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Investigadora en el grupo Experiencia Moderna Ikerketa Taldea
Eneritz Gómez: «El movimiento contra el feminismo nace desde el miedo a sus avances como sucedió en Weimar y el III Reich»
- Entrevista
Fecha de primera publicación: 05/03/2025

Hablamos con Eneritz Gómez Micolta (Sondika, 2001) en vísperas del 8M. Ha realizado sus estudios en la Universidad del País Vasco: primero el grado en Ciencias Políticas y Sociología, luego el Máster en Estudios Feministas y de Género (UPV/EHU) y actualmente es investigadora en el grupo Experiencia Moderna Ikerketa Taldea como doctoranda en Historia Contemporánea con la ayuda del Gobierno Vasco. Compagina sus dos pasiones: la política, como concejal en su localidad y la historia, en la que se ha sumergido para investigar la violencia sexual en la Segunda Guerra Mundial durante el III Reich y el I Imperio en Japón, bajo la dirección de Mercedes Arbaiza y Jose Javier Díaz Freire. Cree que el antifeminismo se debe a la reacción de la extrema derecha contra los logros de los derechos sociales, basada en el miedo a una supuesta pérdida de los derechos de los hombres y reprocha a las instituciones la dejación de funciones que facilitan la privatización de los derechos.
Nos cuenta que siempre ha tenido mucho interés por ese periodo histórico, la Alemania de principios de S. XX, tanto la República de Weimar como el Tercer Reich. “Mi Trabajo Fin de Grado fue un análisis comparativo sobre los roles de género en esos dos periodos históricos, y siempre me había quedado la espinita de tratar más en profundidad el tema de los campos de concentración. Conocía el hecho de que habían sido espacios donde la evidencia patriarcal y de género habían estado muy focalizadas. Las mujeres sufrieron muchas violencias, la desnudez forzada, el rapado del pelo como método de eliminación de su feminidad… Les arrebataban todo aquello sobre lo que ellas creían que se construía la feminidad”.
¿Y cómo llegas a la historia del Pabellón 10 de Auschwitz?
El libro ‘Las 999 mujeres de Auschwitz’ (Heather Dune Macadam, 2019) tiene un relato que habla de los experimentos de esterilización que se hicieron en ese bloque. Me llamó mucho la atención. Nunca había leído nada sobre ello. Decidí que quería hablar sobre ello, aportándole una perspectiva nueva: la perspectiva de género. Comprenderlo no solo como método de control para alcanzar los objetivos raciales, sino como método de control de los cuerpos femeninos, en este caso de las mujeres judías.
Háblanos de ese pabellón.
Era un barracón en el que se realizaron experimentos de esterilización con mujeres judías; se experimentó con unas 800 mujeres judías de 14 nacionalidades. El barracón se puso en marcha a raíz de la necesidad de los nazis de empezar con la ‘solución final’ y buscar métodos de estilización más baratos y eficaces de los que se venían aplicando. Contrataron a Carl Clauberg, un ginecólogo con mucha relevancia en Alemania. Sus prácticas llegaron a oídos de Himmler y Adolf Hitler. Buscaban que las mujeres no alemanas, sobre todo las judías, dejasen de tener descendencia, e ir aniquilando esa raza.
Hasta los juicios de Nuremberg no se pudo escuchar las voces de esas mujeres.
Al revisar los juicios que se celebraron en 1946 descubrí tres carencias importantes. La primera, considerar que los perpetradores no disponían de agencia personal; es decir, que en todo caso, aquellos crímenes de guerra simplemente se los ordenaron (lo que años más tarde se denominaría ‘banalidad del mal’). En ese sentido, creo que es un grave error no considerar que esos perpetradores también influyeron de forma directa en la ideología nazi y que tuvieron una agencia individual; es decir, que ellos mismos eran conscientes de lo que estaban haciendo.
Una segunda carencia fue la no consideración del papel de las ciencias biomédicas. El Estado trabajó conjuntamente con la ciencia en todo momento; necesitaba de la ciencia para llevar a cabo esos experimentos y la ciencia estuvo dispuesta a ayudar desde un primer momento. Por eso creo que, no haber tenido en cuenta eso y que ni se juzgara a médicos ni ayudantes que participaron en los experimentos, deja clara la carencia que hubo. Evidencia la falsa creencia de que la ciencia y su relación con el Estado fue neutral y que no tenía nada que ver con la ideología.
«Las voces de las mujeres fueron silenciadas y desautorizadas»
Por último, hay que destacar la falta de consideración de las voces de las víctimas; de las mujeres. Cuando revisas las actas ves que hay testimonios de víctimas, pero todos son hombres, cuando en realidad los experimentos tuvieron una mayor incidencia en los cuerpos de las mujeres.
Todo eso provocó que las voces de las mujeres fueran silenciadas y desautorizadas. La literatura sobre el Holocausto que se creó a partir de ahí fue totalmente androcéntrica. Y hasta la década de los 90, cuando las historiadoras feministas empiezan a relatar las experiencias que sufrieron las mujeres, no se evidenció que no era adecuado analizar ese periodo histórico desde una perspectiva universal y que se tenía que empezar a considerar la experiencia de las mujeres como una experiencia aparte y específica. Así se creó el Archivo de Memoria de la Shoah que empezó a recoger esos testimonios a partir de la década de los 90.
En tu tesis propones abarcar también la violencia sexual ejercida durante el I Imperio Japonés. ¿Por qué?
Quería comprobar personalmente si lo que había pasado en los campos de concentración y la apertura de burdeles para aquellas mujeres, además de las violaciones llevadas a cabo por los soldados de las fuerzas aliadas, eran algo concreto de ese periodo histórico o se repitió en otros países, en otras naciones y en otros periodos históricos. Me hablaron de las ‘mujeres de confort’ -término creado por los propios perpetradores y que prefiero denominar ‘esclavas sexuales’-; una historia terrible, al igual que la de las mujeres en los campos de concentración. La mayor similitud que hay entre ellas es la utilización de la violencia sexual como un arma de guerra, como una estrategia bélica premeditada. Se ha creído durante muchos años (y es verdad que hasta la década de los 90 no se considera que ha existido una relación estrecha entre el género y la guerra) que la violencia sexual era un daño colateral de la guerra. No se consideró hasta la década de los 90 que en realidad la violencia sexual había sido eso, una estrategia bélica. Por eso digo que hay similitudes entre los dos casos. El hecho de engañarlas con un futuro mejor, con liberarlas de los campos en Alemania o trabajos en fábricas en Japón, es algo en común. Además en los dos casos se puede ver cómo la ciencia jugó su papel, tanto en el proceso de esterilización como en las revisiones semanales en Japón, para evitar enfermedades de transmisión sexual, además de lo que ellas llaman inyecciones y que aún hoy no he descubierto lo que es, pero que buscaban que no se quedaran embarazadas
La esterilización en Alemania pasaba por el control demográfico que pretendía Hitler.
Pero también del querer ampliar el número de habitantes arios o alemanes. A los nazis les preocupaba la baja tasa de natalidad que había en Alemania después de la Primera Guerra Mundial. Por dar un dato: entre 1911 y 1915 la tasa era de 26, y entre el 1916 y 1920 de 17,9; lo que supuso que en 1933 la tasa de natalidad de Alemania fuera la más baja de toda Europa.
Y eso suponía un problema para la creación de la raza aria.
Exacto. La baja tasa de natalidad suponía un problema para el objetivo de construir una nación nueva, fuerte y numerosa, para lo que las mujeres eran indispensables. Existían dos tipos de mujeres: lo que yo denomino como ‘buena madre’, que es un término que viene desde la Ilustración y que hacía referencia a las mujeres arias, y había que promover que tuvieran hijos e hijas. Se incentivaba económicamente, aunque fuese de forma simbólica. Por ejemplo, se les entregaba la medalla del honor a aquellas mujeres que tenían más de 5 hijos o hijas. En contraposición, a las mujeres judías se las tenía que esterilizar porque el hecho de que se procreara esa raza, que ellos denominaban raza inferior, iba en contra de su objetivo de una nación fuerte. Creían que sus genes contaminaban la sangre alemana pura y por eso el cuerpo, el control de su cuerpo, del cuerpo de la mujer judía, era indispensable. Y así, a partir del 33, empiezan a aprobar varias leyes con esos objetivos.
Hablas en tu trabajo del “surgimiento de un tiempo pasado”, algo parecido a poner en orden los hechos históricos.
Sí. Está claro que entre 1945 y 1990, que es cuando se empieza a dar legitimidad a esas voces, ha existido un relato de consenso que ha invisibilizado a las mujeres y que ha puesto el testimonio de los hombres en el centro, y construido esa literatura a partir de sus testimonios. Todo el mundo conoce la historia, pero nadie conoce la historia de una mujer que haya sufrido un experimento de esterilización en los campos de concentración. En ese caso utilizo el término de ‘nuevo pasado’, un término que creo importante para realizar una revisión o una reinterpretación de este pasado.
«Gracias al esfuerzo de historiadoras feministas hemos conseguido se vaya deconstruyendo el pasado»
Lo que intento es transformar esa historia que había sido construida a partir de relatos oficiales y hegemónicos de hombres, y que gracias al esfuerzo de historiadoras feministas hemos conseguido que poco a poco se vaya deconstruyendo, y que esas voces que no habían sido escuchadas sean legitimadas y entren a formar parte de esa literatura y de esa historia, para desde ahí construir lo que lo que se denomina como un ‘nuevo pasado’.
¿Teniendo en cuenta ese ejercicio, cómo estás viviendo lo que el gobierno de Israel está haciendo en Palestina?
Creo que lo que yo estoy investigando, y lo que muchas compañeras investigan en cuanto a la violencia sexual en esos periodos históricos, vale para entender muy bien lo que está ocurriendo hoy en día: la guerra de Ucrania y Rusia, donde también se están dando violencia sexual, pero sobre todo en la de en la de Gaza. Para hablar de esto, creo que es importante hablar también del concepto del poder, no el poder de muerte, que se cree el estado israelí que tiene para poder cometer las atrocidades que ellos mismos sufrieron en el Holocausto, ahora contra palestinas y palestinos en Gaza. Me refiero al concepto que utiliza Giorgio Agamben como el de ‘nuda vida’: una persona a la que se le resta todo valor social, político y/o jurídico. Lo que estamos viendo es lo que los nazis hicieron con la población judía a principios del siglo XX: convertirlos en esa nuda vida y arrebatarles todo tipo de valor y derechos. Lo están haciendo ellos y ellas ahora, o en este caso el Estado israelí, con la población palestina. Y estamos viendo también que las mujeres están volviendo a ser las perdedoras en esta guerra. El hecho de que el Estado, de que el Ejército israelí, esté cometiendo esta violencia sexual no es de ahora. No es algo que conozcamos en 2025. Varios estudios que analizan el conflicto entre Israel y Gaza demuestran que ya en 1948, es decir, 3 años después de que acabara la Segunda Guerra Mundial, las tropas israelíes ya cometían actos de violencia sexual, considerados crímenes de guerra, contra mujeres palestinas. Y quiero dar un ejemplo que creo que lo ilustra muy bien: el 9 de abril del 1948, cuando las tropas sionistas lanzan un ataque contra la aldea de Dair Yashine causando entre 93 y 254 víctimas mortales, es interesante ver cómo afectó a las mujeres porque contra ellas utilizaron una violencia concreta, una violencia sexual. Y lo que hicieron fue violar y mutilar a las mujeres y a abrirles los vientres a las embarazadas para sacarles las criaturas.
Por eso digo que están haciendo lo que hicieron contra ellos durante el Holocausto; lo están volviendo a repetir sistemáticamente contra el pueblo palestino. El ejército israelí está utilizando la violencia sexual sistemáticamente contra las mujeres con tres objetivos: arrebatarles todo el poder que tienen las mujeres, humillar al pueblo palestino y acentuar la subordinación de un pueblo ocupado durante años.
Los críticos con el feminismo también están revisando y repitiendo acciones pasadas. ¿Qué lectura haces como joven investigadora en la universidad?
Creo que ese movimiento contrario también nace desde el miedo, desde el miedo de las fuerzas de extrema derecha y como reacción a los avances de los movimientos feministas en materia de derechos sociales. No es la primera vez que lo vemos. De hecho, lo ilustran muy bien la República de Weimar y el Tercer Reich. Veníamos de la Primera Guerra Mundial. Veníamos de un orden de género basado en valores tradicionales que poco a poco se empieza a transformar. Las mujeres empiezan a ser visibles en el espacio público, se les otorgan derechos sexuales y reproductivos (la legalización de los anticonceptivos). Todo eso genera una reacción en el caso de los nazis, un deseo de volver a los valores tradicionales. Y ahora mismo creo que estamos viendo algo parecido. Venimos de unas décadas en los que los movimientos feministas han conseguido muchos derechos sociales, derecho al aborto, derechos para la Comunidad LGTBIQ +. Y ahora estamos viendo una reacción. Estos movimientos se basan mucho en el miedo, en el miedo a que las cosas van a cambiar o que el mundo se va al traste porque las mujeres sean iguales que los hombres. Juegan con ese miedo, con el miedo a que se les van a acabar los derechos, a que no van a tener tantos derechos como hasta ahora. Y eso es algo que les funciona y que, desgraciadamente, los medios de comunicación mainstream también les ayudan a que ese discurso llegue a todas las esferas de la sociedad.
¿Dirías que también en la UPV/EHU existe ese caldo de cultivo?
Creo que la Universidad es un reflejo de la sociedad y que podemos ver todo tipo de perfiles; más de izquierdas, más de derechas... Pero también creo que el alumnado de la Universidad está muy concienciado en ese sentido y que ante cualquier atisbo de ese tipo se reacciona de manera muy fuerte y comunitaria. Lo hemos visto hace poco con los mensajes o los tweets de un profesor de la Facultad de Derecho, con mensajes atentando en muchos casos contra derechos fundamentales de las mujeres. Vimos la reacción de la comunidad universitaria, del alumnado universitario, y creo que eso es lo que nos define. Y quiero también poner en valor la lucha que hacen las alumnas y el alumnado universitario ante estos hechos, además de las organizaciones, sindicatos...
Esta entrevista la hacemos en vísperas del 8 de marzo. ¡Tu dirás!
Primero me gustaría resaltar el trabajo que está haciendo el movimiento feminista de Euskal Herria. Vivimos un momento convulso y creo que el movimiento feminista de Euskal Herria está sabiendo reaccionar bien, actuar bien ante los retos que tenemos: la reacción de la extrema derecha contra los logros de los derechos sociales. De ahí el mensaje para este 8 de marzo: “Faxismoaren kontra, ausardia eta aliantza feministak!”, porque sin las mujeres el antifascismo no puede triunfar.
También hay que mencionar la crisis de cuidados que estamos viviendo y que creo que también el movimiento feminista ha sabido reaccionar muy bien, con las huelgas del 30 de noviembre. Tenemos claro que las mujeres somos las que históricamente hemos sostenido este sistema y que los cuidados son la base para una vida digna; que todas y todos vamos a necesitar los cuidados en algún momento de nuestra vida. Y en ese sentido, quisiera poner en valor una reivindicación que también conozco de primera mano: la de las trabajadoras del servicio de ayuda a domicilio, que llevan años reivindicando no solo la mejora de sus derechos laborales, sino también la mejora del propio servicio, porque como comentaba todas vamos a necesitar que nos cuiden.
«Sin las mujeres el antifascismo no puede triunfar»
Por eso creo que debemos cambiar el sistema privatizado, precarizado y feminizado que actualmente tenemos. Un dato: en Euskal Herria las tres principales empresas privadas de cuidados han tenido más ganancias que nunca en los últimos años y cada vez son más las empresas privadas que intentan entrar en ese sector, a mi parecer por la inacción que tienen las administraciones públicas por no querer construir un sistema de cuidados público y comunitario, un derecho colectivo al cuidado. Creo que este 8 de marzo va a ser un día histórico para eso, no solo para reivindicar estos hechos, sino para demostrar que el movimiento feminista está fuerte y que es capaz de hacer frente a estos retos, no solo globales, sino también concretos, sobre todo ante la inacción, y en muchos casos falta de voluntad política, y ataques directos de ciertos sectores sociales por parte partidos de extrema derecha o ultraconservadores.