-
UPV/EHUko 44 Unibertsitate-Enpresa-Gizarte Gelek prestakuntza espezializatua eta ezagutzaren transferentzia errazten dute
-
José A. Fernándezek, Olatz Fresnedok eta Lucía Martín Saizek egindako ikerketa batek Fundación Renal fundazioaren 2023ko saria jaso du
-
Su motelean egindako 40 lan berri eramango ditu UPV/EHUk Durangoko Azokara
-
'Zain barneko terapietarako medikazioaren infusio ekipamendu optimizatzailea' ekimenak eta 'Yekar' master amaierako lanak Manuel Laborde 2023 sariak lortu dituzte
-
Ikasteko lau moduak eta nola erabili gelan
Alberto de la Peña Varona
La sobrevenida campaña electoral de 2023: confrontación de bloques, disputa entre relatos
Profesor de Ciencia Política. Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación
- Cathedra
Lehenengo argitaratze data: 2023/06/15

Artikulu hau jatorriz idatzitako hizkuntzan argitaratu da.
Aún vive en ‘shock’ la clase política y buena parte de la ciudadanía española por la sorpresiva convocatoria electoral anunciada por el presidente Pedro Sánchez justo el día siguiente de las elecciones municipales del pasado mes de mayo. Como es sabido, los resultados de ésas fueron interpretados como el factor desencadenante de un anticipo en varios meses de los comicios y del correspondiente acortamiento de la legislatura en el Congreso de los Diputados. Trataré, a continuación, de dar algunas pinceladas de la campaña en la que de hecho estamos ya inmersos, así como prever por dónde pueden ir las pautas de la competición entre partidos, manteniendo la mirada a nivel de todo el Estado ya que se trata de unas elecciones generales.
Si atendemos al porqué del adelanto electoral, creo que las razones están ya de sobra vistas y comentadas en los medios. Si acaso, merece la pena hacer un filtrado de las mismas para mencionar tres fundamentales. En primer lugar, ante el fracaso electoral de las municipales, Pedro Sánchez decide dar un golpe de timón y recuperar la iniciativa política en un gesto que a algunos ha sonado algo así como un “todo o nada”, pero que no carece de fundamento racional. En ese sentido, en un contexto de crecida electoral de la derecha y frente a un previsible y lento desgaste del gobierno y de su liderazgo personal dentro del partido, el presidente del Gobierno acelera el ciclo político cambiando las coordenadas en las que la oposición planteaba moverse y, en cierta medida, aminorando el efecto de su victoria en las urnas. La política es a menudo el arte de tomar decisiones en contextos inciertos y ésta que comentamos es un ejemplo de ello. En segundo lugar, detrás del anticipo de las elecciones parece haber un intento de concentración del voto progresista en el PSOE, toda vez que el adelanto también ha cogido con el paso cambiado a todo el espacio a la izquierda de los socialistas. Dada la magnitud del reto de negociar una candidatura común, el acuerdo logrado en torno a Sumar en apenas 10 días parece poco menos que un milagro que, desde luego, no era previsible apenas hace unas semanas. Veremos hasta qué punto ese milagro fructifica en una opción atractiva para el electorado potencial. En tercer lugar, el adelanto supone hacer coincidir la campaña con el proceso de formación de gobiernos locales y autonómicos donde el PP ya está pactando con la extrema derecha de Vox, lo que a priori habría de ser una razón añadida a movilizar a un electorado progresista que se ha mostrado remiso en las votaciones municipales.
Vistas las causas, cabe decir algo de los efectos inmediatos de esa decisión. El primero de ellos lo hemos mencionado ya al hablar del proceso negociador en el espacio a la izquierda de los socialistas donde aún no ha terminado la controvertida cuestión del lugar que ha de ocupar –o no ocupar- Irene Montero en las listas electorales. En cualquier caso, Sumar parece haber nacido como el espacio que ha aglutinado al mayor número de fuerzas políticas de izquierda en la reciente historia del país, algo que paradójicamente había sido imposible anteriormente con ciclos de decisión más largos. Con todas las prevenciones que podamos mostrar, lo cierto es que, en este caso, las prisas no parecen haber sido tan malas consejeras. El segundo de los efectos no está tan claro aún: me refiero al impacto en la participación del hecho de haber fijado las elecciones en un día tan cercano a la anterior convocatoria y, especialmente, en una fecha tan peligrosamente cercana a las vacaciones de verano como la del 23 de julio. Mucho se está hablando de la posibilidad de votar por correo -todo un indicador de que el tema preocupa- o de los criterios seguidos por la Junta Electoral de cara a eximir de las obligaciones de formar las mesas a quienes tengan reservadas las vacaciones. Lo que no cabe excluir de todas formas es que, de darse un abstencionismo determinado por el factor vacacional, ese venga marcado por un cierto sesgo socioeconómico, de manera que lleve a un mayor abstencionismo en los sectores de mayor nivel de renta.
En todo caso, estamos ya viendo por dónde se perfila la campaña electoral que seguramente será dura por lo ajustado de las previsiones y la magnitud de lo que hay en juego. En ese contexto parece atisbarse un choque de bloques ideológicos, alejados de la confrontación de programas y propuestas detalladas. Desde ya hace años se ha teorizado acerca de la ‘espectacularización’ de la política, de cómo los distintos partidos optan por presentar candidaturas y mensajes que resulten atractivos o ilusionantes más que persuasivos en un contexto de lealtades fluidas y volatilidad electoral. Ello lleva a los diferentes equipos de campaña a construir ‘relatos’ donde lo principal no es tanto la verdad como la verosimilitud, por lo que mucho me temo que no nos vamos a sustraer de esa tendencia. Si acaso, la veremos adaptada a las particulares circunstancias del momento político.
En ese sentido, la disputa se prevé entre una narrativa que reivindica el valor de la igualdad, el mantenimiento del Estado de Bienestar y con ello la labor del ejecutivo de coalición, frente a un discurso probablemente más apoyado en emociones que en datos y que incide en la urgencia de acabar con una determinada forma de gobernar. Mientras la primera viene apoyada en unos indicadores económicos tanto más favorables cuanto que el global de la zona euro parece estar en un escenario de recesión técnica, la segunda pivota en mayor medida sobre una particular versión del populismo, especialmente sustanciada en el rechazo de aquello que se define como ‘políticamente correcto’. En ese sentido, me parece sumamente significativa la relación de cierta derecha con la cuestión del cambio climático: una postura que suena a mera rebeldía frente al imperativo, más necesario que nunca, de autolimitación en el consumo. Que esa forma particular de concebir ‘la libertad’, opuesta a la evidencia sostenida por la práctica totalidad de la comunidad científica mundial, resulte exitosa en términos electorales es sin duda síntoma de los tiempos que vivimos en los que el cansancio y la alienación políticas parecen erosionar cualquier posibilidad de centrar sosegadamente el debate en datos y argumentos.
En cualquier caso, las fuerzas están alineadas: una decisión racional desde el punto de vista del cálculo electoral ha precipitado los acontecimientos. A partir de aquí se avecinan semanas decisivas en las que no solo van a concurrir distintos partidos, sino dos modelos antagónicos de concebir la política. Es toda una incógnita el resultado final.