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Haizea Barcenilla y Ane Lekuona Mariscal

¿Por qué no conocemos a María Paz Jiménez?

Profesoras del Departamento de Historia del Arte y Música

  • Cathedra

Fecha de primera publicación: 18/03/2025

Ane Lekuona y Haizea Barcenilla | Foto: Juantxo Egaña
Este artículo se encuentra publicado originalmente en The Conversation.

Su obra está en el Museo Reina Sofía de Madrid, en el Fonds National d’Art Contemporain de París, en todos los museos de arte contemporáneo del País Vasco y en múltiples colecciones privadas. Expuso en las galerías Clan y Biosca de Madrid, las más vanguardistas durante la época franquista, y participó en muestras muy destacadas de los años cincuenta y sesenta. Sin embargo, muy poca gente conoce a la pintora María Paz Jiménez (1909-1975).

Una nueva exposición en Donostia ofrece la posibilidad de acercarnos a su obra. Por una parte, permite conocer los múltiples ángulos desde los que mirar su pintura. Pero por otra, también nos lleva a preguntarnos cómo se ha escrito la historia del arte y qué ha quedado fuera de ella.

Moderna, gitana, exiliada y retornada

Jiménez fue una mujer gitana de ideas progresistas que se apasionó por el arte viendo exposiciones en su ciudad, Donostia. Sin embargo, su formación se desarrolló en el exilio, concretamente en Buenos Aires, donde residió entre 1937 y 1945. Allí realizó y expuso sus primeras pinturas, unas composiciones surrealistas en las que siluetas femeninas parecen brotar y protegerse de un entorno natural indefinido.

Cuando regresó a Donostia en 1945 trajo consigo un espíritu surrealista que el franquismo había diluido en España y que la llevó a pintar lo que ella llamó “monigotes” o “muchachas”.

Se trata de figuras siempre femeninas y con rasgos muy similares a los suyos y los de su hermana Rosario; sus pieles también pasan de ser blancas a tomar tintes más oscuros. El hecho de que fueran composiciones de gran colorido, con temática considerada doméstica y femenina, de figuras apacibles y poco naturalistas, llevó a la crítica a tildarlas de naif, y a la historia del arte a no prestarles demasiada atención.

Sin embargo, esos cuadros profundamente originales son interesantes en muchos sentidos. Por una parte, muestran un universo femenino cerrado, enclaustrado en espacios interiores donde las protagonistas parecen buscar resguardo. Por otra, algunos gestos de esas muchachas, como la forma de acariciarse el cabello, pueden interpretarse como símbolos de identidad de las mujeres gitanas. Es decir, esos cuadros que parecen inocentes muestran formas de expresión y resistencia artística ante el franquismo.

La llamada de la abstracción

Tras un viaje a París en 1948, María Paz Jiménez realizó sus primeras pinturas abstractas y se atrevió a exponerlas en la Sala Stvdio de Bilbao en 1949.

Fue un gesto valiente y vanguardista, puesto que los artistas que habían expuesto abstracción en esos años, una tendencia denostada por el régimen, podían contarse con los dedos de una mano. Tal vez por sentirse falta de apoyos en su intento, continuó experimentando en su estudio, pero no volvió a exponer abstracción hasta 1956. Su estilo se afianzó entonces en un informalismo que resonaba con la obra de Saura y Millares, de gran materialidad y donde las texturas cobraban especial protagonismo.

Esa fue su época de más éxito: como ejemplo, el crítico Moreno Galván la incluyó en su obra ‘Introducción a la pintura moderna actual’ (1960) y llevó a cabo exposiciones en Madrid que recibieron muy buenas críticas. También tuvo una gran implicación en la renovación del arte del País Vasco, y expuso en las iniciativas que organizaron los que posteriormente serían miembros del Grupo Gaur.

Sin embargo, tras una crisis personal a principios de la década de los sesenta, Jiménez cambió completamente su estilo. Pasó a componer pinturas lisas, con variaciones sobre un mismo tono y que jugaban con planos rotos por nudos y quiebros. Fue un giro de una tendencia formalista a una más expresiva, con la que la artista se sentía más representada en sus preocupaciones existencialistas y que entronca con su primer espíritu surrealista.

Jiménez fue una apasionada de la filosofía, la poesía y diversos temas científicos, como la geología y la astronomía, y la referencia a los misterios del mundo, el espacio y la vida son palpables en esas últimas obras.

¿Por qué no conocemos a María Paz Jiménez?

Jiménez falleció en 1975, el momento en que la historia del arte comenzaba a tomar formas concretas tanto en el País Vasco como en el estado español. No estar presente para defender su legado ha influido en su ausencia de esos relatos, así como el hecho de que su última obra tuviera un cariz más personal, menos acorde con las grandes tendencias canónicas, como la pintura informalista o la abstracción escultórica de Oteiza y Chillida.

A pesar de que fue reconocida y apreciada tanto por miembros de El Paso como de Gaur, nunca formó parte de esas agrupaciones, y eso también jugó en su contra. Su primera figuración tampoco ha recibido la atención que merece, al ser considerada, de una manera simplista, demasiado infantil y femenina.

La figura de Jiménez es especialmente interesante para preguntarnos sobre la historia del arte, quién la compone y quién queda fuera. Fue una artista innovadora, vendió obra, expuso en galerías de referencia, colaboró estrechamente con grupos vanguardistas y, a pesar de todo, no forma parte de nuestra memoria colectiva. Tal vez se deba a que esa memoria ha excluido los lenguajes no canónicos, los lenguajes específicos: los que se han considerado demasiado femeninos, demasiado exóticos o demasiado personales.

En todo caso, Jiménez nos ofrece la opción de plantearnos si esos cánones realmente representan la riqueza de la historia del arte.