Carlos Santamaría y su obra escrita
Grave es la hora del mundo en la muerte de PÃo XII
Ya, 1958-10-09
La figura de PÃo XII desaparece en un momento extraordinariamente grave de la Historia. DifÃcilmente podremos medir su trascendencia histórica, la enorme dimensión del papel que Dios le habÃa llamado a desempeñar en un mundo en el que todos los valores morales y espirituales aparecen amenazados o se encuentran en plena crisis.
El Papa, que acaba de extinguirse dulce y serenamente en Castelgandolfo tras una vida apostólica muy fecunda, es una de las personalidades más enérgicas y, al mismo tiempo, más dulces y amables que jamás haya habido al frente de los destinos de la Iglesia de Jesucristo.
La emoción que en estos momentos embarga a millones de hombres de todas las razas y creencias, es perfectamente explicable. Unos echarán de menos su labor pacificadora, su acción benéfica en los años de la guerra y de postguerra, su influencia moderadora sobre las cancillerÃas, sus consejos de prudencia y de armonÃa en el plano internacional. Otros añorarán su constante palabra de estÃmulo y aliento en defensa de los grandes valores espirituales de la civilización. Los hijos fieles de la Iglesia no podrán menos de llorarle como Padre al contemplar toda la ingente tarea por él llevada a cabo en el seno de la misma Iglesia y al recordar su predicación abundantÃsima y siempre inspirada y el ejemplo de su propia esforzada vida.
Todos los «hombres de buena voluntad» —expresión de la que él gustara tanto y a la que quiso dar un sentido muy preciso— experimentarán el dolor de su pérdida irreparable, porque quizás en ningún otro Papa haya brillado como en PÃo XII esta paternidad ecuménica, en virtud de la cual el PontÃfice romano no es sólo Padre de los católicos, sino Padre universal de todos los hombres.
Las dificultades con que tuvo que luchar a lo largo de su Pontificado engrandecen todavÃa más la figura de este Papa. Luchas internacionales, exaltación del racismo, expansión del comunismo, avances del materialismo en todas sus formas, crisis del pensamiento religioso y filosófico, decadencia de las costumbres.
Frente a este penoso catálogo, la delicada espiritualidad de PÃo XII brilla como una flor delicada. Ella se ha grabado en las almas de muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo y puede asegurarse que a ella se debe en gran parte el actual resurgir religioso que en todas partes se manifiesta hoy, la renovación de la piedad y del culto litúrgico, el progreso del esfuerzo intelectual y social de los católicos, la depuración y el aumento del prestigio de la Iglesia.
Grave es la hora. Grande el dolor por que atraviesa la Iglesia. DifÃciles los tiempos actuales y los tiempos que se aproximan. Y, sin embargo, ahora más que nunca, parece resonar en nuestros oÃdos su palabra siempre optimista, llena de optimismo sobrenatural, condenando siempre el desaliento, llamando a todos a la acción.
En esta hora luctuosa, la amable y dulce esperanza que PÃo XII predicara con tanto afán parece que nos sostiene y nos acaricia más que nunca.
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