Miren Rodríguez González
Espejito, espejito mágico, ¿quién es la más bella? Instagram lo tiene claro
Profesora del Departamento de Peiodismo. Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación
- Cathedra
Fecha de primera publicación: 10/04/2025

Si los hermanos Grimm tuvieran que adaptar el cuento de Blancanieves a los estándares de belleza actuales, tendrían que sustituir el redondo y gran espejo de la madrastra por una pequeña pantalla que cupiera en una mano y por una serie de aplicaciones con filtros que ayudaran a que la más guapa fueras tú. La peor parte es que no hay una sola reina malvada; hay muchas madrastras que durante 24 horas al día encarnan el papel de juezas que sentencian quiénes son dignas de ser aceptadas porque su cuerpo entra dentro de los modelos estéticos socialmente reconocidos y quiénes no porque son gordas, tienen granos, alopecia o simplemente no cumplen con los inalcanzables objetivos de perfección actuales, bajo el yugo siempre de la tiranía de la delgadez.
Las redes sociales, con Instagram a la cabeza, se han convertido en espacios públicos donde Blancanieves y madrastras son, de forma consciente e inconsciente, francotiradoras que con un ‘like’ pueden salvarte de la estigmatización y con un comentario negativo te condenan para siempre. Los medios sociales como Instagram, Facebook y TikTok desempeñan un papel determinante al amplificar y perpetuar los ideales de un cuerpo de apariencia perfecto al exponer a los usuarios de manera continuada al consumo de imágenes de belleza idealizada, facilitando además la comparación entre cuerpos. La consecuencia de salirse de la norma estética socialmente aceptable, sobre todo por parte de las jóvenes adolecentes y mujeres frente al sexo masculino, es una distorsión de la imagen corporal, con graves problemas de autoestima; de desarrollo de competencias sociales y emocionales; de alimentación desordenada y Trastornos de Conducta Alimentaria; de ansiedad y de depresión, entre otros.
La violencia estética actual es tal que las connotaciones gramaticales han involucionado hasta el punto de aceptarse socialmente que la delgadez es sinónimo de éxito, de deseabilidad, y que lo gordo es sinónimo de fracaso. La presión estética sobre el cuerpo femenino descansa sobre el presupuesto de un cuerpo delgado. Como consecuencia, se produce la invisibilización de hombres y mujeres considerados ‘no normativos’, con sobrepeso u obesidad y la sobrerrepresentación de cuerpos delgados. Naomi Wolf en su obra ‘El mito de la belleza’ ya explicaba que una fijación cultural por la delgadez femenina no es una obsesión por la belleza de las mujeres, sino una obsesión por su obediencia. La norma de la delgadez entendida como una cuestión moral, de salud y belleza ataca a todos los cuerpos, pero sobre todo al de las mujeres.
Los medios de comunicación y las redes sociales lo saben y son determinantes en la concepción de la belleza femenina, en la constitución de la imagen social sobre los cuerpos y en contribuir a la estigmatización de quienes no sigan o no puedan seguir las normas estéticas actuales. Así, la sobreexposición de los cuerpos profesionalmente cultivados y modificados, las fotografías retocadas, la invitación de ‘influencers’ a ser como ellos y a seguir un sinfín de consejos de belleza, que pasan por que la industria de los productos de dietética y cosmética siga enriqueciéndose, alejan el ideal de belleza y lo sitúan fuera del alcance de muchos y muchas adolescentes, que ya con 12 años utilizan cremas antienvejecimiento y piden como regalo hacerse cirugías estéticas. Es así como el académico Bastián Olea entiende la extensión de la distancia entre el polo positivo de la belleza y el polo negativo. Cada día podemos ver en Instagram, con más de 1.200 millones de usuarios en todo el mundo, una cantidad cuasi infinita de chicas con vientre plano, delgadísimas, con apariencia de modelos y belleza indiscutible. Esas imágenes en apariencia inofensivas no lo son porque, como usuarios, las estamos convirtiendo en un estándar social sobre el que medir todo lo demás, el éxito amoroso, social, laboral, incluso la aceptación familiar; es una forma de normalizar algo que no lo es con graves consecuencias si se tiene en cuenta que la mayoría de usuarias que sigue a ‘influencers’ que comercializan cosméticos innecesarios y un listado inabarcable de productos para quitar el apetito o “adelgazar sin darte cuenta” son adolescentes y jóvenes impresionables. La toxicidad de esa red social se centra en mostrar una imagen irreal sometida a retoques y filtros, que cosifica los cuerpos femeninos y que se convierte en modelo a seguir para millones de personas que no dudan en maltratar su cuerpo a golpe de dietas, y de ayunos peligrosos, aunque esté en juego la salud física, y mental, por no hablar del grado de intolerancia que se genera hacia los cuerpos diferentes, en concreto hacia las corporalidades gordas.
Así lo demuestra un estudio elaborado por el grupo Mediaiker, de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, al analizar la percepción social sobre el reflejo en los medios de comunicación y redes sociales de la obesidad a través de una encuesta en la que participaron 850 personas. Entre las principales conclusiones, se constata que la sociedad considera que las redes sociales transmiten una información negativa o muy negativa de la obesidad (69,6 %), un porcentaje que se reduce al 57,3 % en el caso de los medios de comunicación tradicionales. Dentro de las redes sociales, Instagram es la que, según el 60 % de las personas encuestadas, refleja la imagen más negativa. Un dato muy superior a las siguientes plataformas; TikTok es la segunda red social donde se identifican más discursos de odio relacionados con la obesidad, con el 20,5 %, seguida de Facebook (19 %), X (16,5 %) y YouTube (10,7 %).
Las personas autoras del estudio ‘Radiografía de la percepción social sobre la obesidad en España’ constatan que los resultados permiten establecer una conexión entre esa percepción negativa y la relevancia que se da a la imagen corporal y a los estándares de belleza dominantes. Así, el 68 % de los encuestados considera que en redes sociales predomina el enfoque estético —de imagen corporal y estándares de belleza—, mientras que en los medios de comunicación ese porcentaje se reduce al 60 %. Esa visión se refuerza con el dato de que el 90 % está muy o bastante de acuerdo con que esas plataformas fomentan una mayor comparación entre los cuerpos y que el 82 % cree que la publicidad en televisión y los medios de comunicación impresos promueven estándares de belleza poco realistas. En concreto, casi el 80 % de los encuestados piensa que la prensa rosa y los programas de entretenimiento tratan la obesidad de forma sensacionalista.
Afrontar la toxicidad de Instagram es una tarea urgente que requiere tanto cambios estructurales en la plataforma como una transformación cultural más profunda. Aunque el ‘body positive’ y el activismo antigordofobia han abierto espacios de resistencia y aceptación, la lucha no puede recaer únicamente en quienes sufren la discriminación. Es responsabilidad de todos desafiar los estándares de belleza opresivos y garantizar que todos los cuerpos sean vistos con dignidad y respeto. Solo a través de una acción colectiva se podrán utilizar las redes como espacios inclusivos, donde la diversidad corporal sea celebrada en lugar de castigada.