El punto de vista histórico

Documentos, 11 zk., 1952

      Después del estudio teológico es interesante situarse en una perspectiva histórica. Reconozcamos que el hecho de que históricamente el cristianismo se haya mostrado como una eficaz fuerza civilizadora, no revela mucho en relación con la cuestión de la «esencialidad» tal como había quedado planteada y elucidada en las páginas anteriores. A pesar de ello es, evidentemente, muy interesante al examinar esa eficacia en el terreno histórico, tanto para deshacer las ideas exageradas que, a este respecto, hayan podido formarse entre los cristianos, por influencia de algunos apologistas imprudentes, como para asentar con firmeza los hechos bien probados que pueden ser aducidos en favor de esa misma eficacia temporal. La verdad histórica debe imponerse aquí por encima de toda idea preconcebida.

      [Texto de Robert Ricard]

      Las líneas anteriores podrán quizás sorprender y hasta escandalizar a algunos demasiado aficionados a ciertas exageraciones de tipo apologístico u oratorio, hoy ya un poco pasadas de moda. Sin embargo, no hay ningún motivo para ello. La historia es un dominio confuso y entremezclado: todos quieren sacar argumentos sintéticos de ella, argumentos que, a la fuerza, han de resultar poco convincentes para los adversarios, porque cada uno ve la historia a su manera. Para el creyente —cuyos motivos de adhesión al cristianismo se salen por completo de este orden de ideas— la Historia aparece iluminada por la Fe de un modo muy distinto que para el incrédulo y el pagano. El don de ciencia ayuda a interpretar adecuadamente el sentido providencial de los acontecimientos. Especialmente permite ver la fuerza del cristianismo —de este Mensaje que Cristo vino a traer a la tierra— y la debilidad de los cristianos —hombres pecadores y falibles que nunca estamos a la altura de nuestra misión—, nos hacen ver también de qué manera estas dos causas contrapuestas se compaginan para explicar el papel histórico del cristianismo en lo estrictamente temporal. He aquí precisiones que el propio prof. RICARD nos ha dado a este respecto.

      [Texto de R. Ricard]

      En cualquier caso parece que la eficacia temporal no ha sido nunca algo discretamente buscado por la Iglesia. Los fines de ésta han sido siempre del orden espiritual y, sólo por añadidura, como consecuencia, han podido seguirse de tal acción algunos bienes temporales, lo cual parece confirmar la teoría de don Andrés A. Esteban. Un ejemplo de ello es la acción civilizadora de los monjes, en la Edad Media, a la cual tantas veces se hace mención y que debe ser adecuadamente interpretada como lo hace Dom CLAUDE NESMY.