Autores de ‘Alhóndiga Bilbao: de almacén de vinos a centro de sociedad y cultura contemporánea’
Mikel Bilbao y Arantxa Pereda: «La elección de Phillipe Starck para transformar la Alhóndiga tal vez fue la más acertada»
- Entrevista
Fecha de primera publicación: 08/07/2021
Tras cumplirse 10 años de su rehabilitación definitiva, Mikel Bilbao Salsidua, profesor del Departamento de Historia del Arte y Música de la UPV/EHU, y la historiadora del Arte Arantxa Pereda Angulo analizan en el libro ‘Alhóndiga Bilbao: de almacén de vinos a centro de sociedad y cultura contemporánea’ la evolución de un edificio clave del ensanche bilbaíno a través de los más de cien años de su azarosa e interesante vida. El volumen, impulsado y publicado por Azkuna Zentroa-Alhóndiga Bilbao, se enmarca en el décimo aniversario de AZAB.
- La publicación arranca enumerando el resto de alhóndigas previas a la que hoy en día conocemos. La de Portal de Zamudio fue la única hasta 1883, año en el que se proyectó un nuevo local en la calle Barroeta Aldamar que contaría hasta con un parque de incendios. Sin embargo, hubo más infraestructuras.
Sí. A finales del siglo XIX Bilbao contaba con varios edificios que servían para el almacenaje de vinos, licores y aceites que, en esencia, es la función que cumple una alhóndiga. La de Barroeta Aldamar ocupaba el solar trasero del actual Palacio de Justicia de Bilbao y fue un edificio proyectado por Joaquín de Rucoba, arquitecto artífice de otras emblemáticas construcciones como el Teatro Arriaga y el Ayuntamiento.
Otra alhóndiga por la que sentimos un especial aprecio es la de la Alberca. Se la llamó así porque fue construida en el solar que ocupó un antiguo depósito de agua situado junto al puente de San Antón. Esta alhóndiga fue diseñada por Domingo Fort, un excepcional maestro de obras que proyectó viviendas bellísimas como las que rematan el Muelle de Martzana. El edificio aún está en uso, pues fue reformado y convertido sede de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad Municipal de Bilbao. Hoy es la sucursal de Kutxabank de la Plaza de los Santos Juanes. Curiosamente, el impactante aspecto que tiene su fachada en la actualidad se lo proporcionó una intervención de Ricardo de Bastida, arquitecto de la Alhóndiga Municipal de la que trata nuestro libro.
Además de estos hubo otros espacios, como la llamada alhóndiga de Iturribide, un almacén construido en el siglo XVII que pertenecía a la diputación provincial y tuvo diversos usos antes y después de ser alhóndiga. Hoy es la sede del Museo de Pasos de Semana Santa de Bilbao.
- La Villa encargó a Ricardo Bastida un almacén para optimizar la actividad comercial de la urbe en un solo espacio. ¿Fue efectiva esta decisión?
Sin duda. Una de las quejas más habituales por parte de los almacenistas de las diferentes alhóndigas era que, pese a contar con varios espacios, estos ni eran suficientes ni respondían adecuadamente a sus necesidades. Bastida centralizó en un solo edificio lo que hasta comienzos del siglo XX había estado diseminado en varios enclaves, hecho que, desde un punto de vista logístico fue un gran acierto. Además lo hizo en una zona en pleno crecimiento, el ensanche, y en un momento en el que Bilbao vivía un proceso de expansión sin precedentes.
- La verdadera historia de la construcción comienza con el proyecto de Alhóndiga Municipal de Bastida y su interés profundo por el desarrollo de Bilbao, donde dejó huella con bastantes enclaves concebidos por él. ¿Está la labor del arquitecto suficientemente reconocida en la capital vizcaína? ¿Existe algún libro que estudie su trabajo de forma exhaustiva?
Probablemente este reconocimiento no se visibiliza lo suficiente. Sin embargo, hay otras formas de agradecimiento que tienen que ver con la colectividad y sus vivencias, porque Bastida, además de la Alhóndiga, fue el creador de proyectos tan emblemáticos como la Casa Cuna de Urazurrutia, los lavaderos de las calles Castaños y alameda de San Mamés, el Instituto de Segunda Enseñanza (hoy Miguel de Unamuno), el puente de Deusto y un larguísimo etcétera. Al final su obra contribuyó notablemente a la creación de la imagen que tenemos de la ciudad y, por añadidura, forma parte de las vivencias de aquellos y aquellas que la habitan.
«Ricardo de Bastida fue un arquitecto tan prolífico que requeriría de un mayor estudio»
Se han editado algunos libros bastante buenos sobre Ricardo de Bastida, pero fue un arquitecto tan prolífico y su obra tan variada que, en nuestra opinión requeriría de un mayor estudio.
- Es curioso que, a día de hoy, todavía no se conozca la fecha exacta de inauguración de un edificio con tanta historia y sobre el que tanto se ha hablado. ¿Pudo tener el incendio de 1919 algo que ver? ¿Pudo perderse documentación?
La verdad es que este punto nos sorprendió bastante, porque hoy consideramos que la Alhóndiga es un edificio emblemático, de empaque monumental y que valoramos mucho desde un punto de vista patrimonial. Sin embargo, no debemos olvidar que cuando se construyó no dejaba de ser un edificio industrial. Esta puede ser una de las razones que expliquen la ausencia de una fecha o acto oficial de inauguración que, sin duda, hubiera aparecido en los periódicos de la época.
- Sí se sabe que, en 1905, Bastida recibió una subvención que le permitió viajar y estudiar la construcción de otras infraestructuras europeas destinadas a usos parecidos al de las alhóndigas. Así, visitó depósitos comerciales de Hamburgo, Amberes, Bremen o Bruselas. En esta última ciudad pudo observar la puesta en marcha del Entrepôt royal. ¿Hasta qué punto inspira este edificio al arquitecto bilbaíno?
Creemos que algo le inspiró sí. El Entrepôt royal se hallaba en pleno proceso de construcción cuando Bastida visitó Bruselas. Es una arquitectura más monumental que la Alhóndiga de Bilbao, pero posee algunos elementos comunes como el hecho de que ocupa una gran manzana, utiliza el ladrillo combinado con piedra como materiales básicos de construcción, además del lenguaje con reminiscencias modernistas presente en ambos edificios. Curiosamente, el uso del Entrepôt royal también ha derivado hacia usos de tipo sociocultural.
- Al final, la parcela elegida para erigir la Alhóndiga será la manzana nº 80 del ensanche, comprendida entre la alameda de Rekalde, la alameda de Urquijo y las calles Rivero (hoy Iparraguirre) y Fernández del Campo ¿Por qué este emplazamiento?
El Ayuntamiento había comprado ese solar unos años antes. Se ubica en una zona de Bilbao que, por aquel entonces, estaba en pleno proceso de urbanización. La Alhóndiga fue una de las muchas infraestructuras de las que se dotó a esa parte de la ciudad. No olvidemos que en un lapso muy corto de tiempo Bilbao había duplicado su población. Así, en fechas muy cercanas a la construcción de este almacén, también se proyectaron nuevos centros de enseñanza, viviendas, lavaderos, etc…, algunas de las cuales fueron obra de Bastida.
- Porlana: cemento. La Álhóndiga actual es “tan tan bilbaína” que se utilizó material de la Societé Générale des Ciments Portland de Sestao en sus suelos y pilares, dada la apuesta de Bastida por el hormigón (material, al parecer, muy novedoso por aquel entonces).
En efecto. El hormigón armado, tan habitual en la arquitectura contemporánea, era un material relativamente novedoso a comienzos del siglo XX. De hecho, algunos de los proyectos pioneros de su uso en arquitectura a nivel nacional se desarrollaron en Bilbao. Un ejemplo muy notable fue la construcción, en el bilbaíno muelle de La Merced, de la fábrica de harinas La Ceres a finales del siglo XIX. La construcción de un edificio del tamaño de la Alhóndiga con hormigón armado, fue una apuesta relativamente novedosa por parte del arquitecto.
- Aparte del grave incendio, también hubo desperfectos durante la guerra civil, y, aunque se retomó la actividad, los años 60 supusieron el fin definitivo del inmueble al desaparecer el control fiscal sobre ciertas mercancías. ¿Sufre un olvido total durante ese período hasta que en los 80 empieza a concebirse ya como centro cultural?
Durante la guerra civil algunos de los espacios del edificio fueron utilizados como refugio. Una vez acondicionado el espacio su actividad no concluye hasta 1962, cuando oficialmente se produce el cese de la misma. Sin embargo, durante los años 70 del siglo pasado algunos de los vinateros consiguen que se les autorice el uso del edificio ya que el traslado definitivo a la nueva alhóndiga de Gaztelondo aún no se había producido.
«La construcción de un edificio de tal tamaño con hormigón armado fue una apuesta novedosa»
A partir de ese momento y hasta los años 80, cuando surgen los diferentes proyectos para convertirlo en centro cultural, el edificio pasó por algunos momentos críticos, como el acontecido en 1975 cuando se propuso su venta para la edificación de viviendas.
- Del proyecto del alcalde Gorordo y los creadores Jorge Oteiza, Juan Daniel Fullaondo y Francisco Javier Sáenz de Oiza se pasa a Azkuna y a Phillipe Starck. ¿Podría decirse que el edificio fue recompensado tras tantos años de vaivén y espera?
El edificio fue declarado en 1998 Bien de Interés Cultural con la categoría de monumento por lo que requería encontrar una transformación que supiese conjugar ese carácter con la necesidad de los diferentes servicios como centro cultural. La elección de Phillipe Starck tal vez fue la más acertada ya que sus proyectos destacan por el profundo compromiso con la sociedad y su marcado carácter humano y creativo. Starck pensó en crear “una ciudad dentro de la ciudad” con un significativo atrio, lugar de reunión y experimentación.
- Más exactamente, ¿en qué consistía el proyecto de Starck?
Del proyecto de Bastida se conservan la fachada en todo su perímetro y una de las crujías como elemento testigo. Phillipe Starck proyecta tres grandes edificios interiores levemente girados con respecto al eje de la construcción conservada, con la que se comunican mediante pasarelas. Los materiales originales del edificio (piedra, ladrillo y hormigón), se combinan con sistemas constructivos contemporáneos a base de paneles prefabricados de ladrillo cara vista, acero y cristal. Así el clasicismo de la construcción de Ricardo de Bastida contrasta con un interior singular e innovador. Con marcada teatralidad, el atrio central del edificio se convierte en un escenario donde convive la diversidad cultural, histórica y espacial, haciendo de las columnas sus más extraordinarias protagonistas. Para ello, Philippe Starck contacta con el escenógrafo italiano Lorenzo Baraldi. También atiende al entorno exterior con la peatonalización de la calle Fernández del Campo, el diseño de un pavimiento a manera de tapiz francés, varias piezas singulares (confesonario, pasarela escalonada, mirador…) y el diseño del mobiliario con la intención de crear un ambiente acogedor.