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Una tesis analiza tanto el personal político de la corporación como su actuación administrativa durante el franquismo

Fecha de primera publicación: 26/03/2013

La investigación hace especial hincapié en la política simbólica desarrollada por el Ayuntamiento de Vitoria a nivel local entre 1936 y 1975.

La tesis doctoral 'Vitoria: Poder local y política simbólica durante el franquismo (1936-1975)', defendida por Virginia López de Maturana en el Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, tiene como objeto el estudio del Ayuntamiento de Vitoria durante el franquismo. Desde el punto de vista historiográfico y metodológico, se trata de una investigación de historia política, que engloba tanto el análisis del personal político de la corporación municipal vitoriana como su actuación administrativa y, sobre todo, política, en la medida en que ésta era posible en una Dictadura como la franquista. Así, la autora compara la situación de Vitoria con otras ciudades españolas y, especialmente, con Pamplona, ya que, "si la administración local en el franquismo era bastante homogénea, dadas las características del régimen, Vitoria y Pamplona compartían muchos aspectos en común, lo que hace interesante esta comparación", explica López de Maturana.

Objeto de especial atención en esta tesis doctoral es la política simbólica desarrollada por el Ayuntamiento vitoriano a nivel local entre 1936 y 1975, analizando los cambios en los nombres de las vías públicas, los monumentos erigidos en cada etapa, las fiestas, los discursos públicos, homenajes y conmemoraciones, etc. De este modo, la investigación consigue englobar una historia política de corte más clásico con una historia cultural de lo político, que se interesa no sólo por los hechos en sí, sino por la construcción simbólica alentada por los diferentes agentes sociales.

Siguiendo una estructura cronológica, la tesis se divide en siete capítulos. En el primero de ellos se estudia la constitución de la primera Comisión Gestora al comienzo de la Guerra Civil: su composición, su actuación en el terreno simbólico y su relación con las otras instituciones: la Diputación, el Gobierno Civil y el Movimiento. El segundo capítulo abarca los años 1941 a 1949, desde el final de la primigenia Comisión Gestora hasta las primeras elecciones municipales de la democracia orgánica. En él se analiza cómo Falange entró en el juego municipal y trató de eliminar del poder institucional a la derecha tradicional vitoriana. En el tercer capítulo se estudia la alcaldía de Pedro Orbea, el primer alcalde designado tras la celebración de unas elecciones durante el franquismo. Como no podía ser menos, estos comicios estaban controlados por la estructura del poder franquista, pero no por ello dejaban de reflejar tendencias, cambios, continuidades y luchas de poder. Asimismo, aquí se estudian las primeras fricciones con la Diputación Foral, la actitud del Ayuntamiento ante la división de la diócesis en 1949-1950 y la incidencia de la huelga de 1951, que marcó negativamente al gobernador civil que más tiempo permaneció en este cargo durante el franquismo, Luis Martín-Ballestero. Los capítulos cuarto, quinto y sexto abarcan las alcaldías de Gonzalo Lacalle y Luis Ibarra, los alcaldes que en parte pusieron los cimientos de la Vitoria actual. Con ellos se inició una industrialización que trajo un gran desarrollo económico a Vitoria. Este crecimiento impulsó la llegada de inmigrantes de otras provincias, por lo que las autoridades se vieron obligadas a construir viviendas para albergar a la nueva población. Esto supuso la apertura de nuevas calles, cuyas denominaciones reflejaron, entre otras cuestiones, la llegada de estos inmigrantes. Por último, el capítulo séptimo se centra en los años del tardofranquismo, en los que precisamente el proceso de industrialización condujo al nacimiento de conflictos sociales y laborales, que llevaron a los candidatos a las elecciones a presentar programas mucho más centrados en aspectos sociales.

La conquista del espacio público
El Ayuntamiento de Vitoria había sido el primero que se constituyó en la España sublevada tras el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 contra la Segunda República. Así, el 19 de julio el alcalde accidental, el republicano Tomás Alfaro Fournier, cedía el bastón de mando a Rafael Santaolalla, un militar retirado y empresario de importante influencia a nivel local.

La Comisión Gestora presidida por Santaolalla inició desde los primeros meses de su existencia una progresiva conquista del espacio público a favor de la causa nacional, de modo que fueron muy variadas las intervenciones municipales en el callejero vitoriano. A diferencia de lo sucedido en otras localidades vascas -como por ejemplo Bilbao-, en Vitoria los cambios en el callejero no destacaron por su radicalismo. En este sentido, la Comisión Gestora municipal se limitó en un principio a eliminar algunos nombres relacionados con el republicanismo o las izquierdas -e incluso con el nacionalismo vasco, como la calle Sabino Arana- y a restaurar los nombres tradicionales.

Durante la alcaldía de Ordoño tanto falangistas como tradicionalistas lograron llevar al espacio público los nombres de sus dos respectivos líderes: José Antonio Primo de Rivera y Carlos VII. Así, dos de las principales arterias de la capital, las calles Prado y Florida, vieron alterados sus nombres, en este caso con denominaciones de clara procedencia política.

Posteriormente, como consecuencia de la industrialización y del crecimiento de la población y de la expansión de la ciudad, en Vitoria se crearon nuevas calles durante las alcaldías de Lacalle e Ibarra, cuyas denominaciones, lejos de ser una cuestión baladí, pretendían asentar la identidad local vitorianista. Predominaron, así, referencias locales (tanto vitorianistas como alavesistas), las puramente geográficas y las religiosas. Existieron escasas excepciones que hacían referencia a cuestiones políticas, como por ejemplo la gran Avenida del Generalísimo, o la calle de la División Azul, que recordaba en plena década de los sesenta a esa unidad de voluntarios españoles que lucharon con la Alemania nazi contra la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Como indica la investigadora, "las autoridades fueron capaces de combinar la exaltación del franquismo con esa fuerte identidad local, con el fin de aglutinar a la población en torno a dichos símbolos".

Junto a las calles, cabe destacar también la ostentosa celebración de una serie de fastos y efemérides (como por ejemplo la Coronación de la Virgen Blanca en 1954, el 150 aniversario de la Batalla de Vitoria en 1963 o, un año más tarde, los XXV años de Paz), que permiten realizar un análisis de la imagen -de modernidad, paz y libertad- que pretendía transmitir el régimen a nivel local, a través de sus programas y de los discursos de las diversas autoridades, aunque, según destaca Virginia López de Maturana, "habría que preguntarse hasta qué punto esa imagen no solo era o no real sino si llegaba a calar entre la población".

En el vídeo se puede ver a Virginia López de Maturana explicando algunos detalles de su tesis (https://ehutb.ehu.eus/es/video/index/uuid/514c236891c5b.html).