Hace ya casi 25 años que comencé, como estudiante, en la Facultad de Bellas Artes. Entonces pasábamos horas sin fin en el hall, en el ‘karratu’ y pasillo arriba, pasillo abajo, de un taller a otro. También echábamos tiempo en las taquillas, montando un tetris para que cupieran todos los materiales. Las taquillas eran el lugar donde iniciábamos y terminábamos el día.

Nunca pensé que volvería, pero a veces la vida te tiene preparadas sorpresas y hace unos años regresé como profesora.

En estos largos años, las cosas han cambiado mucho y nuestro grado se imparte ahora en otro edificio, somos, al parecer, muchas personas y no hay sitio para todas. Pero paso con regularidad por la facultad original, para coger materiales, dar alguna clase o por cuestiones de secretaría.

En estas visitas recorro los pasillos y tengo la sensación de que no ha pasado tanto tiempo. Regreso a mi época de estudiante, e incluso a veces, al cruzarme con alguno de ellos, tengo la sensación de conocerle, de que fuera un compañero de clase, como si hubiera retrocedido en el tiempo.

Los colores de las paredes de los pasillos, las pintadas, los carteles, el olor a aguarrás y las taquillas, taquillas metálicas, largas y grises. Incluso mi taquilla sigue ahí, en el mismo sitio, como si no hubiera pasado el tiempo.

Ese es el lugar elegido por Katrin Alberdi, profesora del Grado en Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la Facultad de Bellas.

Cómo llegar: 43°19'51.4"N 2°58'23.0"W