Uno de mis lugares favoritos en el Campus de Álava es la pequeña plaza formada en el cruce entre las calles René Casin, principal redactor de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, y Julio Caro Baroja, el gran antropólogo, etnógrafo e historiador, pilar central de la renovación historiográfica del País Vasco a partir de los años sesenta del siglo XX. La atravieso a menudo cuando me dirijo desde la Facultad de Letras a la Biblioteca Koldo Mitxelena. Siempre he considerado ese espacio como un punto de encuentro y, personalmente, me evoca el acuerdo unánime entre las instituciones alavesas para desarrollar el campus de Álava en la primavera de 1994. Presididos por el vicelehendakari de Asuntos sociales y Consejero de Educación del Gobierno Vasco, Fernando Buesa, se reunieron en torno a una mesa el alcalde de Vitoria-Gasteiz, José Ángel Cuerda, el diputado general de Álava, Alberto Ansola, el presidente de la Caja Vital, Francisco Allende, el rector de la Universidad del País Vasco, Juan José Goiriena, y un grupo de técnicos –del que formé parte– que diseñó un programa de actuaciones para cada uno de los edificios y para la urbanización del espacio universitario que en unos años conformó el campus que hoy disfrutamos. Han pasado veinte ocho años desde el 1 de agosto de aquel año cuando se firmó el Convenio entre las instituciones. En lo personal, en lo político o en el desarrollo de las infraestructuras para la Universidad pública, no imagino otro futuro que no celebre el encuentro entre diferentes.

Ese es el lugar elegido por José Ramón Díaz de Durana, catedrático de Historia Medieval en la Facultad de Letras e Investigador Principal del Grupo de Investigación del Gobierno Vasco Sociedades, Procesos, Culturas (siglos VIII a XVIII). Él es también el autor de las líneas anteriores.

Cómo llegar: 42°50'23.0"N 2°40'24.1"W