quejidos de la gente que se sienta incómoda. Para que un dolor útil pueda jugar su papel, hace falta que nos duelan mil dolores inútiles. Para que una queja justa pueda tener eficacia, hace falta que mil quejas infundadas lleguen al cerebro superior. El cerebro superior nunca puede colgar el teléfono. Nunca puede dormirse en sus placeres.
Al poder se le deben muchas consideraciones. Pero nada de analgésicos. Y sobre todo nada de analgésicos absolutos.
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