Carlos Santamaría y su obra escrita
Bachillerato técnico en Francia
La Voz de España, 1948-06-12
Un decreto y varias órdenes recientemente emanadas del Ministerio de Educación Nacional francés, han abierto las puertas de la Universidad y de las grandes Escuelas Especiales a los alumnos de la enseñanza técnica secundaria en aquel paÃs. La medida tiene un valor social muy significativo y representa, en el campo de la cultura, una verdadera revolución de la segunda enseñanza. Aunque por el momento no se prescinde por completo de las llamadas humanidades modernas (lenguas vivas y ciencias) los programas del nuevo bachillerato atribuyen una gran importancia a las cuestiones técnicas e industriales y a las prácticas de taller. «Mañana —dice el comentarista de la revista «Études», André Ravier— bastará remover los coeficientes, sin tocar a la naturaleza de las pruebas ni a su número, para que el candidato encuentre más ventajoso trabajar con habilidad el hierro o la madera que pensar con justeza o expresarse con arte». Se trata, pues, de una victoria de «lo industrial» sobre «lo intelectual» muy caracterÃstica del tiempo que vivimos.
Durante unas docenas de años habÃa venido desarrollándose en Francia, como en España la polémica de las humanidades, entre los partidarios de la formación clásica y los defensores del bachillerato moderno, en el que las ciencias y los idiomas habÃan de ocupar el primer plano. Como en la discusión de los galgos y los podencos, ambas opiniones han sido ahora audazmente sobrepasadas y nos encontramos frente a un nuevo tipo de bachillerato en que el trabajo manual, la inteligencia práctica, constituirá el principal elemento educativo del joven.
Pero cabe preguntarse si el resultado de la experiencia será bueno o si, por el contrario, no llegará a producirse a consecuencia de la misma, una grave confusión en el seno de las Facultades francesas. En efecto, desde este momento vendrán a reunirse en las aulas de la enseñanza superior dos clases de alumnos: aquellos que, procediendo del mundo laboral, han aprendido, sobre todo, a estimar el esfuerzo mecánico y el trabajo material del hombre, y aquellos otros cuyas almas han sido conformadas según modelos virgilianos. En los mismos bancos van a sentarse pues el «homo faber» y el «homo sapiens», van a escuchar juntos las mismas disertaciones, van a ser sometidos a un mismo régimen de enseñanza y de esta penosa elaboración pedagógica deberán salir las clases directoras del pueblo francés.
El experimento no va a ser de fácil realización; los profesores universitarios verán sometidas a dura prueba sus cualidades magistrales. Se trata, en definitiva, de un atrevido paso hacia un auténtico humanismo integral según la fórmula escolástica: «Razón y manos tiene el hombre». En ese sentido merece toda la atención de quienes crean en el advenimiento de tiempos nuevos.
Acaso el ensayo no haya sido suficientemente madurado —asà lo apuntan algunos comentaristas—. Tal vez hubiese sido mejor plantear el problema con mayor amplitud y decisión, sin recurrir al artificio de enmascararlo tras un simple cambio de programas. Pero no puede negarse interés social y cultural a la medida. ¡No fuera más que como signo del continuo progreso de la técnica, de su avance incontenible dentro del dominio mismo de la cultura y del pensamiento humano, y ya se prestarÃa a un sinnúmero de sabrosas consideraciones! Por otra parte la experiencia francesa tiene para nosotros una gran importancia, desde el momento en que se ha comenzado también a hablar en España de un bachillerato laboral. No serÃa inoportuno recoger, a este respecto, los resultados del interesante experimento que se aprestan a realizar nuestros vecinos franceses.
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