Carlos Santamaría y su obra escrita
La carta del Arzobispo de Aix-en-Provence
Documentos, 15 zk., 1954
Como era de esperar, las reacciones a este comunicado en la opinión pública y en la Prensa fueron muy diversas. Los católicos más fieles, cualesquiera que fuesen sus sentimientos anteriores respecto a los sacerdotes obreros y a la forma de acción por ellos emprendida, no dudaron en aceptar como un acto de Iglesia, las decisiones episcopales: «Los sacerdotes-obreros no existen ya. Los sacerdotes de la misión obrera acaban de nacer. Nuestros votos, nuestras oraciones, les acompañan de todo corazón».
Para ayudarles a comprender las decisiones de la JerarquÃa el Arzobispo d'Aix-en-Provence, dirigió el 11 de febrero a sus sacerdotes diocesanos, una carta circular que debe ser considerada como uno de los documentos más luminosos sobre el problema que nos ocupa. Mons. de PROVENCHERES es bien conocido por su celo apostólico en favor de la clase obrera y por la protección solÃcita que dispensa en su diócesis a los «petit-frères» del P. de Foucauld. El hecho de que algunos de estos religiosos, incluso sacerdotes, se hayan dedicado al trabajo en las fábricas, no es ajeno a las orientaciones de este prelado y hay que hacer notar que dichos sacerdotes continúan ejerciendo esta misión en la misma forma que hasta ahora, sin que las medidas actuales les hayan afectado. Una idea muy importante se desprende entre otras, de este precioso documento y es que los sacerdotes obreros no habÃan sido autorizados para que realizaran una misión secular, sino que habÃan sido enviados a una misión especÃficamente sacerdotal. Normalmente corresponde a los seglares el ejercicio de la actividad temporal —la polÃtica, la cultura profana, la economÃa, la técnica...— y son ellos los que han sido llamados a actuar, incluso como parte integrantes de la Iglesia, en ese dominio. El Cardenal Suhard habÃa ya dicho en una de sus más famosas pastorales que los sacerdotes no deben invadir el campo propio de los seglares y que carecen de las gracias de estado propias para ello. Nada tiene de extraño que accidentalmente algunos sacerdotes asuman tareas temporales, y asà ocurre por ejemplo en el caso del «sacerdote diputado», a quien sus superiores autorizan para desempeñar una función de suyo laical, por motivos que pueden ser muy diversos. No era esta la situación de los sacerdotes obreros: la Iglesia les habÃa dedicado, institucionalmente, a una tarea netamente sacerdotal y en esa misma lÃnea mantendrá, sin duda, a los sacerdotes de la futura misión.
No se trata, pues, de reducir el alcance de las actividades de los sacerdotes obreros, sino de impedir que se estrechen y queden muy por debajo del plano espiritual, en el que habÃa querido situarlas el bondadosÃsimo y nunca olvidado Cardenal Suhard. Si algunos han querido ver en las decisiones de la JerarquÃa, la manifestación de cierta incompatibilidad radical entre el trabajo manual y el sacerdocio, están equivocados. San Pablo trabajó, los monjes también lo hacen, los «petits-frères» del P. de Foucauld continúan trabajando y los mismos sacerdotes obreros que se acojan a la nueva modalidad de la misión obrera trabajarán también varias horas cada dÃa. Si es cierto que, «por el momento, se ha previsto que los sacerdotes de la Misión obrera no trabajen más que tres horas por dÃa», los obispos no desconocen que esto dificulta el enorlamiento como obreros, pero «se verá experimentalmente qué contactos son posibles» y por otra parte «una vez que las rectificaciones necesarias hayan sido llevadas a cabo, podrÃa ser que la JerarquÃa permitiese una duración de trabajo más larga». «Se trata aquà de una disposición disciplinaria».
El lector juzgará mucho mejor del valor y de la efectividad de este texto mediante una lectura reposada del mismo.
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