euskaraespañol

Poco ruido y muchas nueces

  • Crónica

Fecha de primera publicación: 04/05/2023

Imagen
Foto de familia en Bizkaia Aretoa | Foto: Fernando Gómez. UPV/EHU

Tras el parón de la pandemia, la Universidad del País Vasco vuelve a celebrar los actos de reconocimiento al personal que se jubila o cumple 25 años de trabajo. El primero de esos encuentros, dedicado a quienes se jubilaron en el Campus de Bizkaia entre septiembre de 2019 y diciembre de 2022, tuvo lugar el pasado jueves en Bizkaia Aretoa. Con motivo de esa despedida, la rectora Eva Ferreira ha escrito este artículo, reconociendo su esfuerzo y su trabajo:

“A finales del mes abril tuve el honor de presidir el homenaje a las personas jubiladas de la Universidad del País Vasco, personas que han dedicado su vida laboral a nuestra institución, la universidad pública, y que han contribuido, por tanto, a mejorar la educación superior y con ella a mejorar la sociedad vasca. Después de jubilarse, cada persona elige su propio camino, busca nuevas actividades, cambia sus hábitos y deja de verse con sus colegas tan habitualmente como antes.

Ello añade una especial emotividad a estos actos donde, bajo un paraguas de reconocimiento institucional, se reencuentran personas que comparten vivencias y recuerdos, aprovechan para ponerse al día, preguntar por otros conocidos, intercambian reflexiones y, acaso, proyectan nuevos encuentros.

Mi papel como rectora fue agradecer y reconocer el trabajo realizado por estas personas a lo largo de su vida profesional. Lo hice con mucho gusto, como espectadora privilegiada del reencuentro, acompañando al reconocimiento y la gratitud una dimensión aún más personal de cariño y de respeto.

Suele ser un acto sencillo pero muy emotivo: una insignia, un saludo de la rectora y de su equipo, y una foto para el recuerdo. Subieron al escenario casi doscientas personas, cada una de ellas acompañada por su memoria personal y por el recuerdo de su aportación a nuestra universidad.

Según transcurría el acto, fui consciente de algo que al menos yo pocas veces he sentido con tanta intensidad: la importancia del trabajo de cada una de esas personas y, en particular, su efecto directo sobre mí, porque yo también soy, académicamente, y en buena parte personalmente, fruto de la Universidad del País Vasco, y son cientos, miles de personas, cada una de ellas con su aportación individual, las que han tomado parte en ese trabajo colectivo.

En algún momento del encuentro, pude saludar a mi profesor de análisis matemático, que me hizo entender el interior de muchos teoremas y me contagió su pasión por la enseñanza; con él aprendí a estudiar con rigor y con paciencia. También subió al estrado el profesor que me ofreció mi primera beca de investigación y me animó a hacer un máster en economía. Subió el director de mi tesis, del que aprendí que el estudiantado es lo primero y que sería, desde entonces, una referencia indiscutible en mi carrera académica. Subió el responsable del servicio de publicaciones, con el que pude disfrutar de muchas charlas a lo largo de los años, en tiempos en que había que supervisar que los exámenes salieran de la multicopista y dar fe de que ninguno se hubiera quedado enredado entre los rodillos. Subió también la secretaria de departamento a la que tantas veces pedí ayuda, me calmaba y me resolvía ese papeleo en el que yo me perdía al principio de mi estancia en la universidad (¡y más tarde también!). Subió un colega con el que recuerdo una discusión hace años que terminó en desacuerdo, pero sin perder nunca el respeto mutuo y compartiendo, a partir de entonces, nuestra pasión por la ópera. También subió al estrado mi compañera en otros equipos rectorales, con la que compartí charlas interminables sobre utopías inalcanzables, y esas vivencias, con momentos dulces y amargos, que unen para toda la vida. Subió mi secretaria en los tiempos de vicerrectora, siempre cariñosa, sonriente, eficiente, valiente y con muchas historias que contar. Subió un reconocido investigador y gran conversador, con el que a lo largo de los años he podido disfrutar de charlas muy interesantes sobre la academia y la vida en general. Subió un profesor médico que ha sido mi referencia en muchísimas ocasiones para reflexionar sobre la mejora de la educación en el ámbito sanitario, y que fue también un gran apoyo personal en momentos delicados de salud en mi familia.

Y podría seguir; subieron muchas más personas: una compañera de grupo de investigación, un profesor conocido de mi época de instituto, administrativas y colegas de mi facultad y de otras facultades. Fui consciente de cuánto les debía y, según transcurría el acto, pensé que esto es la universidad. La universidad no es un ente abstracto sino un mosaico de personas concretas que hacen camino y que convierten la academia en un proyecto colectivo que mejora la sociedad a través del conocimiento. En ese camino las aportaciones no son aisladas, sino que se entrelazan en un trabajo colectivo cuyo éxito depende de las relaciones profesional y personales que hayamos establecido.

Así que ese día de abril agradecí el trabajo de estas personas y también el que hayan pasado por mi vida. Lo que soy es, en buena parte, gracias a ellas, porque he podido hacer mi camino sobre la senda que habían abierto, sobre las huellas que ya habían dejado. Con éxitos y fracasos, con aciertos y errores, los que fueron nos ayudaron y ahora también ayudamos a los que vienen. Somos el fruto de nuestro lema: Eman Ta Zabal Zazu.

Debemos recordarlo porque esa realidad suele quedar oscurecida por la costumbre de asignar culpas y reconocimientos a individuos o a grupos reducidos. Se hace noticia de lo que se sale de lo común, pero lo importante, lo decisivo, es paradójicamente lo habitual, lo que no se suele ver. Quiero recordar esta idea tan sencilla como frecuentemente olvidada: que la universidad la construyen día a día muchísimas personas que hacen muy poco ruido pero dan muchas nueces. Gracias de corazón a todas ellas.”

 

Eva Ferreira

Rectora de la Universidad del País Vasco