Carlos Santamaría y su obra escrita

 

Elogio fúnebre

 

El Diario Vasco, 1958-10-19

 

      Momentos antes de que el cuerpo de Pío XII quedara encerrado en su triple ataúd de ciprés, plomo y olmo, un pergamino, en el que se hallaba escrito el elogio fúnebre del extinguido papa, fue colocado junto a sus despojos mortales dentro de un tubo de cobre.

      Â«Era —dice este documento— de un espíritu delicado y dulce, pero de una voluntad fuerte, invencible y tenaz». Muchos observadores coinciden en señalar estos matices aparentemente contradictorios en el carácter de Pío XII.

      Los hombres excepcionales suelen reunir cualidades que en los demás se contraponen y difícilmente se dan simultáneamente. Es difícil, en efecto, que una persona tenaz muestre un espíritu delicado; a menudo resultará absolutamente insoportable para sus prójimos. La tenacidad se torna obstinación y la firmeza, terquedad. En cierto modo hace falta ser genial para ejercer a la vez estas dos cualidades citadas en el elogio postrero del Papa; la tenacidad y la dulzura.

      De este papa se ha dicho, asimismo, que ha sido un firme defensor de la Fe sin dejar de ser un espíritu ampliamente comprensivo y tolerante. También en este aspecto parece existir una cierta contradicción, pero no es así.

      En los hombres de poca categoría la creencia se transforma fácilmente en cicatería, en intromisión, en abuso. En el perfecto creyente la comprensión personal, la caridad, la abertura de espíritu hacia los problemas y las situaciones de los demás son generalmente mucho más firmes que en el incrédulo.

      Pío XII fue al mismo tiempo que un celoso cuidador del depósito de la tradición cristiana un Jefe espiritual altamente apreciado de los «líderes» religiosos de otras confesiones.

      Así se explica que con motivo de su fallecimiento el Gran Rabino de Roina haya bendecido su memoria como protector de los judíos; que el Presidente de la Iglesia Reformada de Francia haya recordado que Pío XII ha sabido mantener, sin desfallecimiento alguno pero de forma agradable, la línea del Concilio de Trento y del Concilio Vaticano, y que el Patriarca de Moscou haya querido resaltar en su mensaje de condolencia la acción de Pío XII en favor de la Paz.

      Pío XII se dirigía frecuentemente en sus discursos a personas de diferente religión, sin herir jamás sus susceptibilidad, tratando de buscar en todos los casos el fondo de religiosidad común que queda en las almas y que es patrimonio de una multitud de «hombres de buena voluntad». Esta misma expresión la empleó corrientemente el Santo Padre refiriéndose una veces a «todos los que se interesan con empeño por la civilización y el progreso de la Humanidad» o a «los que disciernen los principios del Derecho».

      La idea optimista de que «en los hombres, por el hecho de serlo, aunque yerren o estén enredados en el mal, hay siempre algo de bueno y se esconde el deseo de un mayor bien» (discurso del 9 de septiembre de 1955) era muy querida para el papa y se hallaba situada en la base de una gran parte de su acción apostólica.

      Cuando dentro quizás de mucho tiempo se abra el pequeño canuto de cobre, las generaciones futuras no quedarán engañadas por la doble afirmación laudatoria de la firmeza y la suavidad de Pío XII.

 

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