Carlos Santamaría y su obra escrita
Juventud
El Diario Vasco, 1958-08-10
Siempre se ha de volver a la eterna cuestión: la Historia, ¿es evolución o ciclo?, ¿progreso o repetición? La pregunta aflora a los labios tan pronto se intenta reflexionar sobre la juventud y sobre el papel que debemos desempeñar respecto a ella. No, claro está, sobre la «eterna juventud» —el puro concepto fulgente que tan magnÃfico papel hace, sin duda, en el cielo platónico de las ideas—, sino sobre nuestra juventud concreta, de carne y hueso, esta juventud que está aquÃ, delante de nosotros, que nos preocupa y a veces, reconozcámoslo, hasta nos fastidia.
Los jóvenes de hoy, en efecto, inquietan y desconciertan a los hombres maduros; reina entre aquéllos una atmósfera difÃcil de captar y de comprender, y hasta se dirÃa que hablan un lenguaje distinto del nuestro. Nos sorprende que nuestros hijos sean diferentes de nosotros. Nos habÃamos propuesto transmitirles nuestro mensaje, y ahora resulta que también ellos traen, o pretenden traer, el suyo y rechazan el nuestro.
Parece difÃcil entenderse con estos jóvenes; pero, en realidad, no lo es tanto, a condición de prestarse a caminar a su mismo paso.
El tono magisterial que adoptamos les molesta. Tal vez siempre ocurrió lo mismo; pero, sin duda, hoy más que nunca, porque la velocidad del tiempo es mayor.
El fenómeno a que nos referimos se da aquà como en otras partes, y puede ser que, aquà más que en otras partes, porque aquà somos más magisteriales e inmutables.
Para muchos todo esto es causa de escándalo. Yo no creo que deba serlo. La Providencia existÃa antes de que nosotros viniésemos al mundo y seguirá existiendo cuando nos hayamos marchado de él.
Convengamos en que el futuro, si es algo, es esperanza de novedad. Si solo se tratase de repetir un proceso ya conocido... ¿para qué harÃan falta más siglos? ¿De qué habÃan de servir los dÃas venideros?
¡Ruin empeño este de querer siempre ser copetes y rematadores de la Historia!
La juventud actual se presenta a la vida en un momento en que —según se dice con insistencia— está empezando una nueva era: la era atómica. Esta juventud es, pues, doble juventud, y su novedad, doble novedad.
Ahora bien; si es cierto que un futuro sin novedad no se concibe, no lo es menos que un futuro que sea pura ruptura con el pretérito no tiene tampoco sentido.
Uno se queda sorprendido al observar la perfecta y total ignorancia que los jóvenes de hoy tienen de los acontecimientos polÃticos y culturales del primer tercio de siglo. Se ve que las lecciones de Historia son insuficientes para convencer a los jóvenes.
Sólo la Historia vivida es capaz de engendrar vida. Los jóvenes de hoy son decididos iconoclastas: se les ve dispuestos a hacer tabla rasa del pasado, como si con ellos empezase el mundo.
Ortega y Gasset señalaba ya el fenómeno en «La rebelión de las masas». Una juventud que comienza a vivir, como quien dice, en una época rebelde, es también doblemente rebelde, por juventud y por actual.
A la juventud española actual le han faltado, además, los beneficios de la autovacunación. Es una medida peligrosa, desde el punto de vista de la higiene, la total supresión de la circulación de virus, porque de este modo se impide al mismo tiempo la segregación de las antitoxinas que defienden el organismo. Yo me pregunto a veces si esta juventud, en medio de su brillante rebeldÃa, no es o no se muestra un poco ingenua.
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