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Profesor de Periodismo de la Universidad Carlos III

Raúl Magallón: «Con las redes sociales se ha democratizado la capacidad de propagar mensajes falsos»

  • Entrevista

Fecha de primera publicación: 04/05/2023

Raúl Magallón. | Foto: Tere Ormazabal. UPV/EHU.

Raúl Magallón Rosa es profesor de Periodismo y Comunicación Audiovisual e investigador de la Universidad Carlos III de Madrid. Forma parte del grupo que propone elaborar una estrategia nacional de lucha contra las campañas de desinformación y es experto en el ámbito de las noticias falsas y la desinformación. Acaba de publicar su libro Updating news. Información y democracia, una crítica a aquellos actores que intentan explorar «las debilidades de los sistemas democráticos para su propio beneficio».

Ha escrito numerosos artículos sobre este tema y, hoy, 4 de mayo, dará una charla en Bizkaia Aretoa sobre ‘Información y desinformación. Análisis crítico de la situación actual’ en el XXIX Congreso Internacional de Derecho y Genoma Humano, organizado por la UPV/EHU. «En pandemia se normalizaron los procesos de desinformación y se integran en la vida cotidiana», señala el experto.

Hagamos un recorrido histórico por el concepto de fake news, ¿empieza con Trump, es anterior a él o hay una transición?

El concepto es anterior, pero tenía otras aplicaciones. En Estados Unidos, por ejemplo, se aplicaba a los medios satíricos. Sin embargo, al incorporarse al discurso público y utilizarse por representantes políticos adquirió otras connotaciones.

¿Por ejemplo?

Durante la pandemia, en muchos países del mundo, se intentaron aprobar leyes en contra de las fake news, pero su objetivo real era limitar la libertad de expresión e información. Además, a menudo se ha utilizado por representantes políticos para atacar a voces disidentes, críticas o periodísticas. El mundo de la desinformación es mucho más complejo de lo que parece, porque las redes sociales cumplen un papel fundamental. Por todo eso, nosotros y en la Academia intentamos evitar usar el término fake news, preferimos hablar de procesos o vectores de desinformación.

¿Y cuál es el motivo?

En el año 2018, Donald Trump en Twitter usó unas 210 veces la palabra fake news. Era una estrategia para atacar informaciones críticas y desviar la información hacia otras cuestiones. En realidad, era novedoso, porque lo primero que hacía al levantarse era ver cuáles eran las noticias críticas y las orientaba hacia sus intereses. Así, cambiaba la agenda del discurso público, polarizaba a sus simpatizantes y generaba desconfianza en el sistema democrático.

«En pandemia se normalizan los procesos de desinformación y se integran en la vida cotidiana»

Antes ha dicho que las redes sociales tienen un papel clave. ¿Puede desarrollar esa idea?

Hay cuatro momentos clave que han cambiado la manera de entender la desinformación. El primero, en torno al 2010-2012, cuando se produce la Primavera Árabe o el 11M, las redes empiezan a ser usadas como una puerta de entrada a otro tipo de discurso político. Es el momento en el que determinados actores, como Rusia, empiezan a entender que puede ser una herramienta para debilitar los sistemas democráticos. El segundo, que tuvo lugar en 2016 con el Brexit, el referéndum de Colombia y las elecciones en EE. UU., se comprende el papel que tiene la desinformación para polarizar los discursos políticos. El tercer momento se sitúa en plena pandemia, cuando se normalizan los procesos de desinformación y se integra en la vida cotidiana con más fuerza. Y, por último, aquello relacionado con la guerra de Ucrania, la propaganda, etc.

Pero antes de las redes sociales ya existían las noticias falsas, ¿qué ha cambiado con ellas?

Varias cuestiones. Antes, sobre todo, la desinformación se relacionaba con los aparatos del estado, la propaganda, etc. y con la llegada de las redes se producen varios cambios: se democratiza la capacidad de propagar mensajes falsos, se aceleran los procesos de desinformación y la capacidad que tienen de hacerse virales y, también, se produce un cambio en un sistema donde información era sinónimo de poder, porque antes se tenía acceso a poca información y ahora existe la sobreabundancia.

La sobreabundancia informativa tuvo mucho impacto en la pandemia, ¿de qué manera puede ser peligroso estar sobreinformado?

Si hoy preguntas a la gente si se siente informada, la mayoría va a decir que no y esa negativa le genera angustia. También está relacionado con la idea de que ha aumentado exponencialmente la cantidad de información disponible, pero no ha aumentado la calidad democrática ni el número de países que se consideran democráticos.

Estudia el lado oscuro de la comunicación: el secreto, el bulo o la llegada de la posverdad. ¿Qué fue lo que le llamó la atención para empezar a investigar esta temática?

Hay una parte de la semiótica que trabaja con la idea de analizar la mentira. Estoy familiarizado con este campo de estudio y esas noticias falsas que, al principio, parecía que no iban a tener importancia, se normalizaron y pensé que había que desarrollar investigaciones al respecto.

Noticias falsas, posverdad, desinformación, ¿son tres palabras sinónimas o con significados similares?

En la cultura anglosajona lo relacionado con las fake news se integra dentro de la desinformación, en concreto, con lo que tiene que ver con redes sociales y plataformas. Hay que tener en cuenta que, en inglés, hay tres términos que diferencian la desinformación, la información errónea, donde hay intencionalidad, y la información maliciosa. En español esta distinción no está clara.

¿El clickbait (los contenidos en internet que usan titulares sensacionalistas y engañosas para atraer la mayor proporción de clics) forma parte de alguno de estos grupos?

En principio, sí. Sin embargo, los hay de dos tipos: el que busca llamar la atención y el que te ofrece una información distinta a lo que habían anunciado. Claro, el objetivo es diferente, porque una es la natural de los medios, que quieren ganar dentro de la economía de la atención y la otra intenta engañar al lector.

Ya han pasado casi tres años desde el confinamiento, época en la que los bulos y la información aumentaron, ¿ha cambiado algo desde entonces?

Ahora hay más conciencia sobre la existencia de este problema. Además, el papel de la Unión Europea, que abogaba por la no autorregulación, coincidiendo con la guerra de Ucrania, está empezando a tomar medidas.  Es un cambio determinante, porque la UE está intentando legislar y marcar las reglas del juego en temas como la desinformación, la tecnología y la inteligencia artificial.

En Europa hay un Código de Buenas Prácticas en Materia de Desinformación firmado por la UE, pero usted señala que nadie la cumple.

El código se basa en la transparencia y la rendición de cuentas y el problema está en que cada empresa tecnológica y organización nacional quieren marcar sus propias reglas del juego. Eso es lo que la UE intenta cambiar y, por eso, se está renovando.

«La UE intenta legislar y marcar las reglas del juego en materias como la desinformación, la tecnología y la inteligencia artificial»

¿La sociedad percibe a los medios de comunicación como agentes perversos cuya vocación es manipular la realidad y desinformar?

Creo que el periodismo es una de las profesiones más complicadas. Es un reto intelectual, porque cada día te puedes enfrentar a algo nuevo y, además, tienes que protegerte de las fuentes que intentan mentirte mientras parte de la sociedad cree que quien miente es el periodista. Sin embargo, distintas encuestas y barómetros indican que las personas no culpabilizan a los medios ni los considera responsables de la desinformación, pero sí consideran que son indispensables para resolver el problema. Y a esto hay que sumar que, además de multiplicarse las voces en las redes sociales, el número de medios de comunicación también ha crecido.

El Digital News Report 2020 señaló que en España la confianza de los medios ha caído por debajo de la media global. ¿Qué habría que hacer para recuperar esa confianza perdida?

El principal problema está en que la economía de la atención de los medios se ha reducido de forma clara, al competir con plataformas de streaming y redes sociales, donde los mensajes están más diversificados. Por eso, los medios de comunicación, más que nunca, deben ser más transparentes con el modo en el que gestionan las cosas, sobre quién los financia, explicar los procedimientos de trabajo y crear unos mecanismos de corrección de errores.

¿Considera que hay épocas clave en las que hay más desinformación y creación de bulos?

Sí. Está claro que el ciclo de actualidad marca la narrativa de la desinformación. Se puede ver que los temas relacionados con el clima aumentan con las olas de calor o que los bulos relacionados con la migración crecen en los meses de verano. Pasa lo mismo en los procesos electorales, donde los partidos políticos y organizaciones cumplen un papel fundamental.

«Me sorprende que con tantas horas lectivas la escuela no haya dedicado ningún momento a las redes sociales y la alfabetización digital»

¿Cuál es el objetivo de las personas que crean noticias falsas?

Hay distintos objetivos, a veces son económicos, otros políticos, depende del tipo de narrativa. Uno de los principales es desestabilizar a los lectores y lectoras.

Las soluciones que propone para mejorar la situación a corto plazo son grupos de trabajo gubernamentales, grupos de expertos, informes parlamentarios, leyes e iniciativas legislativas y portales online para reportar la desinformación. ¿Las medidas a largo plazo serían similares?

Hay muchas medidas. Por ejemplo, estuve en un grupo de discusión con estudiantes de secundaria y de la universidad y una de las cuestiones que más me chocaron fue que tienen entre 1.000-1.054 horas de clase anuales. En redes, como TikTok e Instagram, pasaban más tiempo. Y lo que me sorprende es que con tantas horas lectivas no se haya dedicado ningún momento a hablar del uso de las redes sociales y lo que implica la alfabetización digital mediatizada. Hemos llegado tarde.