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Oihane Díaz de Cerio Arruabarrena y Denis Benito Fernández

Los mejillones también fabrican perlas: este es el minúsculo culpable

Profesora de Biología Celular e investigador en Histopatología y Toxicología, respectivamente

  • Cathedra

Fecha de primera publicación: 14/05/2024

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Parásito en un mejillón ártico Mytilus edulis. | Foto: Cambridge University Press.

Este artículo se encuentra publicado originalmente en The Conversation.

Si pensamos en ornamentos llamativos, ¿quién no recuerda a Audrey Hepburn en ‘Desayuno con diamantes’? Vestida de negro, la actriz llevaba un collar de perlas de cuatro vueltas (120 perlas) unidas en un broche de diamantes. La popularización de las perlas como elemento ornamental en Europa data de la época de los fenicios, pero se estima que acompañan al ser humano desde tiempos prehistóricos. Hoy en día esas gemas siguen siendo un elemento sociocultural indicativo de estatus social y riqueza.

El extendido uso de las perlas indica la importancia que han tenido culturalmente los organismos marinos. Es más, la producción de perlas podría considerarse, entre otros casos, el germen del término ‘bioprospección’. La RAE aún no lo contempla, pero hace referencia a la exploración de la naturaleza y sus sustancias con posibilidades comerciales. Hoy en día la bioprospección está dirigida a la industria alimenticia, cosmética y farmacéutica.

Es conocido que las ostras producen perlas, hasta el punto de que existe hasta un emoji al respecto.

La gema resultante es el producto de una reacción inmunitaria del animal ante cuerpos extraños alojados en los tejidos blandos. Ese ‘cuerpo extraño e irritante’ puede ser un parásito o una partícula mineral, que se encapsula para evitar mayores daños. Para lograrlo se depositan capas de aragonita (carbonato cálcico) y conquiolina (proteína) formando el nácar alrededor del cuerpo extraño. Por ello, la formación de las gemas es similar a la de la concha de los bivalvos.

Mejillones perlados

Algo menos conocido es que esta ‘camisa de fuerza, es también usada por bivalvos más mundanos, como los mejillones.

En recientes estudios ecotoxicológicos realizados en latitudes árticas, los mejillones ‘Mytilus edulis’, usados como bioindicadores de salud ambiental, contenían parásitos no identificados junto a una importante reacción inmune. Las perlas en mejillones son casi anecdóticas, pero en ese caso un 62,5 % de los mejillones las contenían y, en ocasiones, en grandes números. Ese hallazgo derivó en una investigación que culminó con la publicación de un trabajo científico en 2023.

Las imágenes histológicas valieron para describir al agresor del mejillón como un parásito tremátodo. Esos son una clase de gusanos platelmintos (‘primos’ de los cestodos como la tenia) que parasita un gran número de especies animales. Algunos incluso infectan humanos. Entre otras cosas se caracterizan por tener un ciclo vital digenético. Lo que significa que, para poder completar su ciclo vital, pasan por tres especies de hospedadores diferentes: invertebrados marinos (caracoles, mejillones) como hospedadores iniciales e intermedios y vertebrados (peces, aves, cetáceos) como hospedadores finales. En esos últimos es donde se reproducen sexualmente.

A la caza del parásito

Para una mayor precisión en la identificación del parásito, se diseccionaron mejillones muestreados en el ártico en 2017 y archivados en el Banco de Bioespecimenes Ambientales del Golfo de Bizkaia. Así se consiguió identificar la especie de parásito bajo la lupa y también genéticamente, mediante la ya popular PCR. Se trata del parásito ‘Gymnophalus bursicola’, descrito en 1900. Curiosamente, en la antigua y escasa literatura científica sobre él se lo conoce como el ‘tremátodo de las perlas’.

Pero ¿alguien lo había confirmado? ¿Se encuentra ese parásito encerrado en la gema?

Sí. Hasta ahora sólo eran meras especulaciones derivadas de haber encontrado perlas y parásitos en el mismo mejillón. Pero, tras triturar las perlas extraídas de los mejillones estudiados, se secuenció el ADN de los organismos encapsulados dentro de las gemas. Por primera vez se demostró la relación entre parásito y perla. Esa metodología, a su vez, posibilita el uso de las perlas como archivo biológico para la detección de parásitos causantes de reacciones inmunitarias críticas para la salud de los bivalvos.

Las perlas de mejillón carecen de valor por ser pequeñas e irregulares, pero las conclusiones del estudio podrían tener implicaciones económicas en la acuicultura del mejillón. Sobre todo, en aquellas zonas donde habita el ave ‘Somateria mollissima’, un pato que actúa como hospedador final del tremátodo de las perlas.

Esa ave, muy común en el norte de Europa, condicionaría la presencia del tremátodo y la respuesta inmune en el mejillón. A su vez, comprometería la calidad del mejillón debido a la aparición de perlas, que no tienen valor económico y solo pueden provocar daños en la dentadura de un incauto consumidor.

The Conversation