Damaris Pan
La palabra zapato
Artista y profesora de la Facultad de Bellas Artes. Miembro del grupo de Investigación laSIA
- Cathedra
Fecha de primera publicación: 29/07/2021
En el esfuerzo por ver, no lo que por hábito se ve sin ver, sino ver-ver, el ser de las cosas se desdibuja y algunas cosas que se daban por hecho se disuelven, las buenas formas se transforman no para convertirse en otras formas equivalentes, sino para darse como fenómenos estéticos, aurorales, abriendo a su vez posibilidades al lenguaje, al pensamiento, al cuerpo. Nuevas articulaciones, nuevas experiencias, en contra de la expandida inercia que palidece la vida. Me hizo gracia la anécdota que llegó desde el público en una conferencia y que contaba cómo un niño le había hecho ver algo de otra manera: «En el papel el monte tenía dos cumbres que había pintado el niño y yo miré al monte y dije: sí, señor, siempre pensé que tenía una sola cumbre».
“Ich hätte gerne”, me hubiera gustado. También en alemán existe la forma exacta de decir lo que a una le hubiera gustado. Me pregunto si en todos los idiomas se asume esa forma de algo que no ha pasado y que a una le hubiera gustado que pasara, o si habrá idiomas más pragmáticos, que no plantean la posibilidad de lo que no sucede.
El proceso de trabajo en arte invalida los “me hubiera gustado”, sustituyéndolos por lo que sucede, lo que es y no otra cosa. Tanto como la técnica en positivo, diría que cada artista va desarrollando su propia técnica en negativo como manera de no controlar y asumir lo imprevisto. En el proceso, como cúmulo de decisiones que escogen entre accidentes felices y accidentes tristes, diría que va quedando registrada una manera personal de no-control, inseparable de la manera personal de controlar. Ese descontrol puede hacer emerger algunas incógnitas del Yo, que una misma desconoce hasta ese instante, cuando descansa un poco de sí misma. Paul Valery escribía en “Piezas sobre arte”: «este esfuerzo secreto contra uno mismo moldea y modifica a quien lo ejerce más aún que sus manos la materia a que se aplican». Así, no solo se trataría de generar esa ruptura en la inercia del proceso de producción de la obra, sino que el sujeto se estaría transformando a sí mismo de manera simultánea, de modo que el sujeto sería igualmente entendido como fenómeno estético.
El descontrol al que aludo no tiene que ver con la concepción del error como herramienta retórica, sino como accidente necesario. Se trata de entender que el goce con lo material y su resistencia van de la mano. Asumir los componentes irracionales inherentes al proceso de creación -parafraseando a Txomin Badiola-, pero conscientes de que se trata de una operación y construcción racional. Tener claro que lo accidental está siempre presente, pero que no es arte por accidente.
Entonces, ¿qué es? ¿Qué hago? ¿Cómo puedo decir eso que no sé cómo decir, que tal vez no puede ser dicho, pero que mi circunstancia me obliga a formular de alguna manera para transmitírselo a la alumna?
Roberto Bolaño decía: “La palabra zapato nunca levitará”. ¿Por qué? Una alumna me dijo una vez que el color gris era como una noche sin cenar. ¿Por qué? Para una misma se puede funcionar así, con este tipo de visiones intuitivas, sin más explicaciones, pero si pensamos en la función docente esta cuestión parece que se complica, por inatrapable, por arriesgadamente subjetiva, por peligrosamente misteriosa. Sin embargo, diría que, desde mi corta experiencia, en la mayoría de casos se trata de algo que el trabajo mismo se lo revela a cada cual de una manera muy real y muy poco mística. El acontecimiento no dice con palabras soy acontecimiento, lo dice, siendo. Es el trabajo mismo, con todo lo que acontece en sus procesos, el que va poniendo a cada una en un lugar, más aquí, más allá. El trabajo entendido como práctica continua, trabajo-atención, trabajo-reflexión, trabajo-necesidad, trabajo-incertidumbre, trabajo-hallazgo y, así, tejido de complejidad en constante devenir. Me gusta una idea de Leibniz según la cual tenemos razones para el conocimiento sensible, pero no definiciones o leyes sino ejemplos. Es en los ejemplos donde se materializa un percibir y juzgar sensibles que tendrían que ver con la construcción de Sentido desde el arte. Pero si el arte tiene la posibilidad de generar sentido habrá de ser al mismo tiempo desde donde no lo hay, desde donde falla, generar sentido desde el sinsentido y, así, dar sentido.
Si aceptamos que se trata de la fabricación de la que cada cual se va haciendo responsable y que no pueden darse fórmulas como respuesta, entonces, otra vez, ¿cómo ayudar en ese proceso experimental a otra persona? Una en su trabajo (arte) se las apaña como puede y como no puede. En la clase el rol de la profesora, según yo lo entiendo, sería el de acompañar a la alumna para que esta también se las apañe como puede y como no puede, favoreciendo el desarrollo de estrategias propias frente a la impotencia y apoyando el desarrollo de criterios propios para que esta pueda seguir en el camino que se habrá de construir hacia la autoría. Es fundamental en este sentido que el problema parta de cada una, porque si no se trata de algo que se encuentra en una misma, probablemente no se podrá continuar. Parte de, evoluciona con y a través del deseo individual y no por imposición de un simulacro táctico de deseo general.
Es cierto que todo lo que yo puedo decir en clase llega habiendo atravesado mi experiencia personal. Hace un tiempo escuché a Agustín Fernández Mallo decir en una conferencia: «Yo solo sé de mí, todo lo que digo es porque antes ha pasado por mi casa, por mi lavabo, por mi cama». Y es desde ahí que entiendo que se trata de un conocimiento que se ha producido a través de la experiencia y no solo una experiencia personal. Es un conocimiento-experiencia no apartado de la vida, sino en la vida toda, con el pasado, en lo contemporáneo, por el lavabo, con lo que pasa, hacia el arte, la estética, con la interlocución con otros artistas y no artistas, rozando más o menos la ciencia, la literatura, la música, el cine, el hambre, también en un trabajo constante por dar cuenta de aquello de lo que se necesita hablar a través del trabajo con el lenguaje y las palabras como material. El desafío creo que es cómo transformar esa experiencia-conocimiento en un “sistema” flexible, que mantenga las suficientes casillas vacías, para que pueda dar cabida a otras subjetividades, que pueda funcionar como herramienta abierta para otras. Este también es un proceso de trabajo creativo y paradójico, en el que se trata de aclarar algo sobre el método con el convencimiento de que en arte sólo puede ser una anti-metodología, que no existe de antemano pero que ha de ser de alguna manera enunciado, más acá de lo que me hubiera gustado.