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ALINA DANET, PROFESORA DE CIENCIA POLÍTICA EN LA UNIVERSIDAD DE GRANADA

Alina Danet: «El discurso de la extrema derecha conecta con los miedos de los hombres jóvenes»

  • Entrevista

Fecha de primera publicación: 27/02/2025

Estíbaliz de Miguel (responsable del Máster en Modelos y Áreas de Investigación en Ciencias Sociales) y Alina Danet (profesora e investigadora) | Foto: Laura López. UPV/EHU

Alina Danet es profesora permanente laboral y vicedecana de Estudiantes, Participación y Relaciones con la Sociedad de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad de Granada. También ha sido investigadora del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Pública y Epidemiología (CIBERESP) en la Escuela Andaluza de Salud Pública y es experta en Género y Salud. Ha investigado diversas cuestiones en torno a la salud y organización de las administraciones sanitarias y, en los últimos años, se ha centrado en el análisis de la polarización política en la población joven y el auge de la extrema derecha, integrando la perspectiva de género en sus investigaciones.

En la UPV/EHU, impartes un curso sobre el análisis crítico del discurso con perspectiva de género en el  Máster en Modelos y Áreas de Investigación en Ciencias Sociales.¿En qué consiste el análisis crítico del discurso en la investigación sociológica?

Es uno de los grandes paradigmas metodológicos en la investigación social cualitativa y permite analizar críticamente los discursos, entendiendo por discurso no sólo lo que se comunica, sino toda la construcción que hay detrás de ese proceso de comunicación: cómo se gesta ideológica y lingüísticamente esa información, cómo se integra subjetiva y colectivamente dentro de las estructuras y conciencias individuales y sociales. Uno de los puntos centrales en el análisis crítico del discurso es el interés por las relaciones de poder que vertebran el proceso de elaboración discursiva y, dentro de todas las desigualdades y asimetrías, el género es un eje fundamental. 

¿Cómo se introduce la perspectiva de género en la investigación en Ciencias Sociales?

Hay todo un debate en torno al género y su teorización dentro de los movimientos feministas. Cuando hablamos de género, nos referimos a una construcción social, a todas las diferencias y, sobre todo, a las desigualdades que marcan nuestra existencia, en función del sexo que nos ha sido asignado al nacer. En este sentido, el género se manifiesta y se reproduce a través de un complejo sistema de control social, que opera a partir de recompensas y castigos. Por otra parte, género engloba identidades, significados, manifestaciones, expresiones, sentires diversos; y  no sólo de manera binaria (hombres y mujeres), sino dentro de un amplio espectro de género.

«Incorporar la perspectiva de género es entender que todo lo que somos está impregnado por la desigualdad»

Incorporar la perspectiva de género significa tener sensibilidad para entender que todo lo que somos está impregnado por esas desigualdades, desde las subjetividades más íntimas hasta los grandes procesos de construcción social, los fenómenos y estructuras sociales, las instituciones, todo.

El concepto de feminismos añade una lógica activista, parte de una mirada crítica y dispuesta a la acción y al cambio. Yo puedo trabajar con perspectiva de género y mostrarme atenta y sensible a las desigualdades, pero, además, si soy feminista, incluyo esa mirada crítica preparada para (re)accionar, buscar soluciones y fórmulas de respuesta a unas realidades que son desiguales y que se pueden cambiar.

Las encuestas señalan que el espectro ideológico de la derecha radical se está fortaleciendo en toda Europa, con especial incidencia entre los jóvenes. Según los resultados del Barómetro de 40DB de septiembre de 2024, por ejemplo, un 25,9% de los hombres y un 18,3% de las mujeres de entre 18-26 años manifiestan que es preferible el autoritarismo a la democracia. ¿Cómo explica este fenómeno?

El auge de la derecha radical es  una constante política en los últimos años y no sólo en el Estado Español, sino en los estados de la Unión Europea y a nivel mundial. Hay quien habla de fascismos, neofascismos, extrema derecha... No voy a entrar en ese debate conceptual. Lo que me parece más interesante es analizar cómo estos discursos populistas polarizan a la sociedad, cómo nos separan, cómo (re)producen simbólicamente esa escisión entre “buenos” y “malos”, entre  “los nuestros” y “los otros”. En esa orientación populista, la derecha radical claramente sitúa al “nosotros” desde la mirada nativista, de “los que hemos nacido aquí”, de “los que son como yo”, generando falsas comunidades que se sienten parte de algo que es puramente construido, imaginado... Es una falacia, pero emocionalmente genera una cohesión muy fuerte. Esa es la clave: se apela a la sensación de formar parte de esa comunidad “que me atiende, me entiende, que me salvaría, que me representa, dentro de la cual tiene sentido vivir, porque me siento más protegido, más cómodo, etc.”

Con respecto a la relación con las mujeres, y más aún con los movimientos feministas, desde la derecha radical se está induciendo la percepción de una amenaza. Los hombres afines a esta ideología sucumben a esta sensación de miedo, lo interiorizan, lo que genera la imagen de las mujeres como enemigas, como “otras” que suponen un peligro. Este fenómeno se agudiza aún más cuando la lucha feminista opera a nivel social y, más aún, si consigue hitos políticos importantes, como está pasando en el Estado Español.

¿Cómo se construye el discurso de la derecha radical?

La derecha radical habla de un “nosotros” amenazado por “los otros”. Esos “otros” se construyen principalmente en torno a los procesos migratorios (y sus elementos de diversidad cultural, lingüística, religiosa…), en la relación con las mujeres y los movimientos feministas o ecologistas. Vemos que se manifiesta de manera operativa y cada vez más intensa en el trabajo, en el ámbito rural, en la educación, en la familia; en realidad, en todas las instituciones sociales, ya que su objetivo es impregnar los discursos públicos. En esta  búsqueda de visibilidad social y fervor emocional, el populismo de la derecha radical habla “en contra de”. Más que a partir de un “nosotros” claramente definido, se construye por oposición a “los otros”. También se buscan elementos de cohesión, un lenguaje propio (se habla de patria, de nación, etc.), pero su discurso sobre todo es “en contra de”: es en contra del movimiento feminista, del movimiento ecologista, de la izquierda, en contra de nuevas organizaciones y sistemas productivos, de modelos de familia alternativos al tradicional...

¿Por qué tienen éxito estos discursos entre las personas jóvenes, sobre todo en los hombres?

El discurso de la extrema derecha tiene éxito entre los hombres jóvenes porque conecta emocionalmente con sus miedos. Investigadoras como Eva Illouz y Ruth Wodak hablan precisamente del potencial emocional de esta política del miedo. Si plantas la semilla del miedo en las personas para que se sientan amenazadas ─en un momento de desafección, de desencanto con la política actual─, se consigue una reacción emocional potente. A eso se le suma la política de la esperanza en la salvación. Los líderes de la derecha radical proyectan su imagen como salvadores, se presentan a sí mismos desde esa óptica mesiánica.

«En el espacio digital se construyen identidades masculinas en contra de las mujeres»

Luego está también lo que Ruth Wodak denomina “normalización de la sinvergüenza”. A los hombres ya no les preocupa, no les da vergüenza hacer afirmaciones “en contra de”, mostrar su odio, sobre todo en las redes sociales. A eso se le suma la política del resentimiento y la política del asco… En este sentido, la politóloga Diane Bolet señala que los  jóvenes, sobre todo los hombres, al compararse con sus padres y con sus abuelos, observan una pérdida en su estatus social.  

El discurso de la derecha radical señala a los supuestos culpables de este fenómeno: migrantes “que vienen y nos quitan el trabajo”, normas y regulaciones que “defienden el medio ambiente e impiden cultivar como antaño”, políticas “impuestas” desde la Unión Europea “que no tienen en cuenta cómo se trabaja aquí”... Todos esos discursos son los que calan y asientan esas bases emocionales de asco, resentimiento, miedo y de esperanza en una salvación.

¿Y cuál es su discurso con respecto a las mujeres?

Con respecto a las mujeres, el discurso sigue la misma lógica. Las mujeres son enemigas porque “nos quitan puestos de trabajo, nos quitan oportunidades”. Pero se añade una variable muy interesante, porque existe el aspecto relacional, la familia, la descendencia, las relaciones afectivo-sexuales… Desde la derecha radical se lanzan mensajes a favor de la familia tradicional, mensajes contra el aborto, que refuerzan las normas sociales del patriarcado. A nivel de discursos públicos, bajo la protección del anonimato, la manosfera se ha consolidado como un espacio para la “libertad de expresión”, donde se puede desacreditar, insultar, amenazar a las mujeres... En el espacio digital se construyen identidades masculinas “en contra de” las mujeres: incels (celibatos involuntarios), PUA (pick up artists o artistas de la seducción), MGTOW (men going their ways, hombres que siguen su camino) o MRA (men rights activists, activitas por los derechos de los hombres).

¿Hay algún discurso desde la izquierda que responda a esos problemas, a esos miedos?

Desde la izquierda se defienden los derechos sociales y, a grandes rasgos, existe  un apoyo a los discursos feministas. Sin embargo, la población masculina afín a la derecha radical no escucha, ni atiende las premisas ideológicas y discursivas de la izquierda. Muchas veces ni les llegan los mensajes, porque estas audiencias están inmersas en sus redes sociales que retroalimentan constantemente, producen y reproducen los mensajes de la derecha radical. 

¿Cómo podrían otros discursos conectar con ese público joven masculino apegado a esos discursos de la derecha radical?

No es fácil, sobre todo porque ellos están en su cámara de eco, sólo escuchan lo que quieren escuchar. No van a estar receptivos a otros discursos. A esto se le suma toda la política de la posverdad, de los bulos, de la desinformación que se convierte en grandes verdades para estas personas. En la posverdad, en los “hechos alternativos”, la información no es contrastable, pero eso no importa. Hay todo un movimiento anticiencia, antiintelectualismo… Por lo tanto, los  discursos de la izquierda se quedan muy lejos de estos públicos. Y a esto hay que sumarle la desventaja de la fragmentación de la izquierda, la falta de cohesión y acuerdo intra-movimiento, que dificulta aún más la eficacia de sus estrategias.

«La política es una responsabilidad colectiva»

Desde mi óptica, y quizás porque he trabajado temas de salud y organizaciones sanitarias, creo que la terminología de salud pública tendría aplicación a la política y discursos públicos actuales: falta más prevención y promoción de los discursos democráticos, porque estamos ante una plaga, muy difícil de combatir y mucho más de erradicar.

¿Cómo se pueden promover otros discursos más democráticos?

Creo que la clave no está tanto en contraatacar, ni en poner parches, ni en buscar “remedios”, sino en prevenir, en hacer promoción de los valores democráticos. La izquierda se ha desconectado mucho de las clases trabajadoras, los sindicatos han perdido legitimidad y apoyo social. Vemos cómo Vox utiliza precisamente esta desafección y atrae a simpatizantes y votantes. La volatilidad electoral es tal que tenemos la experiencia de la migración del voto del PSOE directamente a Vox o a SALF. Por eso opino que, además de prevenir, se trata de hacer promoción, igual que se hace promoción de la salud. Creo que eso es clave.

Otro aspecto relevante es qué definición de participación política manejamos, porque hay que entenderla de manera más amplia, no sólo como votar o afiliarse a un partido. Es fundamental entender la participación política como una responsabilidad en el marco de la democracia y saber que, además, se puede plasmar de forma muy variada: en el ámbito asociativo, comunitario, de la acción social, a nivel familiar, de las relaciones sociales….

En este sentido, un elemento crucial sería defender y promover los valores e instituciones públicas, entender lo público como algo de todos y todas, a la vez, de cada cual. En esto, los líderes políticos tienen una responsabilidad enorme, que no sé si asumen con la suficiente madurez y clarividencia. En todo caso, la política es una responsabilidad colectiva y la realidad en la que vivimos es la que construimos y de la que participamos. Por eso, asumiendo el encorsetamiento sistémico y estructural, también debemos reclamar nuestra capacidad de cambio, sentirnos agentes con capacidad para construir realidades que sean justas, igualitarias, inclusivas y democráticas.