El Castro u “Oppidum” de Arrola es un emplazamiento de la Edad del Hierro (entre los siglos III y I a.C.) situado en el Territorio Histórico de Bizkaia, en la cumbre del monte Arrola, entre las poblaciones de Nabárniz, Arrazua y Mendata. Allí nos recibió Fernando Bazeta, profesor titular del Departamento de Pintura de la UPV/EHU que lleva catorce años trabajando en su reconstrucción.
El proyecto comenzó en 2001, con un estudio sobre el estado de conservación de los restos y con pequeñas reintegraciones de volúmenes. A partir de entonces, la Diputación Foral de Bizkaia, como titular del bien, subvencionó campañas anuales tanto arqueológicas como de conservación -restauración, hasta que en 2009, se firmó un Convenio de Colaboración Universidad – Empresa. Un proyecto integral de intervención I+D+i, investigación arqueológica, restauración-conservación y puesta en valor científica del yacimiento, que supuso una inversión de 480.000€ en 4 años. En la actualidad, el Castro ya es visitable , ha recuperado la unidad potencial y nos permite una comprensión global, entender de un modo amable las peculiaridades de su tiempo histórico.
Nos acercamos a hablar con Fernando, ocupado este año 2015 con la reconstrucción de la puerta sur del Castro (la reconstrucción se puede observar en la imagen que encabeza este artículo), sobre el trabajo que realizan y porqué son necesarios el conocimiento especializado y la sensibilidad que ellos aportan desde la universidad. En el caso de Arrola, conservadores y arqueólogos han trabajado coordinados en estos años. “Los arqueólogos van descubriendo los paramentos y tomando notas”, nos contaba Fernando, pero “los paramentos que salen a la luz después de más de 2000 años están debilitados, desestructurados y no son comprensibles para el observador inexperto”. Ahí es donde entra en juego la labor de los conservadores, que trabajan con un protocolo de actuación basado en la anastilosis, una técnica de reconstrucción de los bienes arqueológicos en ruinas que utiliza los materiales propios del monumento que se hallan desubicados en la zona.
Para Fernando tiene una importancia especial el “concepto de autenticidad” en la restauración. “No se puede engañar al visitante ni hacer interpretaciones imaginativas de lo que pudo ser”. Cuando reconstruyen una muralla utilizan las mismas técnicas (hoy conocida como soga y tizón: los bloques se colocan de forma alterna, unos por su lado más largo y otros por el más corto) que los constructores originales y marcan su trabajo con un código de colores que indica el tipo de intervención: el gris, por ejemplo, indica que se ha reubicado el material en el mismo y exacto lugar en el que estuvo pero de forma segura y estable, mientras que el rojo indica que el material que se ha utilizado para reconstruir esa zona no ha sido extraído exactamente de ella, pero es material del propio castro.
“Si pudiéramos encontrarnos con uno de los constructores originales, querríamos que nos dijera que lo estamos haciendo igual que lo hacían ellos,” nos confesaba Fernando sobre su filosofía de trabajo. Desde su punto de vista las claves que definen su intervención son ese concepto de autenticidad del que ya hemos hablado y la implicación emocional del que interviene, movida por un profundo respeto a lo que otros seres humanos hicieron hace más de 2000 años.
Cuando se le pregunta qué le ha aportado Arrola, personal, académica y profesionalmente, Fernando reconoce que “en 14 años te implicas mucho en esto. Es ya como una parte de mí, Arrola. Reconozco que he aprendido muchísimo aquí: técnicas de construcción, documentos internacionales sobre reconstrucción arqueológica, sobre conservación de bienes culturales construidos en parajes naturales…” De la puesta en valor del Oppidum de Arrola han salido publicaciones y docencia (tanto en másteres como en grado). Además, ha abierto la puertas a intervenir en otros proyectos: restauración del bosque de Oma y varias rutas dolménicas: Aizko (Karrantza), la de Muñarrikolanda (Unbe) y Katillotxu (Mundaka).
El grupo de investigación que ha trabajado en los distintos proyectos incluye a Teresa Escohotado Ibor, Ainhoa Rodríguez López, Natalia Blanco Álvarez y al propio Fernando. Además, el profesor de la UPV/EHU extendió un agradecimiento especial a los casi 200 alumnos que “han sudado” con él en Arrola a lo largo de estos años y a quienes desde el Servicio de Patrimonio Cultural del Departamento de Cultura de la Diputación Foral de Bizkaia han impulsado este proyecto: Andoni Iturbe (Jefe del Servicio), Zuriñe Antoñana (responsable técnica de restauración) y Mikel Unzueta (arqueólogo).
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