Carlos Santamaría y su obra escrita

 

Era el negocio

 

El Diario Vasco, 1960-08-07

 

      Â«Cualquier semejanza de nombres o espectuaciones debe atribuirse a mera coincidencia». Así reza la envoltura de la novela que nuestro ilustre convecino don Mariano Ciriquiain-Gaiztarro acaba de publicar: «El pobrecito multimillonario».

      En la misma banda de papel se hace saber también que «la novela es pura ficción», si bien «posible en los alanes presentes».

      Ciriquiain extrae de su arca literaria esta obra, escrita hace unos años, y la presenta ahora al público sin que haya perdido nada de su evidente actualidad.

      Es, como todas sus cosas, de una ironía sutil y plácida, en la que no se encuentra nada de hiriente o de malévolo.

      Nadie podría acusar al amigo Ciriquiain de demagogo y, sin embargo, si bien se mira, pónense en este libro al descubierto ciertos secretos del mundo capitalístico, que los no iniciados en los misterios de la nueva Ereusis deberían seguir ignorando para su propia paz y tranquilidad.

      El personaje central es un tal Juanito Laraya, joven juerguista y borrachín, cuyo único mérito parece consistir en ser hijo del imponente don Juan Laraya, financiero con grandísima envergadura. Juanito, perfectamente poseído de su función de parásito social, se pega la gran vida, derrocha dinero, vida y alegría, mientras su padre se encarga de hacer crecer y fructificar las infinitas ramificaciones de su enorme capital. Pero he aquí que un buen día don Juan se muere —porque estas cosas, aunque parezca mentira, les ocurren también a veces a los magnates financieros— y Juanito se encuentra de pronto sentado en el sillón mágico desde el que se manejan los destinos, vidas y haciendas de innumerables hombres y mujeres.

      Â«Qué va a ocurrir aquí?», se pregunta el lector. En este momento se plantea la paradoja central de la novela. Hay que ver a Juanito, convertido ya en don Juan, maniobrar en Consejos de Administración y Juntas generales con destreza insuperable. Su maestría culmina en el capítulo 19, que merece ser leído y meditado. ¡Por la sangre, por la sangre, le vino la ciencia al muchacho!

      Alguna vez he hablado en estas mismas columnas del tema del «delito financiero», el cual ha tenido ya alguna resonancia y es de esperar que aún la tenga mayor. La novela de Ciriquiain aporta nuevos elementos para el estudio de esta cuestión. Lo hace, sin duda, ingenuamente, literariamente, sin fórmulas técnicas que estarían fuera de lugar, pero con gran oportunidad, poniendo, como quien dice, el dedo en la llaga.

      El caso es que Juanito Laraya terminó dando quince y raya a su propio padre en el arte de «hacer producir» al dinero. «Y todos a una le llamaron canalla. Pero él no se inmuto; era el negocio».

 

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