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Docente e investigadora del Departamento de Ciencias Política y de la Administración
Jule Goikoetxea: «Si queremos nuevos sujetos, se debe incidir en las relaciones de poder que los crean»
- Entrevista
Fecha de primera publicación: 06/03/2025

Jule Goikoetxea es doctora en Filosofía del Lenguaje. Las ciencias políticas y el feminismo también han sido objeto de estudio en su fructífera carrera como docente e investigadora dentro de la Universidad del País Vasco, así como en diversas universidades internacionales. Hemos tejido la entrevista con el hilo principal que atraviesa su labor. A las puertas de la primavera, a través de sus palabras traemos las reivindicaciones del feminismo a esta edición especial de Campusa. Ha revestido sus ideas con la esperanza, el humor y las ganas de vivir que lleva impresas en su ADN. También hemos hablado sobre el libro ‘Politeismo Bastarta’ que ha publicado recientemente.
Si se igualaran los poderes de unos y otras, no existirían los conceptos de hombre y mujer, porque son las relaciones de dominación patriarcales las que crean materialmente a las mujeres. ¿Cuánto tiene de utopía esa deconstrucción que propones?
Las utopías son horizontes para mí, no existen en ninguna parte, igual que hace mil años no existían Osakidetza o la Universidad del País Vasco; el futuro hay que hacerlo, y para eso primero tenemos que tener la capacidad de imaginarlo. Las utopías son herramientas lingüísticas para la creación de futuros deseables a largo plazo y se hacen mediante relatos. Todo cambio político precisa, en primer lugar, un relato, ya que debe definir los objetivos políticos a través del lenguaje, y desplegar luego estrategias para alcanzar dichos objetivos: estrategias económico-sociales, científicas, artísticas. Las utopías dibujan el rumbo estructural del cambio político. Eso significa que queremos utopías debidamente fundadas. Utopías basadas en buenos y precisos análisis de los sistemas de dominación actuales. Porque lo que distingue a los sujetos políticos y colectivos actuales y, por tanto, a mujeres y hombres, no es una “diferencia”, sino una desigualdad. Si queremos nuevos sujetos, se debe incidir en las relaciones de poder entre ellos, y esto implica un cambio en las estructuras que componen el contexto porque al cambiar el contexto cambian los seres presentes en el mismo; por eso tienes aquí a una docente hablando, y no a una ameba (risas).
Política, filosofía y feminismo son los tres ejes de tu trayectoria académica y militante. ¿Qué vínculos has encontrado entre los tres?
Hice mi tesis doctoral en filosofía del lenguaje, pero sabía que, después de analizar el lenguaje, analizaría el poder. Los británicos y las británicas son un desastre en filosofía, pero están entre los mejores en política. Por eso estudié allí Ciencias Políticas (en la Universidad de Cambridge) y el posdoctorado (Universidad de Oxford). Por eso, y porque me dieron becas, claro. Digo esto para que quede constancia por escrito de que necesitamos becas, muchas más becas. La política y la filosofía son para mí las disciplinas del poder y del conocimiento, y el poder es conocimiento, del mismo modo en que el conocimiento es poder. Por tanto, siempre han estado interconectadas, aunque nuestras sociedades disciplinarias las han separado en distintas disciplinas; por eso, hay que pensarlas y elaborarlas conjuntamente. En nuestras sociedades capitalistas patriarcales y coloniales el poder y los conocimientos son liberales, patriarcales y coloniales, de modo que, si no se hacen y no se viven la filosofía y la política desde el feminismo, entonces estaríamos recreando esos sistemas de dominación que queremos desmantelar. Me gustaría dejar clara una cosa: la filosofía no es algo que se haga en la academia. A pesar de que la academia siempre ha reivindicado el monopolio del “conocimiento legítimo”, la filosofía es el conjunto de estrategias y reflexiones continuadas que desplegamos cada día para afrontar la vida; por eso la filosofía es siempre política. Y, asimismo, la política tampoco es lo que hacen los partidos políticos, aunque ellos y los medios de comunicación reivindiquen el monopolio de la “política legítima”. Los seres humanos estamos hechos de política y de conocimiento, que son nuestras principales estrategias de supervivencia, y el feminismo es esa política y esa filosofía que actúa contra la política y la filosofía patriarcal. Pero, al igual que en el socialismo, hay muchas corrientes también en el feminismo.
En el libro ‘Euskal demokrazia patriarkala’ que publicaste junto con Lore Lujanbio, Zuriñe Rodríguez y Estitxu Garai, algunas de las 45 entrevistas fueron realizadas a distintos docentes e investigadores de la UPV/EHU. ¿Cuáles son las relaciones patriarcales principales de la universidad?
Apenas hay diferencias entre las relaciones patriarcales de la universidad o de una fábrica, porque en casi todos los núcleos de poder el 80 % son hombres, cuando la mayoría del estudiantado son mujeres, pero el 75 % de las personas subcontratadas también son mujeres. Entonces, en ese libro se analizan las estructuras del patriarcado contemporáneo, y también en la universidad nos encontraremos con que quienes más trabajan son las mujeres, precisamente en esos trabajos que carecen de prestigio, crédito y visibilidad. En cambio, las acciones y trabajos que conceden más poder, ya sea hablar en clase, ya sean determinadas fases y responsabilidades de la investigación, o ciertas dimensiones de la gestión (y los puestos de gestión que ostentan más poder) son realizados por hombres. Esto se da en todas las dimensiones del patriarcado y en todos los países: las mujeres trabajan más, pero tienen menos poder que los hombres de su comunidad: menos poder cultural, económico, político, social y simbólico. Hoy en día la mayoría de la producción científica y cultural está en manos de los hombres en todos los países.
Estudiaste en la UPV/EHU y trabajas como investigadora y profesora. Conoces bien este universo. ¿Qué avances se han dado y dónde crees que hay que poner el foco en la actualidad?
Se han hecho grandes progresos, pero me interesa más centrarme en los retos. En el programa del nuevo Equipo Rectoral, de una manera u otra, están recogidos muchos de los puntos que voy a mencionar.
En primer lugar, mencionaré los retos generales: el euskera sigue sin estar garantizado en todos los grados, y relacionado con esto está la cuestión de la territorialidad; tenemos que reforzar los lazos con Iparralde y con la Universidad de Navarra. La degradación de la universidad pública es sistémica y el objetivo de esta estrategia política es crear una clase trabajadora sin un gran nivel de cualificación. ¿Cuál es nuestra alternativa? ¿Dónde está nuestro modelo? También tenemos que hablar de la digitalización, porque no es de recibo que la digitalización del conocimiento, de la universidad y de la vida se haga a través de plataformas privadas. Al mismo tiempo, se debe detener la militarización de las universidades. ¿Por qué hay personas armadas en los campus? La universidad se está pareciendo cada vez más a las empresas privadas, que tienen sus fuerzas de seguridad privadas y clientes en lugar de estudiantes y de personas investigadoras. Nosotras no queremos clientes, somos servidores públicos, enseñamos a pensar (o lo intentamos), cómo afrontar la vida, cómo entenderla y transformarla en todas sus dimensiones. Eso es lo que enseñamos, y eso no es un servicio privado, es un derecho social y político.
Un grave desafío epistemológico: El 70 % de los contenidos de los grados universitarios (no sólo de los nuestros) no son válidos. Perdona que lo diga de forma tan directa, pero el abismo que existe en este momento en las ciencias denominadas puras y naturales, y en las ciencias humanas y sociales, tanto con respecto a la sociedad como con respecto a las últimas transformaciones de la ciencia misma, es tremendo. ¿Cómo es posible que se siga diciendo todavía “ciencias naturales”? ¿Acaso los seres humanos no son naturales? Ese es el marco supremacista del excepcionalismo. Pero el problema va más allá; en esos grados, en general, no se enseña desde los nuevos marcos epistemológicos que las investigaciones punteras, ya sea en biología genética, ya sea en robótica, han expandido durante las últimas décadas. Y sucede lo mismo en las ciencias humanas y sociales, que están enseñando lo mismo que se aprendía hace 40 años. Los marcos, en general, están totalmente obsoletos, no sólo porque no se compaginan con los “descubrimientos” o paradigmas de la ciencia de las últimas décadas, sean sobre física cuántica, sean sobre sistemas emergentes, sino también porque los temarios legitiman la violencia política, todo el rato; si no aceptamos que las clases se impartan desde la base supremacista del fascismo, aunque estemos dando el fascismo, ¿por qué se acepta que se enseñe biología, economía o sociología desde el marco supremacista del racismo, del sexismo y del neoliberalismo? No se trata de eliminar esos marcos y esos autores, sino de decir que son supremacistas, porque no se identifican como tal, pero luego todas y todos nos sorprendemos de que haya fascistas en cualquier lado. Oye, si más de la mitad de lo que se enseña se apoya en bases supremacistas, tal vez, acaso, puede ser que esté relacionado.
Volviendo al eje principal que marca el día del 8 de marzo, siempre es el momento adecuado para recordar las medidas de despatriarquización propuestas en el ensayo citado anteriormente.
Nosotras siempre decimos que la despatriarquización debe ir acompañada de la desmercantilización y la descolonización, y todas ellas acompañadas de un proceso de reterritorialización. Citaré muy brevemente algunas medidas. Construcción del Estado: hay que pensar en las estructuras políticas para lograr transformaciones estructurales; todas las instituciones que tenemos hoy en día, las instituciones políticas, sociales y urbanas se deben reestructurar de la cabeza a los pies, junto con los sistemas productivos; no sólo el sistema de producción de la plusvalía, sino de producción de la vida, y, por consiguiente, toda estructura de producción de sujetos, del espacio y del tiempo. En este sentido, proponemos el trabajo de cuidado sea obligatorio: para nosotras el cuidado es trabajo no remunerado, más concretamente todo trabajo que efectúan las mujeres en el patriarcado por ser mujeres: limpieza, educación, alimentación, etc. Y, por tanto, es necesaria la desmercantilización de todo trabajo y que ello se realice de forma desfamiliarizada. El mercado y la familia deben abolirse, puesto que son dos pilares del patriarcado capitalista. Para ello hay que cambiar también los núcleos de poder: Todo ámbito de decisión deberá ser consociado, es decir, en todos los ámbitos de decisión políticos e institucionalizados ha de haber al menos una mujer por cada hombre, pero el objetivo no es conseguir la igualdad para aplaudir la diferencia biológica entre hombres y mujeres, eso es mujerismo ilustrado; nosotras queremos que desaparezcan los hombres y las mujeres, y eso se consigue igualando sus poderes. Por eso, habrá que democratizar el veto y la capacidad de decisión que tienen ahora los hombres, en general, y la patronal, en particular, y otorgárselos a las mujeres y a las personas trabajadoras en todos los ámbitos mixtos.
La despatriacalización requiere lo siguiente: Conocer el patriarcado, creando para ello un ámbito discursivo que investigue, mida y conjugue todas las dimensiones. Trabajo remunerado, trabajo no remunerado, estado, ámbito público-político-social, violencia directa de los hombres contra las mujeres y sexualización junto a la racialización. Y, después, hay que transformar los subapartados de cada dimensión, por ejemplo, en la dimensión de trabajo no remunerado: la categorización del trabajo, los tipos de trabajo, rutinarios, lúdicos, etc., más su relación con el trabajo remunerado. También habría que tener en cuenta todas las dimensiones de los aparatos y estrategias del Estado: las leyes, las fuerzas de seguridad, el aparato de justicia, la configuración de las políticas públicas y de los presupuestos, la segregación de personal educativo y sanitario, los servicios públicos...; y su relación con los trabajos remunerados, por un lado, y con la violencia simbólica, por otro: las categorizaciones negativas y positivas, la configuración de sujetos a través de la categorización, las diferentes experiencias y percepciones corporales, heteronormativas y queers, los mecanismos y estrategias para la transformación discursiva de las identidades materiales, la combinación con la construcción material y simbólica del prestigio, y, por otro lado, con el ámbito socio-cultural-político, es decir, del sentido estricto del arte y de la cultura al espacio socio-público: las calles, la noche, los productos y las experiencias culturales formales e informales, las diversas dominaciones generadas por las diferentes dimensiones de la comunicación y la tecnología, las nuevas territorialidades que generan las redes sociales, la ocupación de estas nuevas territorialidades por parte de los hombres, la omisión sistemática de las mujeres que hacen los hombres en todos los ámbitos de la cultura, la política y la ciencia, etc. Para ello, es necesario elaborar una serie de índices e indicadores que sean macro y micro, para combinar datos y análisis de cada dimensión y subdivisión del patriarcado, y para conseguir un resultado o un punto de vista más completo. Y esto debería ser financiado sistemáticamente por la Universidad pública.
Llevas unos cuantos años ejerciendo como docente en torno al género y al feminismo en el Máster de Igualdad y en el Máster de Teoría Feminista del grupo de investigación Partehartuz. ¿Habéis notado el aumento de la presencia de estos estudios en algunos perfiles profesionales que son requeridos en el mundo laboral?
Sí, sin duda. Por un lado, entre los que solicitan una titulación formal en feminismo, porque se necesitan más técnicas de igualdad en los ayuntamientos y en las instituciones, pero incluso también informalmente, porque el pensamiento crítico es imprescindible, ya que el conocimiento es poder en todos los puestos de trabajo, y para hacer frente a los problemas sociales, da igual en qué puesto de trabajo, es imprescindible el conocimiento y el análisis crítico en torno a la sociedad, y para ello, es necesario conocer el funcionamiento del patriarcado, como otros muchos conocimientos.
"Cualquier mermelada de fresa precisa de diferentes tecnologías y sistemas de verificación para ser mermelada de fresa. Es decir, un vaso de zumo de limón con un trozo de fresa y una cucharada de azúcar no es mermelada de fresa. Por eso, lo que hace que seas una mujer blanca o una persona proletaria no es una sola cosa: eso sería monoteísmo". Has titulado 'Politeismo bastarta (Politeísmo bastardo)' a tu primera novela que has publicado recientemente. Te preguntan por el nombre en todas las entrevistas, y tú aprovechas la ocasión para explicar la idea del libro, ¿verdad?
Sí. Y para ello explico primero el monoteísmo. “El monoteísmo es para gente cansada de vivir, porque nace del miedo a la vida, a la multiplicidad de la vida, por eso necesita reducirlo todo a uno, mata a todas las deidades y las reduce a un único dios, un solo malo para cada fase histórica, primero satanás, luego el rey, luego el Estado, luego el dinero, y una única causa del bien, el alma, la razón, la ley, la economía, un solo sujeto salvador, un amor verdadero y una sola moral universal. Y nosotras, las politeístas, no tenemos tiempo para esta depresión certificada como conocimiento.” Lo que se enseña en la universidad es esa “depresión certificada” (risas). En el libro, se recoge una crítica a los actuales marcos de pensamiento, pero es una novela, la he escrito para hacer reír, no sólo para divulgar mi pensamiento. Mi pensamiento es, en tres frases, lo que acabas de mencionar: “Lo que te hace proletario, mujer o negra son relaciones materiales de dominación estructuradas (imbricadas, arrejuntadas, fusionadas, ensambladas) simbiótica e históricamente a hostia limpia.” Eso sería politeísmo materialista. Y es bastardo porque las familias decentes no lo legitiman, entre ellas, la Universidad pública (risas).
El libro cuenta los pormenores de los cuatro días que viviste en la feria Fira Literal de Barcelona con la activista feminista estadounidense Angela Davis. Te ha dado la oportunidad de reflexionar sobre política y feminismo y has querido compartir esa oportunidad con todas nosotras.
Efectivamente. ¿Qué sería la vida si no la compartiéramos? No existiría la vida.