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Amaia Eiguren Munitis, Ana Belén Fraile Bermúdez, Idoia Imaz Aramburu, José Miguel Correa Gorospe, Miren Nekane Beloki Arizti, Naiara Ozamiz Etxebarria

Cómo reducir la brecha entre generaciones: el caso de Vitoria-Gasteiz

Personal investigador de la Universidad del País Vasco

  • Cathedra

Fecha de primera publicación: 12/02/2024

Foto: Imagen de Freepik

Este artículo se encuentra publicado originalmente en The Conversation.

En los próximos años nos enfrentaremos a un desafío esencial: la diversidad de la sociedad contemporánea. El envejecimiento demográfico, los movimientos migratorios y las variadas necesidades de niños, niñas y jóvenes se perfilan como líneas de acción cruciales.

Al examinar la realidad de las personas mayores en la actualidad, observamos un cambio significativo. El aumento de la soledad no deseada, alimentado por el individualismo, está generando impactos negativos en la salud de ese grupo.

Simultáneamente, la realidad de los niños, niñas y jóvenes ha experimentado transformaciones radicales. Cambios en las estructuras familiares y la movilidad han reducido los contactos intergeneracionales. La pandemia y las medidas de protección han acentuado esa distancia entre generaciones.

En ese contexto, la promoción de la cohesión e inclusión social se convierte en un desafío apremiante, y las experiencias que fomentan las relaciones intergeneracionales se destacan como herramientas clave. Esas experiencias no solo reducen la brecha entre generaciones, sino que también fomentan la interrelación y el apoyo mutuo, generando cambios positivos tanto a nivel individual como comunitario, promoviendo la cohesión social y la inclusión.

Participación de personas mayores

En ese contexto, la participación de las personas mayores en experiencias intergeneracionales se revela como un factor influyente en sus dimensiones individual y social (Pstross et al., 2016). Asimismo, esas experiencias generan cambios significativos en los niños, niñas y jóvenes participantes, abarcando aspectos individuales, sociales y educativos (Lokon et al., 2018). Desde la perspectiva de los profesionales involucrados, las experiencias intergeneracionales impactan a toda la comunidad, promoviendo la cohesión social, reduciendo distancias e intercambiando valores, sabiduría y culturas sociales.

En la Universidad del País Vasco estamos realizando una investigación junto con el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz donde el propósito central es explorar las experiencias intergeneracionales impulsadas por el Departamento de Políticas Sociales de ese ayuntamiento.

El objetivo es identificar buenas prácticas y, en consecuencia, desarrollar un marco de actuación determinado. Para lograrlo, se han establecido objetivos específicos, como analizar esas experiencias, crear una guía de buenas prácticas y resaltar el valor de las experiencias intergeneracionales en la construcción de una sociedad inclusiva y sostenible.

Partiendo de ese marco, personal investigador de la UPV/EHU y técnico del Departamento de Políticas Sociales del ayuntamiento crearon una herramienta de recogida de datos para identificar y describir las prácticas intergeneracionales en la ciudad de Vitoria-Gasteiz.

Se recogieron 132 experiencias intergeneracionales. Entre los y las participantes, alrededor del 77 % de las actividades las promovieron desde el Servicio de Personas Mayores siendo la mayoría en el centros sociales participativos de la Red BIZAN.

Acción comunitaria y cohesión social

Cabe destacar que existe una fuerte unión comunitaria, puesto que la mayoría de las actividades son realizadas en red con diferentes agentes comunitarios, tales como escuelas, entidades o programas de educación de calle. Esa metodología de trabajo en red repercute directamente en la comunidad y en la ciudadanía de Vitoria-Gasteiz, puesto que refuerza la acción comunitaria y la cohesión social.

Los principales objetivos que persiguen las diferentes experiencias son, en primer lugar, estrechar los lazos entre generaciones, creando conexiones significativas entre jóvenes y mayores. Después, se embarcan en la misión de derribar estereotipos relacionados con la edad, desafiando ideas preconcebidas y demostrando que cada etapa de la vida tiene su propio valor. Además, invitan a la comunidad a participar activamente, convirtiendo a cada individuo en un actor vital en la historia compartida. Para lograrlo, trabajan con diferentes grupos y áreas, construyendo conexiones imprescindibles para la participación comunitaria.

Por ejemplo, una de las actividades llevadas a cabo es un taller de arte de varias sesiones de duración y diseñado por profesionales donde un grupo de personas mayores, adultos y jóvenes comparten distintas acciones relacionadas con el arte: ‘El arte y dinámicas para fomentar la creatividad’, ‘Pintura: Arte milenario chino, De la tinta a la acuarela’, ‘Pintura: Retrato de mujeres del mundo y Empoderamiento feminista a través del arte’.

En gran parte, esas experiencias tienen lugar en grupos pequeños, generalmente entre tres y doce personas. Esa configuración crea un ambiente propicio para establecer vínculos significativos entre las personas participantes. El tamaño reducido de los grupos permite una interacción más cercana y personal, creando un espacio donde las conexiones pueden florecer de manera más íntima y auténtica.

Sin embargo, al estudiar esas experiencias intergeneracionales también se han observado diferentes limitaciones. Aún no tenemos instrumentos de evaluación para obtener la eficacia de esos programas y es la observación la técnica más usada para medir su utilidad. La falta de un plan de difusión organizado se refleja en que cada experiencia sigue su propio camino sin un marco común. No existe una estructura coordinada para compartir esas iniciativas, lo que significa que cada una se desenvuelve de manera independiente.

Esa ausencia de un enfoque unificado dificulta la creación de una narrativa colectiva y limita la visibilidad de esas valiosas experiencias. Disponer de un marco común podría brindar cohesión y facilitar la difusión para maximizar el impacto positivo de cada experiencia.

 

Este artículo ha sido realizado con la colaboración de Batirtze Egia Sastre, Gemma Vidán Bujanda y Raquel Villarreal Rodríguez, educadoras sociales del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz.